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"Este cambio no puede detenerse en
revanchas o ajustes de cuentas". "Tenemos que unir a todos los
argentinos". "Queremos tener buenas relaciones con todos los
países". Estas y otras tantas frases, las ha repetido hasta el
cansancio el actual presidente. Pero, al igual que su promesa de “pobreza
cero”, solo han sido emitidas para lograr el objetivo primario de ganar las
elecciones.
A los
desastrosos resultados de la aplicación de medidas económicas que asustan, se
suma ahora la nueva forma de relación internacional, consistente en apalear a
representantes de países que no simpaticen con sus retrógradas ideas. El
insólito e inédito destrato a la Canciller venezolana Delcy Rodríguez para impedir
su ingreso a la ilegal reunión del Mercosur, que desconoce toda reglamentación
del organismo, indica que Macri, junto al golpista Temer, el heredero de
Stroesner paraguayo y el dubitativo Tabaré Vázquez, se han sumado, con fervor,
a la campaña de desestabilización del Gobierno de Venezuela. Tal como también
lo hacen con todos los líderes populares auténticos que reivindican otros
paradigmas, y no los del Poder corporativo internacional.
No podía
estar ausente de estos desatinados proyectos hegemónicos, el gobierno de los
gerentes de Argentina. Al cinismo con que se expresa el presidente respecto a
sus acciones, a la prédica del odio y el resentimiento que dicen no tener, pero
que ejercen con pasión, se suman las disparatadas intromisiones en los asuntos
internos de otros países, pretendiendo dictarles el ejercicio de sus acciones
de gobierno.
Justo él,
que mantiene encarcelada a una dirigente social por delitos inventados por un
payasesco gobernador, que más parece un capataz de estancia, a pesar de los
dictámenes vinculantes de los organismos internacionales que Argentina integra.
Justamente él, que aparece vinculado, junto a toda su familia, a actos de
evasión en guaridas fiscales. Justo él, que amasó su fortuna a costa de todo el
Pueblo durante la dictadura.
Dijo alguna
vez Belgrano que “Los hombres no entran
en razón mientras no padecen”. Eso estamos haciendo: padeciendo las
agresiones de un proyecto de un País para muy pocos. Falta ahora que, haciendo
a un lado el egoísmo miserable y el velo mediático, asumamos el compromiso
histórico de entrar en razón.
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