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La lluvia fue protagonista en estos días, con fatales inundaciones y
daños. Reclamos y palos a los reclamantes también fueron moneda corriente, como
inútil respuesta de los inútiles que solo conocen la fuerza como herramienta.
Detrás del desastre, sin embargo, no solo hubo lluvia. No fue solo el cielo que
produjo la inundación de campos y ciudades.
Los sistemas productivos agrarios actuales, que hace más de 30 años
que se vienen aplicando en la región pampeana (y más allá también), han
significado cambios trágicos en los suelos que fueran tan naturalmente fértiles
antes de esta llamada “revolución verde”. El uso de la llamada “labranza cero”
o “mínima”, con el objetivo declarado de impedir la erosión, es acompañada,
inexorablemente, por la utilización de productos químicos que, a la par de aumentar
los rindes, provoca los famosos “daños colaterales”.
Esos daños no son otra cosa que la impermeabilización de los suelos,
además de la contaminación de las napas freáticas, del aire, de la fauna y de
los humanos que rodean esos cultivos. Tanto empeño en producir con cada vez
mayores rindes culmina en mucha libertad… Libertad para el escurrir de las
aguas de lluvias por suelos que no absorben y que encuentran muy pronto sus
caminos a las cuencas hídricas que no podrán contener tanta agua, culminando en
desbordamientos, arrasando con todo a su paso.
Lejos de comprender planteos tan sencillos, los avaros dueños de la
economía y las finanzas (y ahora, del gobierno) solo proponen “ayudar a los
damnificados” (y, ya que está, apalearlos). Es decir, donar algunos colchones para
suavizar las consecuencias inmediatas, que, no casualmente, involucran siempre
a los sectores de menores recursos. Otra vez, los pobres pagando las fiestas de
los ricos.
Nada se dirá (o muy poco) de las causas. Compungidos relatores
televisivos pondrán el acento en la “solidaridad” y, tal vez, en la represión
excesiva (dirán) a quienes protestaban sus devastaciones. En los cortes
publicitarios, los Monsanto, los Bayer, los Syngentas y tantos otros causantes
de la muerte de los suelos y de las personas, continuarán mostrando un porvenir
dichoso para el campo gracias al uso de sus venenos endiosados.
Tanta muerte y dolor solo se detendrá con la desaparición de esta fabulosa
mentira productiva, que nos vendieron para convertirse en los dueños de la
alimentación mundial, a costa de la destrucción del Planeta. Comprender esta
realidad será el primer paso, en una lucha que será contra los dueños del
Mundo, nada menos, y que solo culminará con la construcción de una sociedad nueva,
donde la lluvia sea, siempre, una bendición del cielo.
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