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lunes, 16 de julio de 2012

IGNOTA CLAVE O MEMORIA ELEMENTAL


Por Gustavo Daiel Barrios*

               El Calypso se llamó ese barco que pertenecía a Jacques Yves Cousteau, y que fue su herramienta insustituible para su trabajo oceanográfico. Y El Calypso ha llevado pequeños vehículos submarinos consigo. En esas cosas se basaba Jacques para consagrarse a los océanos.
              Los cientistas, dentro del estudio social, se desvelarán por entender dónde se halla, cierto elemento presente en el tablero de la sociedad humana, que se repite y contiene claves desde las que es posible interpretar, desde las cuales descubrir, la panacea que asegure la integral confortabilidad social en pocos años. Pero el Calypso  a utilizar en el orden sociopolítico, tal vez pudiera ser una taxonomía, una paciente disquisición taxonómica. Una taxonomía como herramienta de indagación sociopolítica.
               Identificar primero la diferencia entre los más sensibles, y de isotérmica afinidad con la causa si se quiere global, en lo que hizo a la concienciación de comprender la necesidad de unirse para colaborar –y a tono con los indignados septentrionales-, para volver a jerarquizar y dar salida a los que sufren; ....entre los adelantados decía, y los medievalistas –en el sentido de los narcisistas que resisten las libertades para someter a la especie a su propia vanidad-. Entre los unos y los otros, la gente sin vuelo hoy tiene la posibilidad de reconocer con quiénes identificarse. Don Pepe y Doña Pepa han visto quienes los pueden defender, y quienes los pueden explotar.
          Hay una generación de ególatras que hoy se demacró, se descromatizó; languidece el pierrot desapacible.
              Atento a estas cuestiones, como son el pesaje de valores –morales-, y la mutación de conductas dentro de un partido de masas, si analizásemos las inclinaciones populares, o vicios que fue capaz de consentir el sufragante, llegamos en seguida a la materia llamada peronismo.
               Bien, en esto tener responsabilidad es remarcar con crudeza lo inocultable: ¿Qué en el peronismo se camuflaba la más perversa deformación de sentido en su ambiente, y a nuestros propios negadores? SÏ, es cierto. El  movimiento alojó durante ya sesenta y seis años, y escasamente domesticó, a la vanidad más fría y patológica.  Es todo cierto y avergüenza, porque se trató siempre de una verdad escalofriante, y se ha llegado hasta aquí como se pudo, tal vez con una buena dosis de fantasía, quién sabe...
               La variabilidad que han practicado, los más vacuos y pobres diablos adherentes del partido, nunca tuvo relación con la personalidad múltiple. Simplemente, las fluctuaciones, tropiezos y deslealtades –tema crucial este último para el peronismo-, se han sucedido en referencia a una gigantesca compulsa cultural, en la que o se construye el sujeto leal y solidario –rústico, farfullero, compadrito sí está bien-, o este sujeto imperfectísimo  pero nunca narcisista, nunca estólido con esa estolidez de la indiferencia ante el delirio insolente, que consintieron estólidos y perversos; entonces o estos leales y solidarios, o la deconstrucción de la indiferencia, y el divorcio de este otro pobre diablo con la comunidad centrada en el ágora, de los que están a salvo de la superstición. Y esa legendaria compulsa cultural hoy trata aquí de ganar adeptos al destino. Y la cuestión en el peronismo es esa.
               Pero la cosa no es tan simple. Es además algo dramática. Siempre veo, ahora que se repasa todo esto, a los nadie, en todas las charlas-debate que el kirchnerismo da. Observo yo siempre a los nadie generalmente septuagenarios o cerca, mujeres y hombres claro. Y observo que los nadie se suelen ubicar a los costados de las plateas, o muy atrás. Son la corriente profunda, fieles devotos de una pasión, llenos de mansedumbre, todos ellos muy humildes claro, que van a esos actos y nos regalan su silencio, pero a veces también, elevadas simples e incontestables sentencias cuando piden la palabra. Y regresan pronto a su silencio. Creo yo que los nadie que siempre observo, nunca asumen que sea algo más que transitoriedad o evanescente trapacería, o irreal asunto, esto del fanatismo en el partido de ellos. Tratan de apartarse de todo eso.
               También observo yo a los artesanos, de cualquier parte, penetrados de las cosas simples, reales, y en tanto que simples y reales potentes. Veo cómo los artesanos inundan todo de silencio, al menos los que acostumbro a observar yo, que son la generalidad de ellos, y se les capta  el tacto, la gravedad.
               También observo yo siempre a los degenerados, que desentonan con todo esto, encadenados a su fanatismo. Desde lejos, generalmente los observo.
               Las cosas de estos últimos, en realidad en nada nos incumben a nosotros.

