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Por
Roberto Marra
“Mientras
tanto, en Ciudad Gótica”... Así solía establecer una separata en
el hilo argumental de la famosa historieta de Batman, ese personaje
disfrazado de murciélago que nos apasionara cuando chicos. Y así
podríamos expresar ahora respecto a lo que sucede por detrás de la
superabundancia “coronavirulesca”. Porque suceden otras cosas,
además de las que apabullan el momento histórico, donde el ajedrez
mundial se sigue jugando, montando escenografías futuras o
preparando salidas “elegantes” para el Poder Real, siempre
dispuesto a tramar, intrigar y... matar.
Escondidas
por los “comunicadores” que solo saben “bailar” al ritmo de
sus patrones (ideológicos y materiales), las noticias funestas de
las aberrantes medidas coercitivas del imperio son ocultadas para el
gran público, solo posible de escucharlas u observarlas en los pocos
medios que ejercen con autenticidad el periodismo, sea del rincón
doctrinario que sea.
Las
guerras no han parado, las bombas no han dejado de estallar, los
misiles no han cejado en su empeñoso camino de muerte dirigida, los
desplazados continúan caminando hacia la nada misma, víctimas
inexorables de quienes pretenden apoderarse hasta del aire mismo,
para que ya ni respiremos. El petroleo u otras materias primas
esenciales continúan siendo los paradigmas que señalan las “razones
irracionales” de los que mandan a matar por él, arrasando la
naturaleza y ciudades enteras que caen como castillos de naipes para
satisfacer sus intereses.
Parecen
lejanos esos parajes donde la vida vale menos que una bala. Parecen
demasiado ajenas las vidas perdidas por la ambición obscena de los
energúmenos que manejan el Mundo a su gusto. Pero están allí, con
virus o sin él, para hacernos ver que hay algo que se mantiene
incólume a pesar de la pandemia, y es el Poder de los mismos de
siempre. Sus ministros o presidentes alcanzados por el virósico
enemigo, solo son descartables fusibles de una red destinada a
manejar los hilos de una sociedad apabullada, donde sobran muchos
millones de personas, para las cuales se suelen preparar “soluciones
finales” de diversa índole, algunas inimaginables para quienes no
dimensionamos nuestro razonamiento con la perversión que los
caracteriza a estos “esforzados” dueños de casi todo.
Aún
a pesar de la pandemia desatada, miles de desesperados continúan
invadiendo el Mediterráneo para cruzar hasta donde, al menos, podrán
ser esclavos. A pesar del Covid-19, los campos de refugiados
continúan amontonando a estos atormentados migrantes en lugares
donde solo cabrían la cuarta parte de ellos en condiciones apenas
dignas, sitios donde un solo infectado desataría una mortandad
inimaginable. Todo a la vista y con el placet de los gobiernos de una
Europa que se desintegra, muy a pesar de la parafernalia burocrática
y discursiva que la sustentara hasta ahora.
Pensar
una nueva humanidad es tarea de siempre, pero especialmente de
momentos como los que se transitan. Crear nuevas metas, trazar otras
estrategias, elaborar planes diferentes, es la labor indicada para
estos tiempos pandémicos, donde la palabra “vida” resuena con
mayor vigor, donde rondan los oportunismos pero también los
descubrimientos de lo que ya se creían como valores perdidos. La
vieja y falsificada tantas veces palabra “solidaridad” se ha
vuelto ahora la más renombrada, se la ha redescubierto en el arcón
de las banderas abandonadas, donde siguen acumulados todavía otros
paradigmas que fueran las guías fundantes de nuestras vidas
anteriores, listos para volver a la batalla de las ideas que nunca se
perdieron del todo, porque forman parte esencial del concepto mismo
de “lo humano”.
Bastará
con ver lo que, hasta ahora, solo mirábamos con indiferencia
autodestructiva. Habrá que reconectar las neuronas del conocimiento
con las de los sentimientos, de recordar las palabras señeras de los
grandes hombres y mujeres de todos los tiempos, para construir ese
“hombre nuevo” que la humanidad supo soñar en épocas no tan
lejanas, buscando parir sociedades que sean capaces de sacudirse el
pesado polvo de la historia y aplastar a los mandamases que oprimen y
matan en nombre de futuros inexistentes para las mayorías. Y aunque
ahora mismo sea tiempo de privilegiar la lucha contra esos tan
pequeños pero mortales antagonistas virósicos, también lo es de
mirar hacia la “Ciudad Gótica” que nos espera después de la
pandemia.
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