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El triunfo de Dilma y
el cuarto gobierno consecutivo del PT abren nuevos interrogantes para Brasil y
la región. El más importante es si se dará el pronóstico de los sectores
conservadores, que apuestan a que el margen exiguo con que ganó Dilma la lleve
a construir un gobierno moderado, o si, por el contrario, esa misma merma en
los votos termine empujando a cambios más profundos.
El shock que provocó el triunfo
de Dilma Rousseff en los sectores medios-altos de Brasil puede ilustrarse con
dos notas que publicó Folha do Sao Paulo en las últimas horas. La primera, casi
una caricatura de ese sector social, mostraba las caras largas de bellas chicas
del coqueto barrio de Leblon, en Río de Janeiro, cuando en la noche del domingo
se supo que Áecio Neves había perdido contra la actual presidenta. Las jóvenes
declaraban, seguramente bajo el impacto de una noticia que no esperaban, que
preferían emigrar a Miami o Europa, antes que “vivir 20 años bajo la dictadura
del PT”.
Más abajo, otra nota mostraba el mismo asombro: algún editor creyó muy relevante contar con detalle que recién cuando se escrutaba el 88,9% de los votos Dilma pasó a Áecio Neves. Es verdad: la derecha brasileña estuvo cerca y eso, como en el fútbol, a veces es casi peor que perder por goleada.
Menos poéticos, los “mercados” abrieron el lunes mostrando también su descontento con las democráticas urnas: el BOVESPA cayó fuerte, el dólar subió, la acciones de Petrobrás se desplomaron un 14% y así.
Otra lectura de los mismos sectores asoma, todavía agazapada, aunque con seguridad ganará espacio en los próximos días: Dilma ganó, pero por tan poco margen que su programa debe ser mínimo, apenas una administración prolija que, en todo caso, vaya girando moderadamente hacia la derecha. Al fin y al cabo, eso dijeron las urnas.
Todo muy razonable desde esa lógica, salvo por el detalle de que Dilma, la misma noche del domingo, pareció apuntar en la otra dirección. Veamos algunos tramos de ese discurso:
• “Algunas veces en la historia resultados apretados produjeron cambios más fuertes y más rápidas que victorias muy amplias. Y esta es mi esperanza, o mejor, mi certeza de lo que va a ocurrir a partir de ahora en Brasil”.
• “Un debate de ideas, un choque de posiciones puede producir espacios de consenso capaz de mover nuestra sociedad en los caminos de cambios que tanto necesitamos. En las democracias maduras unión no significa necesariamente unidad de ideas ni acción monolítica conjunta. Significa, en primer lugar, apertura y disposición para un diálogo”.
• “Toda elección tiene que ser vista como una forma pacífica y segura de cambiar un país. Toda elección es una forma de cambio. Principalmente para nosotros, que vivimos en una de las mayores democracias del mundo. Cuando una reelección se consuma, tiene que ser entendida como un voto de esperanza dado por el pueblo. Por eso quiero ser una presidenta mucho mejor de lo que fui hasta ahora”.
• “El camino es muy claro, algunas palabras y temas dominaron esta campaña. La palabra más repetida, más dicha, más hablada, más dominante, fue “cambio”. El tema más ampliamente invocado fue la reforma. Sé que estoy siendo conducida a la presidencia para hacer los grandes cambios que la sociedad exige. De aquí que mi esfuerzo estará puesto a responder a esa convocatoria. Conozco la fuerza y las limitaciones que tiene cualquier presidente. Sé también que el poder que cada presidente tiene de liderar las causas populares y lo haré”.
• “Entre las reformas, la primera y más importante debe ser la reforma política”. Cuando dijo esto, la gente comenzó a cantar: “El pueblo no es bobo, abajo la Red O Globo”. Dilma hizo su pausa más larga, tomó agua, dejó que esa frase se repitiera varias veces.
• “Mi compromiso, como quedó claro durante todo la campaña, es declarar esta reforma, que es responsabilidad constitucional del Congreso y que debe movilizar a la sociedad en un plebiscito, por medio de una consulta popular”.
• “Como instrumento de esta consulta popular, el plebiscito, nosotros vamos a encontrar la fuerzas y la legitimidad exigida en este momento de transformación”.
Si bien el contenido de la reforma no fue explicitado, hace rato que sus trazos gruesos son comunicados por el PT, como puede verse en esta página oficial. Concretamente, serían tres grandes cambios:
1. Pasar a un voto por lista, en vez del actual sistema de voto individual a candidatos, lo que refuerza el rol de los partidos políticos. Hoy hay micro fuerzas parlamentarias de uno o dos representantes, sin ideologías conocidas, salvo los arreglos de conveniencia. En el otro extremo, aún con cuatro mandatos presidenciales al hilo, el PT apenas tiene 70 diputados en una cámara con 513. Algo está mal representado.
