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A
veces, la luz proviene de la oscuridad. A veces, lo mejor surge de lo
peor. A veces, los gestos mínimos producen efectos máximos. A
veces, la verdad nace de la mentira. Y entonces, la mala vida que nos
abre abismos de dudas y dolores, logra traspasar las miserias de los
miserables para convertir tanto asco existencial en pequeñas
esperanzas, mínimas certezas que construyen convicciones en esos
futuros tantas veces aplastados por los asesinos de utopías.
A
veces, simples hombres o mujeres, sencillas personas de pequeñas
vidas, conmueven los cimientos de una sociedad con los actos más
elementales, esos que provienen de la espontaneidad de sus almas
solidarias. Son naturales reproductores de los mejores sentimientos,
olvidados en nombre de supuestas grandezas inyectadas en las
carcomidas conciencias de las mayorías.
Cuando
eso sucede, un Pampero de fervores leales sopla limpiando la mugre de
los eternos fabricantes de odios y traiciones. Seca, con su furia
justiciera, las llagas de la maldad destructora. Arrasa, con sus
frescos remolinos de principios olvidados, las perversas fábulas de
posverdades insensatas.
Puede
ser que allí nazca otra vida, que logre remover los velos de tantas
falsedades, abriendo caminos a los viejos sueños postergados,
levante muros definitivos a la mentira organizada y genere presentes
urgentes adeudados desde siempre.
Como
todos los partos, doloroso. Como cada nuevo día, luminoso. Como
cualquier comienzo, complicado. Pero necesario. Tanto como lograr
sanar las miradas de los abandonados. O llenar los estómagos de los
postergados. O alimentar con letras las ignorancias. O plantar las
semillas de lo impostergable.
Los
malditos constructores de la muerte en vida, no habrán de hacerla
fácil. No querrán permitirse el lujo de perder sus hegemonias.
Sembrarán de mendacidades las vocinglerías medíaticas, con la
compañía deshonesta de sus lacayos verbales. Tratarán de penetrar
de mil modos nuestra sensatez, para transformarnos en títeres de sus
maniobras fraudulentas.
Ahí
es cuando sale a la luz la fuerza de la integridad moral de una
sociedad, ahora convertida en Pueblo. Será cuando el odio y la
miseria sean desintegrados ante el escudo poderoso de nuestras
verdades, ya transformadas en convicciones. Será cuando germinen las
semillas sembradas por los mejores, esos que tantas veces matamos con
el olvido. Será, simplemente, cuando introduzcamos ese sencillo
papel doblado, en la urna de la esperanza.
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