Cuando el Gobierno
dispone medidas económicas de trascendencia genera corrientes de apoyos y
rechazos en el momento álgido del debate sobre sus implicancias
inmediatas. La expropiación de acciones de YPF fue uno de esos casos.
Para algunos ha sido el camino de recuperación de la soberanía
energética, y para otros, el avasallamiento de la propiedad privada.
Existen costos y beneficios visibles que involucran a protagonistas
directos de una iniciativa tan importante. Si sólo fuera eso, la
cuestión sería bastante manejable en términos políticos y económicos.
Sin embargo, existen impactos no visibles que exceden el hecho en sí,
pues alteran relaciones de poder en la economía. Empieza a sucederse
entonces una serie de mensajes contundentes del mundo financiero y
empresario acerca de que el desplazamiento de un actor del poder
económico, en este caso una multinacional española con sus socios
financieros, no será gratuito. Y el establishment lo hace notar. Uno de
esos mensajes advierte que la economía argentina será pertinazmente
cuestionada por agencias y foros internacionales para dejar en claro que
pasó a ocupar el lugar de mal ejemplo y que recibirá los consiguientes
castigos en el mercado financiero. El objetivo último excede la cuestión
argentina, siendo lo principal evitar el efecto contagio.
El atolladero en que se encuentra las economías europeas, en
especial las de los países periféricos, y la insistente mención al caso
argentino como solución exitosa de la crisis, con default y devaluación
(la salida del euro sería equivalente), ha derivado en la profundización
de la estrategia de aislar la experiencia argentina, mostrándola como
excepción y señalando que ese camino tendría elevados costos para
quienes evalúen imitarla. Declaraciones como las del líder de izquierda,
segunda fuerza política de Grecia, Alexis Tsipras, elogiando la forma
de resolución de la crisis argentina 2001-2002, repetidas por miembros
del movimiento de indignados de otros países europeos, ha provocado esa
reacción. Más aún cuando dos premio Nobel de Economía, Paul Krugman y
Joseph Stiglitz, han ponderado algunas características del sendero
argentino para superar la crisis de deuda y de competitividad.
No se trata de una cuestión de conspiraciones o de una confluencia
planificada de intereses en contra de Argentina, sino de algo más
ordinario, que no es otra cosa que la respuesta del mundo financiero por
la afectación de negocios y privilegios, que pretenden preservar, si ya
no aquí, en otros países. El objetivo es obturar la posibilidad de
emulación de la experiencia argentina, consistente en una política
heterodoxa construida a partir de diferentes urgencias que desorienta a
más de uno porque ha sido, por ese distintivo comportamiento del
kirchnerismo, imprevisible y, a la vez, con resultados positivos.
El control estatal sobre la petrolera nacional YPF, como antes fue
la renegociación de la deuda con una elevada quita de capital, el pago
al FMI, el fin de las AFJP, usar reservas para pagar deuda, la reforma
de la Carta Orgánica del Banco Central, la administración del comercio
exterior y el control sobre la disponibilidad de moneda extranjera, no
fueron medidas del agrado del mundo empresario y financiero, local e
internacional. Cada una de esas iniciativas tuvo su origen en diferentes
urgencias surgidas por la propia dinámica local o por shocks externos,
como la crisis económica en Estados Unidos y Europa.
La oposición a esas medidas no se ha limitado a la fuerte crítica en
el momento de instrumentarlas, sino que se ha extendido en el tiempo.
La fracción del poder económico perjudicada no se ha quedado de brazos
cruzados, sino que va cobrando las pérdidas de diversas formas. Una de
ellas es la persistente censura a la política económica. En este año se
han intensificado las observaciones críticas desde varios frentes del
exterior, con la correspondiente amplificación en la plaza local. El
voto en contra de potencias económicas para conceder al país créditos
del Banco Mundial o del Banco Interamericano de Desarrollo.