2. Cupo femenino en el Congreso. Las mujeres no llegan ni al 10% del total de legisladores. Ese número ubica a Brasil entre los peores desempeños de igualdad de género en el mundo: está 124 sobre un total de 145 países, según registra Naciones Unidas.
3. Financiamiento público de las campañas políticas. Si bien hay espacios en la televisión gratuitos para los partidos, el grueso del coste de las campañas se hace con aportes privados. Ir hacia un sistema público de financiamiento ayudaría a separar las plataformas políticas de los intereses corporativos.
Más abajo, otra nota mostraba el mismo asombro: algún editor creyó muy relevante contar con detalle que recién cuando se escrutaba el 88,9% de los votos Dilma pasó a Áecio Neves. Es verdad: la derecha brasileña estuvo cerca y eso, como en el fútbol, a veces es casi peor que perder por goleada.
Menos poéticos, los “mercados” abrieron el lunes mostrando también su descontento con las democráticas urnas: el BOVESPA cayó fuerte, el dólar subió, la acciones de Petrobrás se desplomaron un 14% y así.
Otra lectura de los mismos sectores asoma, todavía agazapada, aunque con seguridad ganará espacio en los próximos días: Dilma ganó, pero por tan poco margen que su programa debe ser mínimo, apenas una administración prolija que, en todo caso, vaya girando moderadamente hacia la derecha. Al fin y al cabo, eso dijeron las urnas.
Todo muy razonable desde esa lógica, salvo por el detalle de que Dilma, la misma noche del domingo, pareció apuntar en la otra dirección. Veamos algunos tramos de ese discurso:
• “Algunas veces en la historia resultados apretados produjeron cambios más fuertes y más rápidas que victorias muy amplias. Y esta es mi esperanza, o mejor, mi certeza de lo que va a ocurrir a partir de ahora en Brasil”.
• “Un debate de ideas, un choque de posiciones puede producir espacios de consenso capaz de mover nuestra sociedad en los caminos de cambios que tanto necesitamos. En las democracias maduras unión no significa necesariamente unidad de ideas ni acción monolítica conjunta. Significa, en primer lugar, apertura y disposición para un diálogo”.
• “Toda elección tiene que ser vista como una forma pacífica y segura de cambiar un país. Toda elección es una forma de cambio. Principalmente para nosotros, que vivimos en una de las mayores democracias del mundo. Cuando una reelección se consuma, tiene que ser entendida como un voto de esperanza dado por el pueblo. Por eso quiero ser una presidenta mucho mejor de lo que fui hasta ahora”.
• “El camino es muy claro, algunas palabras y temas dominaron esta campaña. La palabra más repetida, más dicha, más hablada, más dominante, fue “cambio”. El tema más ampliamente invocado fue la reforma. Sé que estoy siendo conducida a la presidencia para hacer los grandes cambios que la sociedad exige. De aquí que mi esfuerzo estará puesto a responder a esa convocatoria. Conozco la fuerza y las limitaciones que tiene cualquier presidente. Sé también que el poder que cada presidente tiene de liderar las causas populares y lo haré”.
• “Entre las reformas, la primera y más importante debe ser la reforma política”. Cuando dijo esto, la gente comenzó a cantar: “El pueblo no es bobo, abajo la Red O Globo”. Dilma hizo su pausa más larga, tomó agua, dejó que esa frase se repitiera varias veces.
• “Mi compromiso, como quedó claro durante todo la campaña, es declarar esta reforma, que es responsabilidad constitucional del Congreso y que debe movilizar a la sociedad en un plebiscito, por medio de una consulta popular”.
• “Como instrumento de esta consulta popular, el plebiscito, nosotros vamos a encontrar la fuerzas y la legitimidad exigida en este momento de transformación”.
Si bien el contenido de la reforma no fue explicitado, hace rato que sus trazos gruesos son comunicados por el PT, como puede verse en esta página oficial. Concretamente, serían tres grandes cambios:
1. Pasar a un voto por lista, en vez del actual sistema de voto individual a candidatos, lo que refuerza el rol de los partidos políticos. Hoy hay micro fuerzas parlamentarias de uno o dos representantes, sin ideologías conocidas, salvo los arreglos de conveniencia. En el otro extremo, aún con cuatro mandatos presidenciales al hilo, el PT apenas tiene 70 diputados en una cámara con 513. Algo está mal representado.
2. Cupo femenino en el Congreso. Las mujeres no llegan ni al 10% del total de legisladores. Ese número ubica a Brasil entre los peores desempeños de igualdad de género en el mundo: está 124 sobre un total de 145 países, según registra Naciones Unidas.
3. Financiamiento público de las campañas políticas. Si bien hay espacios en la televisión gratuitos para los partidos, el grueso del coste de las campañas se hace con aportes privados. Ir hacia un sistema público de financiamiento ayudaría a separar las plataformas políticas de los intereses corporativos.
*Publicado en Telam
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