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La continuidad de Evo Morales –quien ha triunfado el 12 de octubre-,
está garantizada y mayoritariamente legitimada. Todavía queda por ver si Dilma
Rousseff y del Frente Amplio, ahora en la figura de Tabaré Vázquez, seguirán el
camino del mandatario boliviano. Pero debemos destacar un dato interesante en
la región: La percepción general de que los gobiernos progresistas y de
izquierdas de América del Sur no tenían rivales políticos de peso, se ha
terminado. Salvo en Bolivia –donde Evo Morales tiene una adhesión
significativa-, en otros países se han instalado representaciones políticas
de derechas con aspiraciones reales de transformarse en mayorías
electorales.
Pese al avance de nuevas y viejas
derechas, la victoria electoral de estos espacios progresistas, indican dos
cuestiones importantes a considerar: Por una lado, que las dirigencias de
derechas no lograrán forzar un cambio de época en América del Sur y, por otro,
que las ciudadanas y los ciudadanos de estos países adhieren a proyectos que
han apostado por la inclusión social, la reducción de la pobreza, la presencia
del Estado en la regulación económica y el intento de acortar la brecha entre
ricos y pobres. Parece ser el tiempo de los oficialismos de izquierdas y
progresistas que sienten el “aliento” de unas derechas que empiezan a disputar
sus bases sociales.
Ahora bien, estos escenarios
relativamente previsibles se diferencian del dilema en que se encuentra el
oficialismo en Argentina. Su dilema se funda en la imposibilidad del
kirchnerismo de establecer e “inventar” un sucesor o sucesora presidencial.
Pero, como todos sabemos, nadie se suicida (políticamente) en las vísperas y el
kirchnerismo hoy sin candidato propio competitivo intentará condicionar los
“armados” electorales en el 2015. Para ello, debe conservar su fuerza y
legitimidad hasta el último día de mandato y la clave de esto en principio es reducir
cualquier daño que pueda causar la inflación, la fuga de capitales, la presión
de las corporaciones para lograr una devaluación y los efectos del litigio con
los holdouts (fondos buitres). Entonces, si logra administrar esta coyuntura y
mantener la adhesión política hay posibles escenarios de acción para el
kirchnerismo. Escenarios, que le permitirían o bien triunfar en la elecciones
con un candidato “acordado” o, en el caso de perder, consolidarse como una
fuerza hacia el futuro reteniendo entre sus filas una cantidad importante de
diputados y alianzas territoriales.
Uno de los cursos de acción
posible sin un candidato propio, es negociar con el gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, candidato a la presidencia que mayor
intención de voto posee hasta la actualidad. Si bien pertenece al espacio
político de la presidenta (Frente para la Victoria), el “kirchnerismo duro”
–entre los cuales, en encuentran La Campora, el grupo de intelectuales Carta
Abierta, Nuevo Encuentro- se opone a su proyecto político moderado ya que
entienden que “pactará” con algunas de las corporaciones políticas y económicas
que ha limitado el proyecto de Cristina Fernández de Kirchner. La posibilidad
de negociar con este candidato radica en la posibilidad de condicionarlo en el
armado de las listas (es decir, imponerle candidato a vicepresidente y
diagramar las listas de dipuados) para co-gobernar en el futuro. Esta
estrategia, podríamos denominarla negociar para co-gobernar.
El otro curso de acción posible,
es no negociar con Daniel Scioli e instalar un candidato propio que si bien no
triunfe en las elecciones cristalice un apoyo que hoy oscila entre el 20 y 30%
del electorado, lo que convertiría al kirchnerismo en la fuerza opositora más
relevante del país. La cual, tendría espacios en la cámara de diputados, más
los espacios que ha logrado en la burocracia estatal, que no serán pocos. Es
decir, puede “plantarse” como una fuerza que podría imaginarse retornar al
poder dentro de cuatros años. Entonces, si bien esta estrategia
dificultaría la llegada de Scioli al poder presidencial –ya que el oficialismo
iría con otro candidato-, se abriría la posibilidad que una centroderecha
atravesada por frágiles pactos arribe a la conducción del Estado.
El kirchnerismo “mostraría” lo
que tiene como caudal propio y retomaría esa ambición de la cultura argentina
De alguna manera, esta última
estrategia que podría perder electoralmente podría ser el inicio de la
consolidación y ampliación de una fuerza política de carácter nacional que
sustituya al Partido Peronista, utilizando alianzas territoriales, los espacios
legislativos obtenidos y las funciones en la burocracia estatal. Podríamos
denominar a esta estrategia, perder con lo propio para persistir e inaugurar
una fuerza política con fronteras ideológicas “claras” y no depender de nadie.
Es decir, el kirchnerismo “mostraría” lo que tiene como caudal propio y
retomaría esa ambición de la cultura argentina de trascender el partido
peronista (hoy más una maquina electoral y de control social en los territorios
que una fuerza partidaria) y crear un movimiento alternativo.
Por cierto, tanto la estrategia
de negociar para co-gobernar, como la ir a una elección para “mostrar” lo
propio y establecerse como una fuerza que concentre entre un 20 o 30% del
electorado y cierta fuerza legislativa y burocrática, suponen dos estrategias
diversas de acumulación políticas con sus ventajas y dificultades. Éstas no
pueden pensarse como una que se construye “desde arriba” y otra “desde
abajo”, ya que ambas suponen un vínculo con la institucionalidad estatal. Las
ventajas o desventajas radican en la posibilidad de obtener o no recursos
estatales para consolidar el trabajo militante y social.
En la actualidad, el kirchnerismo
es la fuerza y la identidad política más relevante de la política argentina que
está intentando reubicarse en el mapa político, ya sea para co-gobernar o para
afrontar una situación de derrota con recursos políticos a futuro. Posee
capacidad de movilización y de establecer una gobernabilidad estable.
Si bien, nuevas y viejas derechas
articuladas en el espacio de Mauricio Macri (PRO) y en el Frente Renovador de
Sergio Massa pueden obtener el voto de vastos sectores de la población e
inclusive legitimarse como una “derecha con sensibilidad social” no poseen
ninguna fuerza movilizada, ni el atisbo de establecerse como una identidad
sustantiva. Ni siquiera Daniel Scioli, el gobernador de la provincia que
concentra el 38% del padrón electoral nacional e importantes recursos, ha
logrado recrear una fuerza y una identidad. La ausencia de estas dimensiones,
torna a estas derechas con sensibilidad social en agentes muy débiles
frente a lobbys nacionales y transnacionales. Paradojalmente, el límite a
éstas lo sigue estableciendo –con variaciones- el kirchnerismo, el cual
inclusive “protege” a las derechas políticas de ser empujadas a una
restauración neoconservadora y, por ende, limita sus efectos devastadores sobre
la población.
*Publicado en Telesurtv.net
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