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¿Por qué Donald Trump dice
bobadas y le lleva veinte puntos de ventaja a sus competidores republicanos?
Porque invita a odiar. ¿Por qué el partido de Le Pen es el más importante de
Francia? Porque invita a odiar. Es un gran invento de la derecha moderna: el
odio que aglutina. Ya no necesitan fascismo represor, golpes militares,
dictadores esperpénticos como Franco o caricaturas como Bucaram o el Turco que
lo Reparió. Ahora usan el odio como herramienta para adoctrinar. ¿Odiar qué? A
los negros, a los inmigrantes, a los latinos, a los peronistas, a los
chavistas, a los pobres, a los árabes, a los refugiados, a los putos, a los
punk, a los hippies.
Siempre habrá algo para odiar en el mundo de los que odian con
facilidad. Están los que cobran subsidios, los que reciben derechos demorados
como los putos, los que tienen demasiados hijos, las Madres de Plaza de Mayo,
los nietos. Ahora la pregunta del millón: ¿cómo aglutinará Macri al 51 por
ciento de la gente que lo votó? Se lo respondo ya: con el odio. Y no es porque
Mauri sea malo, malo, malo. Es la única posibilidad que tiene. La otra es hacer
un gobierno del carajo para la mayoría; dura tarea, que además no parece estar
en sus planes ni en el de sus financistas.
Hay que ver quiénes hablan, qué dicen, a quiénes van dirigidos los
mensajes. Y entender los contenidos. Curiosamente, las voces más fuertes y
organizadas se han elevado desde el lado de los perdedores. Apelan a la
resistencia y garantizan una capacidad de movilización real (la Plaza de Mayo
repleta para despedir a CFK) y un estado de alerta que habrá que analizar con
el paso del tiempo. Fríamente, diría que se están anticipando, pero si lograron
que el poco presentable Cruz Avila no fuera nombrado Secretario de Políticas
Universitarias, tienen razón.
Al tiempo que se conocía el gabinete atado con alambres de Macri, una
parte sus votantes eligieron el silencio. No es lo mismo votar a Macri
haciéndose el boludo que defender a Patricia Bullrich o a un gabinete con más
causas que el Gordo Valor en la cúspide de su carrera. Habrá que ver si ya hay
arrepentimientos o desconcierto ante el escuálido gabinete nacional. O hicieron
como los radicales, declararon la misión cumplida y se fueron a dormir la
siesta. Todo es posible en la revolución de la alegría. Es que hay globitos que
se usan una vez y luego se tiran. Y hay globitos para emponar que también
sirven para ser empomados.
El kirchnerismo-peronismo le seguirá hablando a su gente. Su discurso
descansa sobre certezas: que los casi cuarenta por ciento que eligieron su
fórmula en la primera vuelta van a estar ahí, sea con el candidato que sea. Si
estuvieron con Scioli, que no enamoraba y que llegó resistido y/o traicionado desde
adentro, ese casi cuarenta votará al que le toque votar cuando llegue el
momento. Y en un eventual nuevo enfrentamiento electoral con la derecha, ese
cuarenta se volverá casi cincuenta. Eso representó estadísticamente la plaza
llena. Medio país no quiere saber nada con neoliberalismos ni alineamientos con
los EEUU. Esa certeza es el terror de la derecha.
Visto con un optimismo algo ridículo, este giro a la derecha puede ser
el golpe de energía que los populismos necesitaban por consolidarse. Si se logra
volver, será para siempre. O para larguísimo rato. La derecha lo sabe. Sabe
también (por más que digan otra cosa) que el kirchnerismo-peronismo y el
chavismo no desaparecerán, a lo sumo reconfigurarán su rol dentro de cada país.
Ambos, como oposición, pueden ser complicados de arriar.
Ustedes me dirán que es difícil que la derecha pierda esta batalla, y
yo le recuerdo que a Piñera en Chile y a Sarkozy en Francia (típica derecha
moderna, que viste de Armani, con lindos hijos y esposas; Sarkozy casado con la
novia de Europa, nada menos) los sacaron a patadas en el culo a los cuatro
años. En Francia lo reemplazaron por el primer boludo que pasaba. El que vota
por odio compra con facilidad espejitos de colores bajo diferentes nombres:
mano dura, cambio, voto cuota, reconciliación, odio. Y también se desencanta
con facilidad.
¿Y a quién le habla Macri? Obviemos esa tontería de que quiere unir a
los argentinos. Eso es imposible. Y para él es doblemente imposible porque
representa lo que la mitad del país odia y teme. Entonces, ¿a quién le habla y
qué les dice el émulo de Donald Trump? Podría guardar silencio y dejar que
hablen sus ministros, no hacer cadenas nacionales ni preocuparse por no
contradecirse ni meter la pata (difícil). Entonces, ¿por qué habla, si lo que
dice sólo manifiesta su pobreza de ideas (en el mejor de los casos), o sus
trucos de mago neoliberal (en el peor)?
