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El político empieza a ser líder cuando muestra su capacidad de
gestión, conducción y organización. A más de interpretar, cabalmente, el
biorritmo de la época, las urgencias del pueblo, y ciertas reglas que
jamás se conocen de antemano. Si para mal, tales reglas se ignoran o
atropellan. Si para bien, los vaivenes de la política obliga a
revisarlas cuantas veces sea necesario. Políticos hay a granel, líderes
pocos, estadistas casi nunca.
El líder político deviene en estadista cuando en el ejercicio del
poder prioriza el interés público sobre el privado, viendo más allá de
lo circunstancial y contingente. Apotegma que, salvo los fascistas,
ningún político se atrevería a discutir. Sin embargo, los ruidos
empiezan a la hora de cortar el pastel. Eso que, con más precisión, los
entendidos llaman distribución del ingreso.
La economía en abstracto no existe. Lo que existe es la política
económica. O sea, el modo en que se corta el pastel. Y de Perogrullo
sería recordar que ningún comensal queda contento con su porción. Si
pobre, exigirá más. Si rico, mucho más. Y si medio rico/medio pobre,
tratará de arrebatar, por si las moscas, un cachito más del pastel.
Según Marx, así funciona el capitalismo. Pero como a más de
revolucionario era un intelectual serio, advirtió que hacer es mejor que
decir.
A inicios de siglo, Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández
eran políticos sin liderazgo nacional. Ella era senadora, él gobernador
de la provincia más austral de Argentina, y ambos empezaron a trascender
cuando desde el fondo del hoyo neoliberal oyeron a millones de
compatriotas gritar ¡que se vayan todos!
Entonces, al impresentable presidente Eduardo A. Duhalde, jefe del Partido Justicialista (PJ), se le prendió la lamparita: ¡Tengo una idea!, se dijo. ¿Y si propongo a los muchachos que Néstor sea el candidato presidencial de este partido de mierda? Con disciplina, la conducción del PJ acató la sugerencia.
Entonces, al impresentable presidente Eduardo A. Duhalde, jefe del Partido Justicialista (PJ), se le prendió la lamparita: ¡Tengo una idea!, se dijo. ¿Y si propongo a los muchachos que Néstor sea el candidato presidencial de este partido de mierda? Con disciplina, la conducción del PJ acató la sugerencia.
En los comicios presidenciales de abril de 2003, Kirchner perdió la
primera vuelta frente a Carlos Menem, máximo responsable del mayor
desastre económico y social de la historia política argentina. Y con
olfato sin parangón, los jerarcas del PJ emplazaron al ganador: te vas o
te vas.
Los politólogos a la carta aún se preguntan por qué el PJ proyectó al
más ignoto de sus dirigentes. La única experiencia de Kirchner
consistía en haber gobernado Santa Cruz, provincia tan extensa como
Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y una población de 1.2
habitantes por kilómetro cuadrado.
Así, menos de 23 por ciento de los sufragios consagraron al político
que heredaría más problemas que votos. Sin embargo, las primeras medidas
de Kirchner fueron audaces y de fuerte impacto político y moral. Los
tecnócratas del FMI fueron despedidos, y Argentina se convirtió en la
oveja negra de la piratería financiera internacional.
Pocos años después, el pueblo reconoció en Kirchner un genuino líder
nacional. Y en 2010, cuando murió, sintió que lo dejaba uno los
estadistas más grandes y queridos después de Irigoyen y Perón. Luego,
Cristina fue electa y relecta, tras haber sorteado la crisis económica
mundial de 2008 sin endeudar al país, sosteniendo el empleo, defendiendo
a rajatabla la soberanía nacional y apoyando con tenacidad la
integración de América Latina.
Al ver que los K habían vuelto a enarbolar las tres banderas del
peronismo (independencia económica, justicia social, soberanía
política), la oposición desempolvó las tres del anticuado golpismo
destituyente: corrupción, inseguridad, inflación. Fenómenos que serían
privativos de Argentina, en el entendido de que Estados Unidos y los
países europeos serían modelos de honestidad, paz social, dicha y
prosperidad.
¿Que si los K mejoraron el ingreso de los trabajadores, y las clases
medias salieron del hoyo neoliberal? ¿Que sin libertad para comprar
dólares los argentinos viajan como nunca al exterior? ¿Que las 24 horas
del día, sin libertad de expresión, los medios hegemónicos plagan sus
espacios con mentiras y obscenidades contra la yegua? ¡Pamplinas!
La propaganda mediática opositora dividió el país en dos: Argen y
Tina, de un lado, y por el otro los K, que en 10 años habrían violado
sus virtudes republicanas. Ideológicamente volátiles, Argen y Tina
aseguran que las próximas elecciones (legislativas) serán
plebiscitarias, marcando el principio del fin de los K.
Habrá entonces que diferenciar las nociones de pueblo y sociedad.
Porque en Argentina el odio oligárquico y clasemediero figura entre los
más perversos de América Latina. Las izquierdas especializadas en decir
antes que hacer odian a los K porque son capitalistas. Y las derechas,
que lo son más aún, anhelan que se ponga punto final al creciente
reparto equitativo del pastel nacional.
* Publicado en Telesurtv.net
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