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Hace pocos días tuve la
oportunidad de “apadrinar” junto a Atilio Boron la entrega del Doctorado
Honoris Causa de la Universidad Nacional de Santiago del Estero al compañero
vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera (foto). En esa ocasión, Álvaro
retomó los conceptos brindados poco tiempo atrás en la Facultad de Ciencias
Sociales de la UBA. Luego de pasar revista a los enormes logros económicos y
sociales que produjeron los gobiernos progresistas, nacionales y populares de
la región, alertó sobre el estancamiento en el avance de estos procesos y llamó
a analizar sus causas.
Por supuesto, denunció los ataques que los gobiernos populares vienen
sufriendo por parte de las fuerzas conservadoras neoliberales, pero dedicó
buena parte de su intervención a reflexionar sobre nuestros propios errores:
“Es importante que evaluemos qué cosas no hemos hecho bien, dónde hemos tenido
límites, tropiezos que han permitido que la derecha recupere la iniciativa.
Porque si nos damos cuenta de dónde está nuestra debilidad, está claro que
podemos superar esa debilidad e impedir el regreso de la derecha y retomar
nuevamente la iniciativa con la movilización democrática del pueblo...”.
La perspectiva de García Linera impacta de lleno en uno de los ejes
centrales del debate que las fuerzas nacionales y populares vienen dando en
nuestro país desde la derrota electoral del año pasado: ¿Es necesaria la
autocrítica? Frente a esta pregunta existen múltiples opiniones que se pueden
agrupar en dos miradas fuertemente polarizadas.
Por un lado, quienes plantean que frente a la enorme magnitud de los
avances obtenidos, no tiene sentido reparar en las cosas que no se hicieron
bien o quedaron pendientes. Se enfatiza que los ataques de la derecha son por
los aciertos, no por las falencias de la gestión. Hacer públicos los errores o
debilidades propias es darle más argumentos a los sectores reaccionarios para
que justifiquen sus críticas al proceso que se inició en el 2003.
Por otro lado, están quienes absolutizan los aspectos críticos.
Corriendo detrás de lo que plantean los sectores del poder concentrado, también
proponen que la autocrítica no tiene sentido. Lo que se cuestiona es la
orientación general del proyecto llevado adelante. No vale la pena evaluar cada
política implementada porque es necesario dejar atrás lo que sucedió en estos
doce años y elegir otro rumbo. Toda revisión de lo que ocurrió implica darle
entidad al proyecto kirchnerista y de lo que se trata, desde esta posición, es
de demonizarlo y dejarlo en el pasado como una etapa superada.
Frente a estas perspectivas y de la mano de lo expresado por García
Linera, considero necesario plantear que un debate que incluya el análisis y la
evaluación de los aspectos positivos y de las asignaturas pendientes de la
gestión de la última década es hoy más que nunca una actividad tan
imprescindible como ausente. No se trata de un ejercicio nostálgico, masoquista
o de simple mirada al pasado. Debatir sobre lo que se avanzó, pero
principalmente sobre lo que no se pudo o no se supo conquistar es necesario
para afirmarnos como principal oposición al gobierno de Cambiemos con
propuestas concretas y al mismo tiempo presentar el mejor programa para
profundizar el proyecto nacional y popular.
¿Con qué propuestas iremos a las elecciones del año próximo y el 2019
si no damos cuenta de lo logrado y de lo que falta hacer para continuar y
ampliar la senda del desarrollo con justicia social? Es tanto lo que se avanzó
en el crecimiento, la distribución de la riqueza y en la ampliación de derechos
en los gobiernos de Néstor y Cristina, que reflexionar sobre lo que falta,
lejos de debilitar el proyecto, lo fortalece, poniéndolo de cara al futuro y a
las conquistas que quedan aún pendientes.
Para que este artículo no se limite a una reflexión retórica sobre las
bondades del debate crítico, quisiera proponer, a título de ejemplo, algunas de
las problemáticas más importantes que debieran ser parte de la discusión.
1) Las razones por las cuales, a pesar del importante proceso de
industrialización que vivió el país, no se logró modificar en profundidad el
patrón productivo y de esta manera evitar caer en la cíclica restricción externa.
