Por Roberto Marra
No
hay nada tan fácil como decir que no se está ni con uno, ni con
otro. En cualquier circunstancia, permite “zafar” de definiciones
comprometidas con determinadas posiciones ideológicas, evitando así
ser maltratado por el Poder de turno (que, en realidad, es
permanente). Claro que además, esta forma de no-compromiso suele ser
muy redituable.
Por
estos tiempos políticos, han aparecido algunos de estos personajes
supuestamente caminadores de esa llamada “avenida del medio”, que
ni es avenida, ni está en el medio. Así como el número cero, al
que uno puede tender a llegar desde un lado o del otro de la escala,
pero que en el instante mismo en que se pasa por él, ya se está del
otro lado, así también sucede con lo ideológico: o se está de un
lado, o se está del otro.
Después
están los matices, que suavizan o irritan las posiciones, pero que
no terminan de definir una alternativa demasiado diferente a la
expresada por uno de los dos lados. Y así transcurren sus vidas
políticas (generalmente cortas) estos representantes de la nada
ideológica, a la medida de las necesidades de un Poder que todo lo
determina, incluso la generación de su propia supuesta “oposición”.
Paradójicamente,
los hay por derecha y por izquierda, intentando convencernos que han
descubierto la cuadratura del círculo. Impolutos por donde se los
mire, sabrán esquivar el bulto a las definiciones profundas, con
vaguedades que les aseguren el beneplácito de los dudosos eternos,
siempre proclives a no creer en nada ni en nadie, salvo en el que
nada dice.
Estigmatizadores
profesionales, sostendrán sus ataques hacia los supuestos ambos
lados de su pensamiento pero, no casualmente, terminarán siempre en
un apoyo solapado a quienes, en realidad, sirven con sus aparentes
medias tintas. Ahí es cuando sus tendencias ambivalentes
desaparecen, para mostrar por fin sus fauces lobunas detrás de sus
pieles de corderos.
Los
medios aprovechan a estos mediopelos ideológicos, ya que también
viven aparentando una ecuanimidad que, a poco de rascar en su pátina
de verdades ilusorias, se descubren tan engañosas como sus invitados
de la falaz “avenida del medio”.
Suelen
desaparecer por un tiempo estos personajes, para revivir cada vez que
el poder necesite frenar algún “rebrote populista”. Allí
resurgen con más ímpetus, para cumplir con su nefasto ciclo de
retardo de la historia. Una historia que, tarde o temprano, suele
llevarse por delante a estos negadores de la realidad. Una realidad
que, seguro, nunca podrá transitar por ese quimérico camino del
medio.
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