Porque necesita mantenerlos unidos o entretenidos. Cualquier
dispersión puede resultar catastrófica porque los márgenes son muy finos. Medio
millón de votos, en este país, pueden cambiar de bando porque Boca sale campeón
o porque no sale. El elemento para mantenerlos unidos es el odio. Por qué
cambiar ahora, si ha funcionado. ¿Hay otro? El terror, quizá: cautelares,
decretos, represión, juicios a rolete. Pero del otro lado hay gente con muchas
batallas, con ganas de devolver gentilezas, y además el peronismo, que aún con
las traiciones por venir (el gran tema del peronismo), sabe de esto. Y no hay
que olvidar que De la Rúa reprimió una vez y se tuvo que ir volando.
Preste atención: los medios que más fomentaron el odio han retomado el
discurso. La tapa de Noticias, las puteadas de los periodistas estrellas por
las redes, el editorial de El País, la retórica barata sobre la puerta chica y
la puerta grande, continúan fomentando el odio y la división como si no
hubieran ganado. Mientras Macri habla de amor y de globos para todos y todas,
sus medios afines destilan mierda. No se enoje. Mejor trate de entenderlos. Es
el odio como aglutinante del medio país que los votó. Sólo así se explica que
la gente haya votado en contra de sí misma.
El macrismo lo va a usar (a través de sus voceros, claro, los medios)
hasta que se agote. ¿Se agotará? ¿Se volverá en contra de los que lo esgrimen?
No lo sabemos. Sí sabemos que llegar tiene su mérito pero que se puede llegar
por coyuntura o suerte (mire, si no De La Rúa). Mantenerse es otra cosa. Para
mantenerse hay que mostrar aquello que los compradores pagaron con su voto. Lo
saben los líderes de pacotilla que acabo de mencionar.
Es como levantarse un minón. Puede ser cuestión de suerte. Ella estaba
triste, había bebido de más y le había jurado al exnovio que se encamaría con
el primer boludo que pasaba. Que resultó ser uno. Pero para mantenerla
entretenida por cuatro años hay que mostrar encanto, labia, saber nadar,
surfear, esquiar, ser buen amante. Ser algo más que un tipo que estuvo en el
lugar correcto el día correcto de puro culo. Y acá no hay cautelar que valga.
Para llegar a esta conclusión no hay que leer libros sino ir a la
peluquería o a la ferretería del barrio. Tipos que dentro de una semana van a
pagar la luz el doble justifican su voto por puro odio. Si les preguntás qué
odian, balbucean, hablan de las cadenas nacionales, del tono de voz de CFK, o citan
las mentiras de Jorgito el Mercenario. Y se hacen los giles con los males que
se avecinan sobre sus vidas.
Ahora, con la fidelidad de la que es capaz la clase media y sus
satélites, parte de esa gente se puede contrariar con el nuevo gobierno por el
achique, por el ajuste, por el dólar alto, bajo, o del mismo precio. O puede
molestarse por el pan con demasiada costra (con el pan kirchnerista era por el
exceso de miga). Puede llegar el día en que Macri los siga invitando a odiar y
ellos le responden con el bolsillo.
El odio como aglutinante o un gobierno del carajo. Esas son las dos
opciones. Pero el gobierno del carajo comienza con la gente recibiendo la
primera factura sin subsidios para que los ricos ganen más, y con el cepo
nuestro de cada día. Y cuando Macri empiece a pagar favores, a ajustarse al
pedido de los poderosos que lo bancaron, a someterse a los designios de los
EEUU, la manta será cada vez más corta y en cada tirón habrá uno más a la
intemperie. El cepo, o las facturas por las nubes, pueden pasar una, dos veces.
Por ahora el odio aglutina. Pero, ¿hasta cuándo?
¿Cuántas veces dirá Mauri que es culpa del kirchnerismo? Seguramente
muchas. Y repetirá el cuentito de Caperucita a los besos con el lobo, mientras
los medios agitarán causas que eran vacías antes y lo seguirán siendo. Pero lo
más importante es que la mitad que no lo votó no le va a dar ni la hora. Es
nada menos que el cincuenta por ciento del país. ¿Entendió? Una de cada dos
personas no le cree ni le creerá nunca. Una de cada dos personas no se moverá
de su sitio. Es un tema ideológico. Es a lo que él le teme, por eso habla de
desideologizar el país como si fuera desinfectarlo. Si ese cuarenta no se
desarma, la derecha tiene patas cortas. Mucho poder, eso sí, pero a la larga
tendrá que enfrentar a ese cuarenta o cincuenta en las urnas. Y ahí tampoco
habrá cautelar que valga.
El país volverá a endeudarse para que circule plata fresca. ¿Rápido o
demorará?, ¿adónde irá a parar? ¿A pagar buitres? ¿A los pobres, a los negros,
a las embarazadas? Si eso era lo que rechazaban los que lo votaron. ¿A obras
públicas? Si obras públicas hizo el kirchnerismo e igual lo sacaron. A Macri lo
votaron para que no haga lo mismo. ¿Cuánto tiempo estarán dispuestos a creerle?
Después habrá que mostrar muñeca. ¿Cuánto tiempo pasará para que le pregunten
qué hizo y Macri diga que logró que Vuitton vuelva al país? Es un gran logro,
aceptémoslo, siempre que no signifique que para comprarme un kilo de asado
tenga que vender el auto, si es que no lo vendí para pagar la luz.
*Publicado en Rosario12
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