jueves, 15 de agosto de 2019

LOS PRESCINDENTES

Imagen de "Política Digital"
Por Roberto Marra
Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. Esta frase, que se le atribuye a Bertold Brecht, no alcanza para nuestro País. Es que quienes se han apoderado de él y del destino de su habitantes en estos últimos cuatro años, merecen un parrafo especial en esa sentencia del genial dramaturgo alemán. Hay que decirlo: hay hombres (y mujeres) que no luchan nunca y lo tienen todo, esos son los prescindentes.
Estos aprovechadores de voluntades ajenas, sometedores de los más débiles, apropiadores del esfuerzo de quienes sí trabajan, enajenadores de lo público, dueños de la tierra y únicos beneficiados de sus riquezas naturales, han sabido quedarse con lo más trascendente de sus congéneres empobrecidos por sus culpas: la consciencia.
No tuvieron que trabajar para ello. Eso lo hicieron los miembros de esa especie de claque permanente que estos personajes despreciables tienen siempre a su alrededor, tan parásitos como ellos pero sin las fortunas de aquellos. Comunicadores con ínfulas de estrellas de las pantallas, se disputan el aire televisivo para adular a sus sostenes económicos, acumulando falsas famas que les estallan cuando sus “rufianes” de ocasión pierden el mando.
Justamente ahora, por estos tiempos de “explosiones” verbales del presidente en retirada, donde con su media lengua ha intentado (inútilmente) reproducir lo que le recomendaron sus preparadores lingüísticos, comienzan a caerse las caretas de la conveniencia de los lisonjeadores en cuestión, intentando despegarse del tren de la derrota segura, para iniciar una nueva carrera de alabanzas inútiles tras de los futuros empoderados por el Pueblo.
Los excesos verbales y las ridiculeces metafóricas no le alcanzaron al “prescindente”. No hubo anuncios del fin de las inundaciones que pudieran derivar los votos perdidos por los cuatro años de desmanes inconcebibles. No pudieron los llantos de cebollas emocionar a nadie, después de palpar los bolsillos y notar sus flacuras. No hubo “carajos” donde subirse para eludir la ola brutal de desprecios a los derechos y miseria perversamente diseñada por el Poder.
Ahora vienen la etapa de sus huidas, dejando detrás la tierra arrasada donde deberemos cultivar otra vez la vieja semilla de la justicia social, abonándola con el sudor de los mismos que perdieron todo durante el virreinato del obsceno personaje que nos impusieron los idiotizados con odios sin origen cierto, los propios sojuzgados por esta caterba de brutos con demasiadas fortunas fugadas.
Atravesar estos últimos días de sus maléficas decisiones, será muy duro. Parar esta ola bestial de destrucción social necesitará de mucho más que esfuerzo. Será preciso plantarse con la firmeza de las convicciones a flor de piel, mostrar los músculos de la fuerza común que las sustentan y desarrollar los planes con la urgencia de los hambreados y la desesperación de los millones de necesitados de buenas noticias ciertas, para darle fin a la mentira diseñada para torcer sus empeños. Será esa la chispa que incendie otra vez la llama de la voluntad popular, perdida durante cuatro años por culpa de esos parásitos de la política, los prescindentes fabricantes de nuestra muerte cotidiana.


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