Por Gustavo Daiel Barrios*
El Calypso se llamó ese barco que
pertenecía a Jacques Yves Cousteau, y
que fue su herramienta insustituible para su trabajo oceanográfico. Y El
Calypso ha llevado pequeños vehículos submarinos consigo. En esas cosas se
basaba Jacques para consagrarse a los
océanos.
Los cientistas, dentro del
estudio social, se desvelarán por entender dónde se halla, cierto elemento
presente en el tablero de la sociedad humana, que se repite y contiene claves
desde las que es posible interpretar, desde las cuales descubrir, la panacea
que asegure la integral confortabilidad social en pocos años. Pero el
Calypso a utilizar en el orden
sociopolítico, tal vez pudiera ser una taxonomía, una paciente disquisición
taxonómica. Una taxonomía como herramienta de indagación sociopolítica.
Identificar primero la diferencia
entre los más sensibles, y de isotérmica afinidad con la causa si se quiere
global, en lo que hizo a la concienciación de comprender la necesidad de unirse
para colaborar –y a tono con los indignados septentrionales-, para volver a
jerarquizar y dar salida a los que sufren; ....entre los adelantados decía, y
los medievalistas –en el sentido de los narcisistas que resisten las libertades
para someter a la especie a su propia vanidad-. Entre los unos y los otros, la
gente sin vuelo hoy tiene la posibilidad de reconocer con quiénes
identificarse. Don Pepe y Doña Pepa han visto quienes los pueden defender, y
quienes los pueden explotar.
Hay una generación de ególatras
que hoy se demacró, se descromatizó; languidece el pierrot desapacible.
Atento a estas cuestiones, como
son el pesaje de valores –morales-, y la mutación de conductas dentro de un
partido de masas, si analizásemos las inclinaciones populares, o vicios que fue
capaz de consentir el sufragante, llegamos en seguida a la materia llamada
peronismo.
Bien, en esto tener
responsabilidad es remarcar con crudeza lo inocultable: ¿Qué en el peronismo se
camuflaba la más perversa deformación de sentido en su ambiente, y a nuestros
propios negadores? SÏ, es cierto. El
movimiento alojó durante ya sesenta y seis años, y escasamente
domesticó, a la vanidad más fría y patológica.
Es todo cierto y avergüenza, porque se trató siempre de una verdad escalofriante,
y se ha llegado hasta aquí como se pudo, tal vez con una buena dosis de
fantasía, quién sabe...
La variabilidad que han
practicado, los más vacuos y pobres diablos adherentes del partido, nunca tuvo
relación con la personalidad múltiple. Simplemente, las fluctuaciones,
tropiezos y deslealtades –tema crucial este último para el peronismo-, se han
sucedido en referencia a una gigantesca compulsa cultural, en la que o se
construye el sujeto leal y solidario –rústico, farfullero, compadrito sí está
bien-, o este sujeto imperfectísimo pero
nunca narcisista, nunca estólido con esa estolidez de la indiferencia ante el
delirio insolente, que consintieron estólidos y perversos; entonces o estos
leales y solidarios, o la deconstrucción de la indiferencia, y el divorcio de
este otro pobre diablo con la comunidad centrada en el ágora, de los que están
a salvo de la superstición. Y esa legendaria compulsa cultural hoy trata aquí
de ganar adeptos al destino. Y la cuestión en el peronismo es esa.
Pero la cosa no es tan simple. Es
además algo dramática. Siempre veo, ahora que se repasa todo esto, a los nadie, en todas las charlas-debate que
el kirchnerismo da. Observo yo siempre a los nadie generalmente septuagenarios o cerca, mujeres y hombres claro.
Y observo que los nadie se suelen
ubicar a los costados de las plateas, o muy atrás. Son la corriente profunda,
fieles devotos de una pasión, llenos de mansedumbre, todos ellos muy humildes
claro, que van a esos actos y nos regalan su silencio, pero a veces también,
elevadas simples e incontestables sentencias cuando piden la palabra. Y
regresan pronto a su silencio. Creo yo que los nadie que siempre observo, nunca asumen que sea algo más que
transitoriedad o evanescente trapacería, o irreal asunto, esto del fanatismo en
el partido de ellos. Tratan de apartarse de todo eso.
También observo yo a los
artesanos, de cualquier parte, penetrados de las cosas simples, reales, y en
tanto que simples y reales potentes. Veo cómo los artesanos inundan todo de
silencio, al menos los que acostumbro a observar yo, que son la generalidad de
ellos, y se les capta el tacto, la
gravedad.
También observo yo siempre a los
degenerados, que desentonan con todo esto, encadenados a su fanatismo. Desde
lejos, generalmente los observo.
Las cosas de estos últimos, en
realidad en nada nos incumben a nosotros.
