jueves, 26 de septiembre de 2013

DEUDAS Y BUITRES ARGENTINOS

Imagen rambletamble.blogspot.com
Por Francisco Balázs* 

En un tramo de su  discurso del martes pasado en la Asamblea de las Naciones Unidas, la Presidenta manifestó que "los argentinos no pagarán la fiesta de los lobbistas", haciendo referencia a los dichos del secretario del Tesoro norteamericano Paul O’Neill, quien, en el año 2002 y, cuando la Argentina se encontraba en medio de la crisis, había dicho que los plomeros y carpinteros de su país no tenían por qué pagar la fiesta de los argentinos.

La frase de la Presidenta en ese ámbito estaba centrada en el accionar de los fondos buitres, y la presión que vienen ejerciendo para lograr un fallo que los beneficie, cobrando el valor nominal de los bonos más los intereses devengados, en desmedro del actual 93% que ingresó al canje de deuda, primero en 2005, y luego en 2010. Como se sabe, y en una señal  más de las que viene dando el actual gobierno, el Congreso nacional aprobó, semanas atrás, la reapertura de lo que será el tercer canje y oportunidad para que ingresen los que no adhirieron en las dos anteriores oportunidades. La Corte norteamericana decidirá el próximo lunes 30 si acepta la apelación del gobierno argentino o, de lo contrario, deja firme el fallo de la Cámara de Apelaciones de Nueva York beneficiando al exiguo porcentaje que no aceptó ingresar al canje.  

El litigio con los fondos buitre ocupa uno de los espacios principales en la estrategia de los grupos de poder concentrados y del sistema financiero como piedra en el camino para que el gobierno trastabille ante un fallo adverso al país. La lógica imperante en estos grupos, en especial el sistema financiero, es que un fallo desfavorable obligue al gobierno, y a los futuros por venir, a no volver a sacar los pies del plato del orden financiero internacional, a no repetir experiencias de limitaciones a la toma de deuda, y retornar al sistema de valorización financiero que abre el grifo del endeudamiento, base sobre la que se apoya el sistema neoliberal por excelencia. Esencialmente, un fallo desfavorable sería el escarmiento disciplinador para proyectos políticos y económicos como el iniciado en 2003 en Argentina quebrando la inercia de décadas de endeudamiento que arrasaron al país. 

A esta expectativa del sistema financiero y del establishment económico local, se sube gran parte de la dirigencia política opositora que espera, como los rapiñeros buitres, que un fallo adverso acelere el ansiado fin de ciclo del gobierno nacional.  El representante de retomar el sueño neoliberal es, sin lugar a dudas, Sergio Massa que le otorga a los sectores de poder un entramado complejo a través del acompañamiento de una parte no menor del Partido Justicialista. Las caras visibles que acompañan a Massa fueron parte del elenco que fervorosamente se alineó con Carlos Menem durante diez años, y las alianzas con el poder económico y corporativo, son, también, exactamente las mismas.  

En esta dirección, el diputado radical Ricardo Gil Lavedra declaró ayer que "el menemismo es el Frente Renovador de Sergio Massa". La afirmación del candidato de la fuerza de centro derecha UNEN, se refería al encuentro que, días atrás, mantuvieron Sergio Massa y Carlos Reutemann, y a las desesperadas especulaciones mediáticas para que el ex gobernador santafesino se sumara a la lista de candidatos para una fórmula presidencial en 2015. Reutemann, como ahora Massa, fue durante mucho tiempo el candidato anodino que busca y seduce a la derecha y al establishment local. Las razones de permeabilidad ideológica de este tipo de candidatos es que conciben el ascenso al poder de la mano y a través de fuertes alianzas con los sectores de poder económico, local y extranjero, para obtener la gobernabilidad que, sin fuerte sustento popular, les garantice la implementación de sus políticas y modelo de país. Esa fue la trágica experiencia del llamado menemismo. Esa vigencia ideológica, que hoy representa Massa con el apoyo de amplios sectores sociales, no debiera condecirse con los significativos avances que desde todo punto de vista significó la irrupción del ciclo iniciado en el año 2003. Tal vez este sea el punto a repensar por las fuerzas populares, por los amplios sectores que acompañan al gobierno nacional. La emergencia de la representación de Sergio Massa, su irrupción y el amontonamiento que en su figura se alinea el pasado, obliga a repensar lo que queda pendiente, en términos estrictamente políticos y explícitamente ideológicos.  

Escapar al pragmatismo que las circunstancias electorales puedan provocar, será el camino ineludible para que el surco abierto pueda seguir siendo transitable, y para que despierte del adormecimiento a quienes creen que la vuelta al pasado puede superar al futuro. Es muy probable que diez años no sean suficientes para modificar estructuras e imaginarios de una sociedad compleja, traccionada por el poder económico y mediático que juega cada día más fuerte, y sin límite alguno. También es muy factible que los dos años que quedan de gobierno sean los más difíciles para garantizar el futuro, lo construido hasta ahora. Tal vez más difíciles que lo que fueron los que conforman la década ganada. Así, ante grandes desafíos nació el kirchnerismo, y ante esos desafíos creció y avanzó.

*Publicado en Tiempo Argentino

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