Presentaciones formales ante la Organización Mundial de Comercio por
medidas proteccionistas dispuestas por Argentina, acusaciones realizadas
por países centrales cuya principal característica es la de tener una
política proteccionista de sus mercados. Las presiones para el pago de
juicios con fallo en contra en el Ciadi, exigiendo la renuncia a la
jurisdicción de la justicia local. También la pretensión de cerrar el
capítulo del default con el Club de París en condiciones desventajosas
para el país. Las críticas del Banco Mundial al nuevo papel del Banco
Central en la economía local, cuestionando la nueva Carta Orgánica que
abandonó el postulado neoliberal de independencia del poder político y
sumisión al poder financiero. La campaña de desprestigio de la economía
argentina por parte de los fondos buitres que quieren cobrar el ciento
por ciento del capital, más intereses y punitorios, de bonos de deuda en
default no ingresados a las dos rondas del canje.
En esta semana también hubo dos movimientos que parecían
coordinados, pero que involuntariamente operaron a destiempo. El lunes,
el FMI iba a difundir un comunicado criticando la labor del Indec,
observación que finalmente se difundió al día siguiente. En la fecha
prevista de esa nota del organismo financiero, la agencia Moody’s
Investors Service, cambió la perspectiva de la calificación de los bonos
argentinos en moneda local y extranjera de estable a negativa. No hubo
ningún hecho puntual en estos días que hubiera merecido el retroceso en
esa evaluación. Por el contrario, si esas agencias son contratadas para
estudiar la capacidad de repago de la deuda de países y empresas, luego
de la cancelación total del Boden 2012, en dólares, y el compromiso de
pagar con reservas del Banco Central los próximos vencimientos,
incluyendo casi 3500 millones de dólares por el Cupon del PBI a fin de
año, la calificación debería haber subido y no bajado. Pero los
argumentos de Moody’s revelan la motivación política, más que el
análisis sobre la solvencia de las variables macroeconómicas, de la
decisión de castigar a la economía argentina.
El reporte explica que la reducción de la calificación fue porque se
“tuvo en cuenta recurrentes y crecientes preocupaciones sobre la
calidad y la verosimilitud de los datos oficiales, particularmente los
índices de inflación y cifras del PIB que continúan divergiendo de los
reportados por fuentes del sector privado”. La misma línea argumental
expuesta en el comunicado del FMI sobre el Indec, demorado un día su
difusión debido a negociaciones políticas entre el gobierno y la
conducción del Fondo, perdiendo así la posibilidad del impacto conjunto.
Este flanco es el más débil de la posición argentina porque no ha
resuelto la crisis de legitimidad de la producción de estadísticas del
Indec, y porque, ante el desorden provocado en el sistema nacional de
estadísticas, ha caído en la trampa de ganar tiempo de la mano del FMI.
Se sabe que el Fondo se muestra inicialmente como un grupo de técnicos
amable dispuesto a colaborar, en este caso con asesoramiento técnico
para mejorar las estadísticas, para convertirse finalmente en un grupo
de lobby del sector financiero.
El contenido del comunicado de Moody’s expresa los motivos de la
sanción a la Argentina, al señalar que la mala calificación es por el
“persistente entorno de políticas desordenadas, evidenciada entre otras
por la nacionalización de YPF, la petrolera más importante de Argentina,
sin el pago de una indemnización, y por diversos controles a las
importaciones que han provocado un estancamiento del crecimiento
económico del país”. Para Moody’s, Argentina se caracteriza “por
políticas económicas inconsistentes”.
El mensaje es cristalino. El mundo financiero difunde que la
política económica heterodoxa argentina es un mal ejemplo, y los países
que la imiten sufrirán el mismo castigo.
El análisis de Moody’s es el insumo necesario para conocer cómo
presionan para retener a los países en el corralito de la ortodoxia. Ya
se sabe entonces qué debe seguir haciendo el país mal ejemplo. Continuar
andando a contramano.
*Publicado en Página12
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