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Por
Roberto Marra
Una
gesta es un hecho cargado de proezas trascendentes realizada por
auténticos héroes. En ese sentido, Malvinas lo es, considerando lo
realizado por sus protagonistas en el campo de batalla. Pero también
se trata de un estigma, por la crueldad con la que se llevó al
combate a jóvenes inexpertos, casi desarmados, en medio de un clima
imposible de soportar, con el oscuro fin de darle continuidad al
repugnante “proceso”, ese que ya había matado y desaparecido a
miles de los mejores de nuestros compatriotas, además de destruir la
economía y empoderar aún más a los grandes “ganadores” de
siempre, los que ahora mismo intentan hacer negocios a costa,
incluso, de la muerte pandémica.
Hacerse
cargo no parece una actitud cotidiana para muchos argentinos, que
suelen mirar para otro lado con tal de no percibir la verdad que se
manifiesta prístinamente ante sus ojos. Así ha sucedido con otros
temas, no tan mortales (en apariencia) pero tan dañosos para la
Nación como aquellos hechos guerrerísticos. Así fue durante los
tiempos del devaneo neoliberal, en los cuales se negaban a escuchar
las advertencias de los ciudadanos más despiertos y se abroquelaban
alrededor de sus propios enemigos, con tal de no dejar paso al
“populacho”, el mismo sector social de donde saliera la mayoría
de los héroes de Malvinas que tenían el descaro de aparentar su
reivindicación.
Resulta
difícil encontrar por esta época cargada de falsas meritocracias y
miserias individualistas, algo que se parezca a esa entrega sin igual
de aquellos héroes anónimos que pusieron su cuerpo para defender lo
que solo pareció siempre un lejano paraje, casi ajeno. La hazaña no
se pudo concretar, tal como era lógico frente a un enemigo de
semejante dimensión militar, aunque no lo asistiera la razón ni la
historia. Quedaron sus valentías y sus huesos esparcidos por allí,
en esa turba nunca redimida, en esos campos habitados por ovejas e
invasores, alimentando la infertilidad de un suelo que, a pesar de
todo el esfuerzo imperial y sus cómplices locales, sigue siendo
indiscutiblemente nuestro.
Estamos
transitando otra vez ahora, un camino reivindicativo del valor de la
unidad como base para el desarrollo virtuoso de la Nación. Se está
haciendo no sin el permanente entorpecimiento y las provocaciones del
Poder, dispuesto siempre a matar a cuantas personas “hagan falta”
para aumentar sus fortunas, tan sucias como sus mentes desalmadas,
tan miserables como cuando participaban del horror vejatorio de la
dictadura, un verdadero festín financiero para ellos, con el que
pretendieron concretar su viejo sueño de enterrar para siempre a su
odiado “populismo”.
Pero
no les fue ni les será posible nunca hacerlo. Porque quedan en la
sociedad los resabios imperecederos de los héroes de todos los
tiempos, los del principio de nuestra nacionalidad y los del final de
esa guerra fabricada entre gallos y medianoche por algún borracho de
poder. Es con el recuerdo permanente de aquellos “chicos de la
guerra”, pero más con su reivindicación consciente y real, que se
logrará vencer a los malditos fabricantes de todas nuestras
desgracias, para que emerjan otra vez ante quienes quieran verlas,
esas islas que nos arrebataron por la fuerza y la sinrazón. Para
completar, por fin, el nuevo mapa de la soberanía popular.
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