2) ¿Era necesaria una reforma de los sistemas tributario y financiero?
3) Asignaturas pendientes frente a la demanda de resolución de las
necesidades energéticas que generó el robusto crecimiento económico, y pasos a
dar con el objetivo de profundizar el proceso de soberanía energética que se
inició con la nacionalización de YPF.
4) ¿Habría que haberle dado mayor importancia a la resolución de
problemáticas de profundo impacto en la economía y la opinión pública, como la
inflación y la confiabilidad en las estadísticas oficiales?
5) Necesidad de impulsar una reforma constitucional que garantice la
continuidad de los derechos adquiridos por nuestro pueblo más allá de los
resultados electorales.
6) Creación de nuevos mecanismos institucionales que amplíen el
control y la transparencia en el uso de los recursos públicos.
7) ¿Qué otros programas sociales se podrían haber implementado para
promover un avance más integral en el abordaje de la pobreza, confluyendo las
políticas de ingresos, salud, educación, urbanización y vivienda, entre otras?
8) Junto con la valoración de la importante creación de nuevas
universidades, debatir las dificultades para modificar la Ley de Educación
Superior de los 90 con el objetivo de avanzar en una mayor integración de las
universidades con el modelo de desarrollo nacional y local.
9) Se implementaron políticas muy activas respecto de la vigencia de
los derechos humanos y sociales y en particular de los derechos de las minorías.
¿Podría haber mejores resultados en la democratización de las fuerzas de
seguridad y del sistema carcelario?
10) Obstáculos para el avance en la vinculación de los enormes
adelantos científico-tecnológicos obtenidos en la década con las cadenas de
valor propias y la capacidad de mejorar la innovación, la productividad y la
competitividad de la industria nacional.
Por supuesto, este listado no es exhaustivo. También las políticas
llevadas adelante en otras áreas de gobierno, como justicia, medio ambiente,
desarrollo urbano, salud, etc., pueden dar lugar a la elaboración de propuestas
programáticas en base al análisis de logros y debilidades.
Por otra parte, esta posibilidad de debate crítico debiera incluir
también las formas de construcción, organización y comunicación política y las
estrategias locales o provinciales de implementación. Por ejemplo, quienes
trabajamos políticamente en la CABA debiéramos poner en cuestión si tuvimos la
capacidad suficiente para elaborar un programa integral sobre el modelo de
Ciudad que representara a la mayoría de los porteños/as o nos quedamos
únicamente supeditados a las vinculadas al proyecto nacional.
Es un debate necesario. Ninguna fuerza política puede renunciar a la
discusión abierta y plural sin dejar de ser verdaderamente transformadora.
Seguramente las conclusiones nos fortalecerán de cara al futuro. En estos
meses, el gobierno de Cambiemos mostró que el neoliberalismo no tiene nada
nuevo para ofrecer. Sólo puede repetir sus recetas de ajuste, desindustrialización,
pobreza y marginación. Las fuerzas políticas y sociales capaces de encabezar lo
que viene serán aquellas que puedan capitalizar las conquistas obtenidas y las
que den cuenta de las tareas transformadoras que quedan por delante.
Álvaro García Linera cerró su alocución en Santiago recordándonos que
los procesos de cambio profundo nunca son lineales. Siempre vienen en oleadas.
Al actual reflujo transformador en el continente lo sucederá otra ola.
Compartimos su mirada hacia el futuro: “Lo que tenemos que hacer es
prepararnos, debatiendo qué cosas hicimos mal en la primera oleada, en qué
fallamos, dónde cometimos errores, qué faltó hacer, para que cuando se dé la
segunda oleada, más pronto que tarde, los procesos transformadores
continentales puedan llegar mucho más allá, mucho más arriba, que lo que
hicimos en esta oleada”. No es momento para surfistas que esperen pasivamente
la próxima ola. Es momento de debate y discusión en el movimiento nacional para
producir la agitación que contribuya a promover la ola popular que cubra de
dignidad y justicia social a nuestro país y el continente.
* Parlamentario del Mercosur - Frente para la Victoria.
Publicado en Página12
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