Imagen de "El Pais Diario" |
Por
Roberto Marra
En
tiempos donde cada palabra es estudiada minuciosamente como elemento
de influencia sobre la población, donde la repetición de frases
elaboradas por expertos comunicacionales van fabricando un
pensamiento único, donde (además) se está transitando por un
período de empobrecimiento material y moral, los opositores al
actual gobierno suelen caer en la adopción de los relatos que más
le conviene al enemigo, opinando de los temas que (ellos) desean, en
los términos que (ellos) determinan, y hasta en los ámbitos que
mejor les conviene (a ellos).
El
Poder necesita que hablemos de lo que ellos instalan como temas
“importantes”. Cada insulto, cada diatriba, cada expresión
falaz, forma parte del criterio comunicacional creado con el fin de
distraernos de la atención de lo realmente trascendente. Contestar
cada una de las ofensas lleva tiempo y esfuerzo que se pierde para
transmitir propuestas, que en las circunstancias actuales son de
complejas características, por tener que demostrar mucho más que el
enemigo, que goza de la complacencia mediática y de los favores de
buena parte de los que parecen disfrutar con ser engañados.
Vivimos
apabullados por los dobles mensajes, por discursos maniqueos donde se
nos dice que está sucediendo lo que jamás sucede, donde se
inauguran obras realizadas por otros gobiernos, donde con expresiones
angeladas se ataca con furia a los candidatos opositores. Frente a
semejante parafernalia mendaz, no cabe otra reacción que ignorarla
o, al menos, disminuir su repetición, para dejar que se atraganten
con sus improperios prefabricados y que terminen ahogados en sus
excrementales vociferaciones.
El
misterioso mundo de las subjetividades argentinas parece ser un caldo
de cultivo muy eficaz para la multiplicación de las falsas verdades.
Sin importar la cantidad de veces que se han utilizado las mismas
consignas venenosas, una y otra vez se bebe la ponzoña del odio que
generan los laboratorios oligárquicos, para terminar en el mismo
lodo de miserias y atrasos, en el oscuro calabozo de mentiras donde
nos quieren los poderosos, limitados al mínimo ejercicio de lo que
alguna vez fueron nuestros derechos, quemadas en la hoguera del
olvido y la traición a las que fueran las banderas que colmaban los
sueños populares.
Ahora
es cuando más se debe demostrar las capacidades de quienes pretenden
representar a esta parte de la ciudadanía que nunca dejó de pensar
ni de soñar. Ahora es el tiempo de renovar el arsenal de propuestas
y consignas para enfrentar a tan poderoso enemigo, sin nombrarlo, sin
mencionar sus perversiones, sin publicitar gratuitamente sus desvios
morales. Y cautivar con la misma verdad de siempre, la que sobrevive
en el corazón de un Pueblo mil veces traicionado, pero jamás
vencido.
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