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La estructura del mercado laboral es fragmentada y heterogénea
desplegada en una elevada disparidad salarial entre trabajadores
formales según actividad, en una pronunciada diferencia de calidad y
protección social entre el empleo registrado y el no registrado, y en
una todavía elevada tasa de informalidad. Unos 2,5 millones de personas
tienen problemas laborales por estar desocupada o subempleada. Las
dificultades para tener un trabajo afectan más a los jóvenes de 18 a 24
años, con tasas de desocupación que duplican el promedio. Este panorama
plantea importantes desafíos en un contexto internacional de retroceso
en derechos sociales y desfavorable para el mundo del trabajo, en
especial en Europa que registra picos de desocupación de más del 25 por
ciento en España y Grecia, con más de la mitad de los jóvenes sin
empleo. La situación laboral en Argentina requiere entonces ordenar el
diagnóstico para eludir análisis dramáticos y así precisar que en un
territorio hostil, si bien se ha avanzado al disminuir la desocupación
del 24,3 al 7,9 por ciento en diez años, todavía falta bastante para
reconstruir un sólido mercado laboral.
El debate sobre el empleo tiene las mismas características que el
resto de los temas económicos y sociales en los últimos años.
Pronósticos fatalistas, interpretaciones erróneas a partir de comparar
diferentes trimestres cuando lo correcto es hacerlo en forma interanual
para neutralizar la estacionalidad, y datos estrujados para forzar la
realidad con el objetivo de confirmar hipótesis previamente elaboradas.
Un reciente informe del Ministerio de Trabajo permite abordar
aspectos centrales de la evolución del mercado laboral, al tiempo que
deja en evidencia cuestiones pendientes. El recorrido del documento es
interesante porque responde a inquietudes y afirmaciones de la ortodoxia
y de un sector de la heterodoxia que muestran un panorama laboral
frágil, caracterización que el informe cuestiona al afirmar que “se
equivocan” porque “Argentina ha modificado su estructura laboral, que
hoy muestra solidez, estabilidad, lo que vemos en los números del
desempleo, en los niveles de trabajo registrado y salarios alcanzados en
los últimos diez años”.
Lo que sigue es el contrapunto entre las opiniones de especialistas
que hablan de la tendencia negativa del mercado laboral y la posición
oficial.
- El 15,9 por ciento de la fuerza laboral está desocupado o
subocupado, índice similar al 16,6 por ciento de hace cinco años, lo que
muestra un mercado laboral estancado.
El proceso de mejoras laborales iniciado en 2003 se desaceleró
súbitamente en 2009, pero esto se debió fundamentalmente a las
restricciones impuestas por el crac en el sistema financiero mundial y a
su reflejo en la crisis económica de los países desarrollados que aún
perdura. A diferencia de lo que ocurrió en décadas pasadas, el impacto
de esta fase contractiva internacional y regional no ha implicado en
nuestro país un crecimiento significativo de la desocupación, ni en la
destrucción masiva de puestos de trabajo formales, o en un empeoramiento
de la distribución del ingreso. De este modo, evaluado en términos
objetivos la relativa estabilidad de los indicadores laborales desde
2009 no debería ser interpretada como una “etapa de estancamiento”, sino
como una “fase de sostenimiento de los avances laborales alcanzados
desde 2003, en un contexto internacional complejo”.
- En los últimos años el empleo público avanzó a un ritmo que duplicó y aún más el del sector privado.
Es un repetido y errado análisis sobre el mercado de trabajo que
postula que, desde hace una década, el empleo público avanza a un ritmo
mayor al del sector privado. El argumento de que el empleo público
emplea a un tercio de los trabajadores asalariados registrados es
cierto. El que afirma que la proporción de los que “dependen del Estado”
fue creciendo es falso: durante los últimos diez años el porcentaje del
empleo público en el total del empleo pasó del 38,2 por ciento en 2003
al 33,5 por ciento en 2012.
- En materia de ingresos, uno de cada dos trabajadores gana menos de 3500 pesos por mes.
El dato es cierto, pero en los años 1997 y 2000 ese porcentaje se
encontraba en alrededor del 65 por ciento, calculando los ingresos en
términos reales en esos años (el Ministerio de Trabajo aclara que para
evitar discusiones sobre la medición de los precios utilizó para el
análisis de los ingresos el índice de precios promedio de siete
provincias). Esto implica que el nuevo esquema de políticas ha permitido
revertir el crecimiento sistemático de la problemática, mejorando los
ingresos reales de los trabajadores y sus familias.
- El costo laboral medido en dólares sube y afecta la competitividad.
Si bien es cierto que los costos laborales no se mantienen en el
deprimido nivel de 2002, aún se encuentran un 30 por ciento por debajo
del nivel de 2001, por lo que no es cierto que se haya agotado esta
ventaja competitiva.
- El Gobierno señala que a partir de 2003 se crearon cinco
millones de puestos laborales. Pero estimaciones basadas en los
resultados de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec arrojan una
diferencia de 3,8 millones de ocupados desde aquel año.
Los 5 millones de puestos creados como los 3,8 millones de nuevos
ocupados son datos válidos, que surgen de información y cálculos
estadísticos correctos y que no son contradictorios, aunque lo pareciera
por la diferencia numérica. Lo que ocurre es que ambos datos reflejan
el crecimiento del empleo considerando diferentes fechas y modalidad de
ocupaciones. El cálculo que da 5 millones toma como período de base el
primer trimestre de 2003, en cambio el alternativo pone como referencia
el tercer trimestre de ese año. Y el cálculo de los 3,8 millones refleja
el crecimiento de la cantidad de personas ocupadas y el dato de los 5
millones, el crecimiento de los puestos de trabajo. Esto significa que
existen personas con más de un empleo.
- En 2007 la desocupación se ubicó por debajo de 10 por
ciento, pero sigue estando por arriba de las tasas históricas que había
tenido el país antes de los noventa.
La tasa de desempleo del total país durante las décadas previas a la
del noventa era más baja porque la tasa de actividad era mucho más baja
que la actual (en gran medida esto se debe al crecimiento sistemático
de la participación de las mujeres en el mundo del trabajo). Si en la
década del ochenta se hubiese registrado la tasa de actividad que se
verifica en la actualidad, con el nivel de empleo de esos años, la tasa
de desempleo habría superado largamente los dos dígitos.
- La informalidad entre los asalariados era de 45 por ciento
en 2003 y ahora es de 34 por ciento. Es el mismo porcentaje que había a
principios de los años noventa.
La reducción de la informalidad laboral en los últimos diez años se
valoriza cuando se analiza la evolución histórica de la tasa de empleo
no registrado armonizada entre 1980 y 2012. La evolución del indicador
muestra que el empleo no registrado se incrementó prácticamente en todos
los años desde 1980 hasta 2004. En ese lapso la tasa de informalidad
sólo se reduce en forma algo significativa (al menos un punto
porcentual) en 2 de esos 24 años. Esta tendencia creciente tiene la
característica que se mantuvo tanto en las fases expansivas como en las
fases recesivas, y bajo regímenes políticos y económicos diversos. El
incremento en esas dos décadas contrasta con el descenso del índice
desde 2005, alcanzado un nivel similar de inicios de la convertibilidad y
logrando así la primera reducción sistemática de la tasa de empleo no
registrado en la historia reciente del mercado de trabajo argentino.
Al culminar la lectura de este contrapunto sobre el mercado laboral, se recomienda regresar al primer párrafo del artículo.
*Publicado en Pagina12
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