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Por
Roberto Marra
Una
corporación se puede definir como un grupo de individuos o
colectivos de personas que se organizan para la defensa de intereses
comunes. Las asociaciones de empresas, los grupos de entidades
representantes de sectores productivos, los colectivos de
profesionales, son corporaciones, y como tales buscan los mayores
beneficios para sus integrantes, con los métodos que deciden como
los más útiles para esos fines. Entre esas asociaciones
corporativas, figuran las que pretenden representar a los
trabajadores de la salud, y más específicamente, a los médicos.
El
conservadurismo político y el privilegio de los intereses de los
grupos más concentrados de poder dentro de la medicina privada, a
quienes responden en su mayoría los dirigentes de estas
corporaciones de médicos, germinan en posiciones claramente opuestas
a perspectivas socialmente justas, individualistas en su esencia,
falsamente defensoras de los intereses de la mayoría de sus
integrantes. Éstos, a su vez, suelen replicar esos propósitos que,
a la larga, redundarán en procesos negativos para sus propios
intereses, haciéndose cargo de la defensa a ultranza de
procedimientos y caracterizaciones profundamente arraigadas en la
negación de experiencias médicas por sus orígenes ideológicos,
antes que por la valía de sus conceptos y resultados.
Es
el caso de las misiones solidarias de los médicos cubanos, que se
han hecho ya un lugar en la historia de la colaboración
internacional en esa materia tan sensible a la calidad de vida de las
personas. Han sido y son parte de un concepto social de la medicina
que se aplica con resultados más que notables en esa isla caribeña,
cuyo proceso político y social lo ha sostenido a lo largo del
tiempo, profundizándolo más cuando mayores son las demandas
mundiales de aplicación de métodos preventivos o curativos.
Los
logros de la medicina cubana en el plano local de su Nación, son
verificables y alabados incluso por muchos enemigos ideológicos de
su gobierno. Al igual que en lo educativo, Cuba ha desarrollado,
impulsado por las necesidades derivadas del agobio del bloqueo al que
es sometido desde hace décadas, un sistema sanitario que podríamos
denominar “carrillista”, en honor a nuestro gran Ramón Carrillo,
representante de lo más alto de la medicina social aplicada alguna
vez en nuestro País.
Ahora,
cuando nuevamente una misión de médicos cubanos ha sido invitado
para participar en el combate a la pandemia en desarrollo, se
levantan las voces retrógradas y maliciosas de esa corporación
médica argentina, negando directamente la calidad profesional de los
probables visitantes. Enarbolan falsamente la bandera de la defensa
de los profesionales nacionales, cuando los mismos dirigentes de esas
asociaciones son los defensores a ultranza de un sistema privatizado
de la medicina que solo les sirve al enriquecimiento de unos pocos y
la pauperización de los verdaderos médicos. Son éstos quienes que
no dan abasto con sus sacrificios diarios por salvar vidas, siendo
explotados como cualquier trabajador de cada empresa que detenta
poderes derivados de las posiciones dominantes y oligopólicas, como
los establecimientos sanatoriales cartelizados.
Otra
manifestación del desprecio de los poderosos de siempre, buscando
réditos para sus corporativas maneras de actuar frente a las
necesidades sociales. Una nueva manera de mostrar esa infame
agresividad derivada de las miserables diferencias ideológicas con
aquel gobierno que envía sus médicos solidariamente a todo el
Planeta. Otra vez la disputa ridícula por el “costo” supuesto de
la llegada de estos profesionales, maltratados como “ignorantes”
por los más exaltados representantes de esa masa informe de
opinadores sin conocimiento, pero con mucha carga de desprecio
xenófobo incontenible, algunos de los cuales incluso forman parte
del Movimiento Popular más importante de la Argentina, malversando
su historia y sus orígenes sociales.
Inútil
tratar de hacer entender la realidad a los atravesados por
sentimientos casi sub-humanos, los que solo buscan alimentar a sus
amos ideologicos, pretendiendo parecerse a ellos en el intento por
llegar a ocupar sus privilegiadas posiciones de mando. A pesar de
ellos, y también de los imbéciles que no aguzan sus oídos para
escuchar las voces de la solidaridad que llegan para cuidarnos, junto
a ellos, jamás contra ellos, la solidaridad se abrirá paso entre la
maliciosa actitud corporativa de los peores representantes de la peor
ideología: la del odio.
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