Los que
acostumbraron, históricamente, a anular el contrato laico en el partido,
presentaban argumentos tan hostiles, tan odiosos y sin sentido, pero además tan
vacíos de contenido, que asombraban. Basados en recursos de tipo
sensacionalista, como esgrimir que los que vienen a remozar una doctrina, son
lesivos de los preceptos fundantes, y de la nación. Que una doctrina política
no debe demudarse en el tiempo hacia los nuevos tiempos, y debe permanecer en
estado pétreo.
Lo primero que debe indicarse
aquí, es que hasta la más antigua de las doctrinas es en verdad blanda como el
celofán. Esta cuestión está por cierto ya muy publicada. Es sabido que
desmoronar la caparazón, y ahondar en la blandura del celofán de una doctrina
es descubrir los caminos para anular la dominación, y acceder a una mejor
libertad.
Pero en lo más estricto además, ¿a
quién se le pudiera ocurrir que la primera constitución nunca se debiera haber
reformado? A nadie claro. O que esa ley
de 1980 no se reemplazase por la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, si se está aun
entre los cuerdos. De modo que es inexistente el planteo de los refunfuñadores.
Aunque muchos de los cuales, que se habían abierto a la realidad y a la vida,
hoy se arrepienten de haber apoyado la ley de medios, ya que estar asociado al
“capo di tutti capi” del multimedios, les resulta un buen negocio personal, y
el orden único posible de democratización de la opinión, de la cultura y las estéticas,
para ellos es demasiado igualitario, hoy arguyen en privado.
Dejemos un momento esto, para
ampliar un poco, en orden a la necesidad de esto que se aborda, el concepto de
laicismo: El laicismo es una doctrina libertaria, que ampara a la sociedad y al
Estado –y yo arriesgo decir a partidos políticos-, de toda secta enquistada en
la religión –generalmente en su faz directriz-, y de todo dogma –insensible-,
que impulsan actos limitantes de la posibilidad de las personas y Estados, aun
partidos, de desplegar toda su potencia necesaria para establecer la
trascendencia y la justicia en pueblo y Estado, sin recibir el acoso del dogma
cerrado y limitativo, con seguridad retrógrado, que en su necedad y endeblez
conceptual, quiera frenar el legado de la Historia.
Se me ocurre que el caso del
peronismo hasta aquí planteado está visible dentro de este tema, o se parece a
esta cuestión. Y es oportuno retomar un enfoque bastante simple, para hablar de
los sectores populares, ciertos sectores, ya que se observa hoy la falta que
hace en aquellos desencontrados con el gobierno, el abrir sus poros
perceptivos, para que puedan inteligir cómo los observa el grueso de la
población que jamás abandonó ni abandonará, la armonía de su inserción
buenamente cívica en el país. Abrir los poros perceptivos para comprender, no
ya que se los supone marginales, a los que alguna vez fueron y hoy no son,
marginales propios de otros tiempos y latitudes, por la absolutamente increíble
perdida de sentido, sino más bien que nos comunican la estupidez humana, e
incluso la lástima.
De regreso al laicismo, puede
decirse que el mismo nunca se ligó con el ateísmo, sino que en rigor es
racionalista, y atesora en su seno, ciertamente gran profusión de agnósticos, y
además también, a religiosos de juicio libertario, prudente y racional y aun
moderno, que se agregan en busca de integración, y además queriendo cortar el
tutelaje de la postrada y ridícula y excluyente entente de antilaicos, o
ultramontanos.
Y nos equilibramos. ¿Que de todos
modos es el movimiento peronista, el aquí más fino intérprete de la historia, y
de los sueños colectivos, y de los héroes populares con sus enseñanzas? Es todo
eso cierto y desde dentro nadie es capaz de disminuir el original encanto, eso
es obvio. Pero además mantiene su vigencia el hecho de que no se aprecia mucho
más que un desierto, fuera del partido de gobierno, en busca de algo que sea
capaz de comprender y de asumir, la tradición de los luchadores aferrados a la
épica. Para ser más claro: todos los aliados, de partidos pequeños, o de
procedencia apartidaria, o el militante cibernáutico, que no se
institucionalizó con el peronismo, ni hace falta alguna que lo haga claro, está
homologado íntegramente con el mismo, porque estos actores tienen en su alma impresa
la mejor pulsión de lo que posee de original esta aventura que nos maravilla a
pesar de los dramas. En buen romance, son ellos idénticos al oficialismo en
este ensamble histórico que nos abriga; y quiere esto decir que son
concretamente el adentro. En base a esto, es que respetuosamente reafirmo la
suposición de algo muy semejante a un desierto por fuera de la institución de
oficialismo y aliados.
Un desierto tiene beduinos
valiosísimos, pero están los tales fuera de la tradición ya en detalle expresada
en este paño, ya que es visible que los frentes opositores, como idea, y no
hace ninguna falta explicarlo, están tan a la deriva como lo estaban en 2009
digamos, según se expresan hoy.
La única tradición a tono con
esta Era fecunda de realizaciones hechas y por hacer, continúa siendo esta.
*Escritor. Miembro del CEP
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