Imgen de "El Litoral" |
Por
Roberto Marra
Extraño
mundo el de algunos candidatos, que parecen descubrir la realidad
solo a partir del momento en que se calzan el traje electoral. Es ahí
cuando se dan cuenta de la existencia de los dramas sociales, de la
falta de políticas sobre cada tema que les tocará resolver si los
votos los favorecen. Ahí es cuando encuentran los motivos que los
puede acercar a los votantes, si pronuncian las palabras adecuadas y
generan empatía con sus ofertas, consistentes en listados de buena
voluntad sobre lo que antes parecían no haber tomado cuenta.
Los
empeños proselitistas, limitados a estas teatralizaciones
minusválidas, rodeados de pocas personas y asegurados de sus apoyos,
no terminan por mostrar casi nada de sus supuestos programas, los
cuales, o brillan por su absoluta ausencia, o se materializan en
enormes “libracos” de bellas diagramaciones y caros papeles que,
con seguridad, casi nadie leerá.
Otro
camino es la conversación con organizaciones de ciudadanos
preocupadas por las carencias populares, a quienes se las visita con
la adecuada cobertura mediática rentada. Una vez “descubiertas”
las necesidades (demasiado evidentes), anuncian sus disposiciones a
actuar en consecuencia, para lo cual expresarán, además de sus
“permanentes preocupaciones”, los grandes rasgos de propuestas
obvias, pero jamás explicando los métodos y los presupuestos que
les permitan concretarlas.
La
continuidad de este camino al pretendido éxito electoral, se dará
en los estudios televisivos y radiales, a los que concurrirán
(previo pago de los espacios) a declamar lo pactado con los
publicistas de campaña, quienes se asegurarán del tono y el
carácter de las preguntas de los entrevistadores, siempre proclives
a la farandulización de los candidatos, para no evidenciar sus
ignorancias sobre los temas y sus obsecuencias compradas.
Claro
que no son todos iguales. Por supuesto que existen políticos que
actúan con transparencia y se conectan todo el tiempo con esa
realidad a la que le escapan los otros. Pero, por causa del poderío
económico desplegado por éstos, les resulta muy difícil sus
inserciones en la sociedad. El dinero manda aquí, como lo hace en
cada acción que se pretenda desarrollar con la voluntad de cambiar
la vida de los explotados, de los ninguneados, de los perdedores, de
los postergados.
Es
urgente enfrentar tanta interpretación hollywodense de aquellos
candidatos “de madera”, tanta copia de segunda de convenciones
yanquis, tanta nada final en discursos sin base en realidades que
solo miran de soslayo, tanta mirada acrítica hacia el Poder que los
sustenta para evitar el triunfo de las auténticas expresiones
populares.
Son
tiempos donde la creatividad debe primar, donde la capacidad y la
inventiva popular deben crecer, donde los pronunciamientos sobre cada
drama sufrido por las mayorías deben contener los pasos a seguir
para lograr sus soluciones. Y donde la participación protagónica de
los destinatarios, aunada al enorme esfuerzo de tantos anónimos
militantes, logre ahuyentar las maléficas influencias de estos
farandulescos proxenetas de la política.
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