La guerra estadounidense contra las
drogas ha sido como apagar un incendio con el oxígeno.
El negocio vive
de la represión.
En la condición de ser un comercio ilícito
lo que hace
que presente alucinantes tasas de ganancia.
Alonso Salazar J., “La Parábola de Pablo”
Todo México quedó sorprendido
cuando se enteró de la captura de Miguel Ángel Treviño Morales el jefe
de uno de los más violentos carteles del crimen organizado Los Zetas. Lo
raro es que la noticia llegó por medio de un periódico estadounidense
The Dallas Morning News y no por los medios de comunicación locales. Así
funciona la distribución de las noticias en el mundo globalizado.
Primero, se informa a las grandes transnacionales sobre los
acontecimientos locales, las que posteriormente retransmiten la
información “ordenada” de acuerdo a las necesidades e intereses
globales, a lo que se llama la “periferia”, es decir el lugar del
acontecimiento.
Por supuesto, este modo de informar tiene su
mensaje. En el caso de la captura del fugitivo número W-456102936,
alias “Zeta-40”, “Comandante Fourty”, “El Catorce” se daba a entender
que, aunque fuese capturado por los marines mexicanos en territorio
nacional, en realidad fueron los norteamericanos que organizaron su
detención.
La confirmación oficial de la captura llegó unas cinco
horas después de que el periódico texano The Dallas Morning News la
difundiera. También hay algo extraño en la forma de su detención. El
mismo “Comandante Fourty” aseguró en varias ocasiones a sus asociados
que jamás se rendiría vivo: “me capturarán muerto, pero jamás vivo”.
Sucedió lo contrario. La detención se llevó a cabo en la madrugada del
pasado 15 de julio a 27 kilómetros al suroeste de Nuevo Laredo, estado
de Tamaulipas sin un solo disparo. En la camioneta en que viajaba EL
Z-40 estaban sus dos guardaespaldas llevando ocho armas sofisticadas de
largo alcance, 500 cartuchos de municiones y dos millones de dólares. No
hubo resistencia sino una rendición pacífica. También era extraño que
el narcotraficante más sanguinario de México, al momento de ser
trasladado a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de la
Delincuencia Organizada no tuviera esposas y entró en la SEIDO caminando
altivamente al lado de un militar que ni siquiera lo estaba sujetando
de brazo, como se hace habitualmente en estos casos inclusive con los
detenidos esposados.
Inmediatamente el presidente Barack Obama
felicitó a su par mexicano Enrique Peña Nieto por la captura de Treviño.
El portavoz del departamento de Estado, Patrick Ventrell declaró que
“su captura es otro avance de México hacia el desmantelamiento del
crimen organizado y elogiamos a nuestros aliados mexicanos en este
sentido”. El gobierno mexicano también presentó este golpe al jefe de
uno de los principales carteles como un gran éxito de la nueva política
del presidente Peña Nieto que ha trabajado en la lucha contra el
narcotráfico y en favor de reducir el nivel de la violencia, es decir
asesinatos, secuestros y extorsiones y estimular el crecimiento
económico. Sin embargo, el triunfalismo oficial es demasiado prematuro.
Cómo dice el filósofo francés, Pierre Bourdieu, “la verdad no se mide
con el aplausómetro”.
El autor del libro, “La Parábola de Pablo”,
el investigador social Alfonso Salazar J. escribió que el narcotráfico
“es un negocio de alto relievo en el que se puede derrotar a los
narcotraficantes pero no al narcotráfico. Siempre hay dispuesta una
nueva generación para reemplazar a los capos que han sido muertos o han
sido detenidos”. También en mayo de 2012, el jefe del Comando Norte de
Estados Unidos, Charles Jacoby declaró que aunque México ha capturado o
matado 22 de 37 de sus más buscados capos, “su eliminación no ha tenido
ningún efecto apreciable positivo en reducir la violencia generada por
el tráfico de drogas”.
Y eso es cierto pues el mismo Treviño
reemplazó casi inmediatamente al asesinado en octubre de 2012 en
circunstancias misteriosas exjefe del cartel “Los Zetas” Heriberto
Lazcano, alias “El Lazca” o “Z-3”. Pocas horas después de ser abatido,
el cuerpo del capo fue robado de la morgue por un comando armado.
Dentro del organigrama de carteles siempre hay sucesores en lista de
espera y en el caso de Los Zetas es posible que el hermano de Miguel
Ángel Treviño, Óscar Omar Treviño Morales, alias “Z-42” tome la jefatura
del cartel si es que no lo ha hecho ya. Por supuesto que habrá ciertas
rencillas y ajusticiamientos dentro de esta organización delictiva e
igual como se agudizará la lucha del cartel de Sinaloa contra Los Zetas,
cuyos métodos menos proclives a la violencia son más aceptables por el
gobierno, pero la actividad delictiva de estas organizaciones seguirá
adelante.
