Imagen de "Reporte Indigo" |
Por
Roberto Marra
Los
países del G7 (Grupo de los siete más poderosos del Planeta)
reúnen, según cálculos del Banco Mundial, el cincuenta por ciento
del PBI del Mundo, unos 43.000 billones de dólares. Ahora, en
momentos que la Amazonía arde por efectos de la bestialidad
economicista de los que se creen dueños de semejante reservorio
planetario de agua y oxígeno, parecen haber descubierto la ecología.
Lejos de aceptarse que esto pudiera ser verdad, el caso es que han
comenzado a preocuparse, no por lo que significa para la vida humana,
sino como eventual pérdida del futuro territorio de negocios por
parte de esos “encumbrados” países.
Esa
cifra ridícula que pretenden otorgar es la muestra más clara de sus
intenciones. Es la cabal expresión de sus miserables sentidos de
superioridad, que solo se concreta por efecto de sus centenarias
depredaciones planetarias, siempre bajo el imperio de la fuerza
coercitiva, con las balas y la bombas que martirizan a los pueblos o
con las prebendas corruptoras de funcionarios inescrupulosos de los
países dominados.
Veinte
millones es el pago obsceno con el que intentan cubrir sus
vergüenzas. Es la medida de sus morales desvencijadas. Es la
“muestra gratis” de un remedio que nunca nos darán. Es el
poderío manifestado en forma burlona hacia los gobiernos y los
pueblos que consideran “menores”. Es la clara visión de sus
oscuridades diabólicas, la exposición descarnada de sus desprecios
y el cénit de sus agravios.
Solo,
con la nobleza de los grandes y la enjundia de los sabios, el
gobierno de Bolivia está enfrentando esta tragedia ambiental y
económica con la fuerza de sus ideas claras, jugándose por lo que
importa y cuando debe hacerse, dejando de lado miserias
electoralistas y cubriendo las necesidades de quien guía sus actos:
el Pueblo boliviano.
Lo
hace no solo con voluntad, sino con inteligencia. Demuestra (si es
que era necesario) que los hombres y mujeres no tienen “razas”
diferentes, sino dignidades distintas. Lo ejecuta con la habilidad y
la planificación dirigida directamente por el propio Morales y el
mismo García Linera al frente de cada operación. No realizan “pasos
de comedia” como los euro-centrípetas, sino que exponen sus
capacidades dirigenciales ante su Nación, prestando el servicio por
el que juraron.
En
medio de semejante tragedia de fuego, deslumbran sus actos sin falsas
impostaciones, mostrando sentido común, alentando a los habitantes
con sus ejemplos, señalando el camino de las soluciones o los
apaciguamientos. No se trata de ensalzar lo que son sus deberes de
funcionarios, sino de destacar las diferencias con sus colegas
cercanos y lejanos, una muestra de cordura al servicio de lo justo y
solidario que debieran tener cada uno de los gobernantes.
Frente
a tanta claridad, se refleja el oscuro personaje brasileño de
historietas de terror. O el pérfido contrabandista de ilusiones
macristas en Argentina. Se empequeñecen las alturas de los creídos
gigantes mundiales de las finanzas, aplastados por la realidad de una
minúscula economía latinoamericana. Desaparecen los “humos” de
un imperio que se desvive por tomar bajo sus riendas a esta tierra
liberada de sus órdenes. Y crece la esperanza de multiplicar la
dignidad de estos grandes líderes por toda Nuestra América, con el
único fuego que nunca más se debiera apagar: la soberanía.
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