Por Arq. Roberto O. Marra*
¿Cuál es la razón de ser del transporte público
en la Ciudad?: Nada más y nada menos que constituirse en el básico factor de
comunicación entre las personas y el comercio, la industria, la educación, la
salud, el esparcimiento y los servicios. ¿Podrían existir los comercios sin la
afluencia de sus empleados y
compradores, la mayoría de los cuales la hace utilizando el transporte
público? ¿Acaso los obreros van a las fábricas y talleres en lujosos
automóviles? ¿No concurren la mayoría de los chicos a las escuelas utilizando
ese servicio público? ¿No necesitan del transporte los hospitales, sanatorios,
clínicas y laboratorios? Y cuando las mayorías se quieren divertir, ¿no
necesitan acaso del transporte público?
Como las respuestas son obvias, los beneficiarios de la existencia del
transporte público también lo son: los comerciantes, las entidades financieras,
los industriales, los establecimientos escolares y de salud privados, los
lugares de esparcimiento (cines, teatros, bares, etc.), las empresas de
servicios básicos.
Todos necesitan del
transporte, pero el que lo usa (el que lo sufre) es el único sobre el que recae
la responsabilidad de mantenerlo. No parece demasiado justo. Pero, ¿por qué
sucede esto?
Existe un concepto en el que se basan los
empresarios del transporte, que consiste en asegurar que esta actividad tiene
que ser rentable (darles ganancia). Y en base a ese criterio, y con el pasivo
(y cómplice) acompañamiento de las Autoridades municipales, se producen los
aumentos periódicos del valor del pasaje, sin considerar jamás los niveles
salariales de quienes utilizan el servicio.
Es falsa la pretensión de empresarios y
Municipalidad de pretender hacer rentable el sistema de transporte urbano de
pasajeros. No lo es en ninguna Ciudad del Mundo. El verdadero objetivo debe ser
el disponer de un servicio rápido, cómodo, seguro, económico, limpio,
controlado y con recorridos lógicos, sencillos y abarcativos de todos los
rincones de la Ciudad y su Área Metropolitana. Pero todo eso, para todos, sin
excepciones, sin exclusión de nadie. Obviamente, la eficacia (cumplir
con las premisas antes expresadas) y la eficiencia (hacerlo bien),
chocan de frente con las permanentes e insaciables pretensiones empresariales.
Aumentar el precio del pasaje (único sistema
conocido por los ineptos funcionarios municipales) para posibilitar que las
empresas se beneficien a costa de la continuidad del exclusivo aporte y
sufrimiento de los usuarios no resulta ya lógico. Convendrá pensar un sistema
subsidiado en parte, sí, por el Estado Nacional (y también por el Provincial), pero
también alimentado a través de una más racional y útil derivación de fondos
correspondientes a las Tasas que graven a las actividades que más se benefician
con el buen funcionamiento del transporte.
Con una tan simple como lógica medida, que
desde hace años venía proponiendo el querido y recientemente desaparecido Dr.
Rubén Visconti, se lograría evitar o al menos minimizar los permanentes aumentos
en el precio del pasaje y, con ello, la afectación a los bolsillos de los únicos
“convidados de piedra” en este “festín”: los usuarios.
*Asociación Desarrollo y Equidad
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