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Mire usted si no es
conciliadora, armoniosa y abierta al diálogo la nueva derecha que gobernará el
país a partir del 10 de diciembre, que entre sus votantes figuran los neonazis
y los sionistas. ¿Cómo es posible entender tamaña convergencia, se preguntará?
Es claro en cada discurso del flamante presidente electo una alusión permanente
a la paz y la unidad. Cientos de comentarios en facebook, de gente como uno,
del montón, pero en este caso votantes amarillos que pedían, por el bien de
todos, "que transcurran en paz las elecciones" o, más directo y al
grano "queremos paz. Basta de argentinos enfrentados". En esa paz
entran nazis y sionistas, industriales y agropecuarios, obreros y patrones,
porque el país de todos los contruimos entre todos. O así dicen.
Intriga ese "todos". ¿Será que ha llegado el día bíblico en
el que los leones duerman con los corderos? Porque cuando decimos
"todos" nos estamos refiriendo, precisamente, a todos. Intente
hacerse una idea de la totalidad, va a ver qué difícil. En ese
"todos" hay, como cae por su propio peso, intereses diversos, muchos,
sino la mayoría, contrapuestos, antagónicos. Y para ese todo de intereses en
pugna se propone la paz.
¿Qué cosa es esa la de la "paz"? Plantear la pregunta es ya,
de alguna manera, ponerse en un terreno candente. Más desde el lugar en que los
medios hegemónicos nos han puesto: choriplaneros, camporistas, gente violenta
sin aptitud al diálogo. Pero sí: cuestiono la palabra paz. Mucho tiempo se la
ha usado por oposición a la de "guerra", convocando a sus imágenes de
horror y muerte. Pero la guerra militar, la de las imágenes mediáticas, no es
lo opuesto de la paz. Indaguemos en ella. Y voy a tomar para eso la frase, mil
veces repetidas: "todos juntos". La paz pareciera referirse a un
"llevarnos bien todos juntos". "Llevarnos bien" implica
consenso, consenso implica previsibilidad. La paz así referida es un llevarnos
bien en tanto podemos preveer cómo funcionarán las cosas. ¿Qué cosas? Pues
bien, las cosas que hacen al funcionamiento de ese todo. Un todo que funciona
en paz es un todo previsible.
Las ventajas de la previsibilidad son obvias. De una manera general,
de lo previsible puedo sacar provecho. Ahora: ¿Es ese provecho un bien común?
Es decir: ¿Implica la previsibilidad de la paz la posibilidad de sacar provecho
para todos? Así como están planteadas las cosas, no hay nada que se refiera a
la justicia de los proyectos que se apoyen en esa cosa previsible. La paz
planteada como consenso en tanto un "llevarnos bien" previsible, no
refiere en ningún momento a la justicia de lo que se proyecta. Dicho de otra
forma, con imágenes: un taller de trabajo esclavo puede funcionar en paz. Hay
armonía, previsibilidad y hasta consenso. Si señor: consiente el esclavo a
seguir esclavo y el dueño a seguir explotándolo. Hay paz.
La Historia muestra que, cada tanto, un grupo de esclavos dice
"no". Deja de trabajar, bloquea los ingresos al taller, se alza con
sus reclamos. No quiero ser más esclavo. Cosa más obvia. ¿Quién querría serlo?
El que se alza con la consigna ha introducido algo ajeno a esa paz. Ha
interpretado los consensos y ha dicho "esto no es justo. No lo quiero."
El todo ha dejado de llevarse bien. La paz se ha quebrado por ¿perturbadores?
¿patoteros peronistas o de izquierdas o, peor, de izquierda peronista? No. Esos
apenas se alzan con una consigna. Lo que ha venido a quebrar la paz es la
política.
El esclavo del taller interpreta la justicia de ese todo armónico y la
cuestiona. Y la herramienta que utiliza para romper con la paz de los amos es
la política. La política en tanto saber sobre el conflicto. La paz es siempre
transitoria hasta tanto un alguien interpreta y dice "esto no es
justo". La interpretación lo lleva al proyecto, es decir: qué es lo que va
a hacer para volver justo los injusto. Va a sindicalizarse, va a convencer a
los otros esclavos, va a parar la planta, a escribir un panfleto, armará barricadas.
Los amos lo llamarán violento y tendrán razón. Pero será esa violencia la que
le asegure al esclavo dejar de serlo. Y en esto la historia es clara. Cuando el
esclavo devenido actor político pare el taller y salga a las calles será
interpretado por los amos como violento. La violencia es interpretación. El
esclavo se supo sometido a una injusticia que también consideró violenta,
aunque para sus amos se llamara paz.
El todo deja de ser previsible, manipulable. Los amos llaman al
diálogo. Un diálogo "entre todos", entre leones y corderos. Pero, por
increíble que parezca --porque nos convencieron de que el diálogo es el
instrumento democrático por excelencia-- descubrimos que, con fundamentos o sin
ellos, cada afirmación puede ser negada. A la interpretación de uno se opone la
interpretación del otro. Hegel lo expuso con claridad: lo único que supera la
dialéctica entre afirmación y negación es la violencia de lo real, en este caso
el hecho de que haya un esclavo que enriquezca los bolsillo de un amo. En
política el diálogo sólo es posible sobre la base de cierta violencia que lo
instaura como proyecto de un grupo. El esclavo llega al diálogo luego de haber
parado la planta. Algo así como un "negociemos, Don Inodoro".
¿Cuál es la paz a la que convoca un partido de derecha? ¿Cómo podría
plantearse la paz en un escenario de conflicto entre, pongamos, ricos y pobres?
La derecha sabe esto desde siempre: la paz es la de la aunsencia de la
política. No se invoca a un pueblo en el discurso de la derecha, sino a cada
uno. No habría, así, intereses sectoriales, ni proyectos ni, obviamente,
cuestionamiento de las injusticias. Cada quien que interprete como quiera, o
mejor: que no interprete nada. Vamos todos juntos que así se avanza mejor, con
alegría, dicen. Aristóteles llamaba "idiotas" a los que estaban por
fuera de la política. El insulto nace ahí. Un idiota es alguien incapaz de
gobernarse, de gestar proyectos, de interpretar lo injusto. Alguien así sólo
puede vivir en armonía o, más precisamente, sólo puede sufrir en la armonía de
los otros. "Muchacho" y cito de memoria a Lenin "si no te ocupas
de la política, la política se ocupará de tí". Al idiota le cuesta esta
frase. Que no se ofendan los votantes de Cambiemos: el término lo acuñó
Aristóteles y, todos sabemos, murió hace muchos años sin gozar de las prevendas
de los K. O al menos que yo sepa, que ya sabemos que toda proposición puede ser
negada. La paz sólo parece posible en los cementerios. En el mundo de los
vivos, la paz es el más alto signo de la idiotez.
*Publicado en Rosario12
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