        Los que acostumbraron, históricamente, a anular el contrato laico en el partido, presentaban argumentos tan hostiles, tan odiosos y sin sentido, pero además tan vacíos de contenido, que asombraban. Basados en recursos de tipo sensacionalista, como esgrimir que los que vienen a remozar una doctrina, son lesivos de los preceptos fundantes, y de la nación. Que una doctrina política no debe demudarse en el tiempo hacia los nuevos tiempos, y debe permanecer en estado pétreo.
            Lo primero que debe indicarse aquí, es que hasta la más antigua de las doctrinas es en verdad blanda como el celofán. Esta cuestión está por cierto ya muy publicada. Es sabido que desmoronar la caparazón, y ahondar en la blandura del celofán de una doctrina es descubrir los caminos para anular la dominación, y acceder a una mejor libertad.
               Pero en lo más estricto además, ¿a quién se le pudiera ocurrir que la primera constitución nunca se debiera haber reformado? A nadie claro. O que esa  ley de 1980 no se reemplazase por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, si se está aun entre los cuerdos. De modo que es inexistente el planteo de los refunfuñadores. Aunque muchos de los cuales, que se habían abierto a la realidad y a la vida, hoy se arrepienten de haber apoyado la ley de medios, ya que estar asociado al “capo di tutti capi” del multimedios, les resulta un buen negocio personal, y el orden único posible de democratización de la opinión, de la cultura y las estéticas, para ellos es demasiado igualitario, hoy arguyen en privado.
              
               Dejemos un momento esto, para ampliar un poco, en orden a la necesidad de esto que se aborda, el concepto de laicismo: El laicismo es una doctrina libertaria, que ampara a la sociedad y al Estado –y yo arriesgo decir a partidos políticos-, de toda secta enquistada en la religión –generalmente en su faz directriz-, y de todo dogma –insensible-, que impulsan actos limitantes de la posibilidad de las personas y Estados, aun partidos, de desplegar toda su potencia necesaria para establecer la trascendencia y la justicia en pueblo y Estado, sin recibir el acoso del dogma cerrado y limitativo, con seguridad retrógrado, que en su necedad y endeblez conceptual, quiera frenar el legado de la Historia.
               Se me ocurre que el caso del peronismo hasta aquí planteado está visible dentro de este tema, o se parece a esta cuestión. Y es oportuno retomar un enfoque bastante simple, para hablar de los sectores populares, ciertos sectores, ya que se observa hoy la falta que hace en aquellos desencontrados con el gobierno, el abrir sus poros perceptivos, para que puedan inteligir cómo los observa el grueso de la población que jamás abandonó ni abandonará, la armonía de su inserción buenamente cívica en el país. Abrir los poros perceptivos para comprender, no ya que se los supone marginales, a los que alguna vez fueron y hoy no son, marginales propios de otros tiempos y latitudes, por la absolutamente increíble perdida de sentido, sino más bien que nos comunican la estupidez humana, e incluso la lástima.

               De regreso al laicismo, puede decirse que el mismo nunca se ligó con el ateísmo, sino que en rigor es racionalista, y atesora en su seno, ciertamente gran profusión de agnósticos, y además también, a religiosos de juicio libertario, prudente y racional y aun moderno, que se agregan en busca de integración, y además queriendo cortar el tutelaje de la postrada y ridícula y excluyente entente de antilaicos, o ultramontanos.

               Y nos equilibramos. ¿Que de todos modos es el movimiento peronista, el aquí más fino intérprete de la historia, y de los sueños colectivos, y de los héroes populares con sus enseñanzas? Es todo eso cierto y desde dentro nadie es capaz de disminuir el original encanto, eso es obvio. Pero además mantiene su vigencia el hecho de que no se aprecia mucho más que un desierto, fuera del partido de gobierno, en busca de algo que sea capaz de comprender y de asumir, la tradición de los luchadores aferrados a la épica. Para ser más claro: todos los aliados, de partidos pequeños, o de procedencia apartidaria, o el militante cibernáutico, que no se institucionalizó con el peronismo, ni hace falta alguna que lo haga claro, está homologado íntegramente con el mismo, porque estos actores tienen en su alma impresa la mejor pulsión de lo que posee de original esta aventura que nos maravilla a pesar de los dramas. En buen romance, son ellos idénticos al oficialismo en este ensamble histórico que nos abriga; y quiere esto decir que son concretamente el adentro. En base a esto, es que respetuosamente reafirmo la suposición de algo muy semejante a un desierto por fuera de la institución de oficialismo y aliados.
               Un desierto tiene beduinos valiosísimos, pero están los tales fuera de la tradición ya en detalle expresada en este paño, ya que es visible que los frentes opositores, como idea, y no hace ninguna falta explicarlo, están tan a la deriva como lo estaban en 2009 digamos, según se expresan hoy.
               La única tradición a tono con esta Era fecunda de realizaciones hechas y por hacer, continúa siendo esta.

*Escritor. Miembro del CEP

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