La brutalidad de los genocidas se alimenta y eleva gracias a la acción mediática protectora de sus actos aberrantes. Periodistas de insospechada pertenencia a ideas negacionistas “dudan” sobre el ataque de Israel a u hospital y una escuela y se lavan las manos de otorgar responsabilidades a quienes la tienen. Hay como un halo de sobre-protección a esa nación inventada por los imperios para sojuzgar a Medio Oriente, que impide la crítica de muchos que se presentan como honestos periodistas, pero que se rinden ante el poderío de ciertas fuerzas e intereses que manejan la mediática absolutista que padecemos.
El Poder Real da vuelta la realidad, invierte la verdad hasta generar incertidumbre permanente entre los espectadores de sus asesinatos, siempre presentados como ejecutados por los enemigos de turno que fabrican a la medida de sus necesidades y la del imperio al que rinden tributo. Arman hasta los dientes a los genocidas para perpetrar los peores desmanes, las atrocidades más espeluznantes, las bestialidades propias de cavernícolas, pero con la exacerbada perversión que aquellos no tenían.
Desilusionan los analistas sin honor, vendidos al dios dinero antes que al acompromiso con la verdad. Nos matan el futuro los discursos de funcionarios atados al carro del imperio que nos somete y nos aniquila las esperanzas con sus fondos monetarios y sus amenazas de hambre y miseria centenarias. Nos fabrican candidatos y candidatas que anuncian sus horrores con el desparpajo de la cobertura goebbeliana de “sus” medios, convenciendo a quienes debieran rebelarse ante tanta maldad premeditada, tanta ignorancia fabricada, tanta brutalidad entumecedora de las neuronas de quienes serán sus víctimas seguras si llegaran a gobernar.
El asco nos está llenando el arco de goles tramposos, y no hay “var” que nos pueda dar la razón si protestamos, porque la justicia es un valor perdido en la oscura maraña de mentiras programadas, dando por ciero lo que nunca sucede y negando lo que vemos casi en vivo y en directo a través de las redes de la infamia que, para peor, también les pertenece.
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