No hay que olvidar, que a pesar de que Los Zetas son
uno de los principales carteles mexicanos y también el más sanguinario
de los existentes (tienen por costumbre cortar las cabezas de sus
víctimas entre otras maldades) que controla casi todos los estados
costeros del este del país y que hasta tiene sus ramificaciones en
Guatemala, en México existen al menos siete carteles principales: Los
Zetas, Cartel Pacífico Sur, Cartel Sinaloa, Cartel de Juárez, Cartel del
Golfo, Cartel de Jalisco Nueva Generación y Los Caballeros Templarios.
También allí operan 20 bandas y grupos locales. La formación de los
carteles comenzó en los años 1970 con el advenimiento del neoliberalismo
y su política de la privatización de la propiedad nacional, la apertura
indiscriminada de mercados, la desregulación económica y el
aniquilamiento de derechos sociales y sindicales. La firma del tratado
de libre comercio con Canadá y Estados Unidos (NAFTA) agudizó la
situación económica de millones de mexicanos, especialmente en el campo
donde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) aceleró el
proceso de destrucción del sistema de ejidos, obligando a los
campesinos abandonar sus terruños y convertirse en trabajadores
indocumentados en Norteamérica en el mejor de los casos.
Aquel
expresidente llamó a su experimento neoliberal “la revolución económica”
permitiendo que Wal-Mart, Starbucks, Office Depot etc. invadieran el
país llevando a la quiebra los mercados populares. Poco a poco el
gigante del norte se apoderó de la estructura productiva del país. La
situación llegó a tal extremo que produciendo México 2,67 millones de
barriles de petróleo diariamente, tiene que utilizar las refinerías
norteamericanas para la tercera parte de la gasolina consumida en el
país. Alrededor de 60 millones de mexicanos viven en la pobreza. Según
la revista Forbes, al cierre del último sexenio, el 20 por ciento de los
más ricos concentraba el 51 por ciento del ingreso corriente total
(ICT), sin contar las fortunas de los doce empresarios multimillonarios
que representan el 15 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI). En
este contexto el 20 por ciento más pobre se repartía apenas el 4.9 por
ciento del ICT.
Por supuesto que México era el corredor del
tráfico de drogas de Sudamérica desde hacía mucho tiempo sin la
existencia de los carteles organizados. Fue la implantación del
neoliberalismo al final de los años 1970 que cambió la situación en el
país. De acuerdo al representante del Centro de investigación Laboral y
Estudios Sindicales (CILAS), Hugo Rosell, precisamente en aquel período
los traficantes de drogas vieron su oportunidad de organizarse en
carteles y convertir la droga, las armas, el tráfico humano, la
extorsión, la piratería y el secuestro en mercancías e instrumentos
abriendo por medio de la corrupción y la violencia su propio espacio en
lo que se llama el mercado libre. El crimen organizado hizo transformar a
México, de un territorio de tránsito de droga al otro, agregando el
consumo y penetrando prácticamente todas las instituciones estatales y
públicas.
Mientras la memoria es proclive al olvido, los
documentos publicados por The Washington Post, USA Today en 2004 nos
recuerdan cómo en noviembre de aquel año, debido a la corrupción
generalizada en México, unos 160 más relevantes fiscales e
investigadores empezaron a recibir implantes de Microchips en los brazos
para acceder a las áreas restringidas en el interior del Ministerio de
Justicia. Ni esta medida ayudó a combatir el crimen organizado. Se
calcula que los carteles tienen a su servicio unos 100,000 hombres
armados, la mayoría exsoldados y de preferencia comandos. De acuerdo a
los estudios de las Naciones Unidas, alrededor del 60 por ciento de los
municipios de México están penetrados o controlados por uno de los
carteles.
De acuerdo a la estadística oficial, el narcotráfico
mueve en el territorio nacional alrededor de 30 mil millones de dólares
al año, empleando entre 300,000 a 500,000 personas, incluyendo niños. Se
calcula que el país produce unas 15,000 toneladas de marihuana, 18
toneladas de heroína y transporta a EE.UU. no menos 600 toneladas de
cocaína al año. También los carteles producen en sus laboratorios
metanfetaminas utilizando insumos traídos de China. Todo esto explica
por qué en los últimos siete años, según el consultor de la Asociación
de Autoridades Locales de México. A.C., Miguel Ángel Juárez Franco se
han producido 75,000 ejecuciones, quedando 50,000 niños huérfanos.
En
estimación de Juárez Franco, durante la gestión del actual presidente
Enrique Peña Nieto la violencia no ha bajado y actualmente ocurren 34
asesinatos por día sin que el Estado sea capaz de elaborar un plan
estructural y no solamente institucional para combatir el crimen
organizado y garantizar la seguridad ciudadana. Todo queda en retórica
y promesas, la opinión general es que no hay ningún intento bien
pensado y estructurado para retornar el país al sendero de la paz y
tranquilidad. El potencial económico de México lo permite hacer, faltan
la voluntad del gobierno y la decisión del pueblo.
*Publicado por Agencia Paco Urondo
No hay comentarios:
Publicar un comentario