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Los resultados de las
elecciones del domingo pasado resultaron durísimas para el Peronismo. Por
primera vez desde 1987 ha perdido su hegemonía en la provincia de Buenos Aires
y lo que es peor ha perdido su principal herramienta de presión para lograr
sentar a negociar a los poderes reales de la Argentina. De la misma manera que
las 62 Organizaciones y el movimiento obrero organizado funcionaba entre los
'60 y los '80 para sellar acuerdos sociales, el "aparato bonaerense"
se había construido como el ariete que utilizaba el Peronismo para asegurar
gobernabilidad o amenazar con el caos. Lo hacía frente a los poderes fácticos
que amenazaban con golpes de Estado o de mercado, no era un juego de señoritas.
Incluso fue utilizado durante el espantoso gobierno de la Alianza anterior, es
decir la de 1999-2001, para reencauzar el país luego del desastre económico más
profundo del último siglo.
El mismo Kirchnerismo gozó de las bondades de ese aparato electoral en
las elecciones de 2003, 2007 y 2011, ya que fue la provincia de Buenos Aires la
que aportó los votos diferenciales en un país donde la oposición ganaba la
franja central del país y al peronismo le bastaba con echar mano al 37% del
electorado que significaba ese gran distrito electoral. Por eso los resultados
del domingo golpean en la línea de flotación del Peronismo y demostraron lo que
se previó en las PASO:
a) Que el mito del peso clientelar del aparato bonaerense era falso.
b) Que el electorado de la provincia de Buenos Aires es tan sofisticado
como cualquier otro.
c) Que el peronismo para ser hegemónico en ese ámbito no puede
dividirse y que para recuperar espacio perdido debe zurcir las heridas entre
los sectores internos del espacio ampliado.
d) Que las internas salvajes siempre perjudicaron a ambos
contrincantes del mismo espacio y favorecieron al adversario. Lo mismo ocurrió
en 2007 en la Ciudad de Buenos Aires y el Macrismo se quedó con la CABA. El
ejemplo volvió a repetirse ahora en la provincia…
El mapa electoral de la Argentina que viene es el de un sistema
político complejo y de una multiplicidad de interdependencias.
Si el balotaje lo gana Mauricio Macri gobernará con los dos distritos mayoritarios del país de su lado, lo que le permitirá llevar adelante políticas territoriales comunes pero tendrá la gran dificultad de enfrentar la adversidad de un Parlamento con una oposición muy poderosa, lo que generará una parálisis institucional muy fuerte que se podrá saldarse con acuerdos generales muy amplios con el Peronismo o, por el contrario, con violaciones reiteradas a las instituciones, es decir, con un salto autoritario que le permita al Ejecutivo utilizar una virtual Suma del Poder Público no delegada por el Congreso, lo que pone a la Democracia en un grave peligro. Si el balotaje lo gana Daniel Scioli, en cambio, las dificultades no estarían en el plano institucional sino territorial: la Nación sería un bastión Peronista rodeado de un mar amarillo que capitalizaría de inmediato todas las políticas públicas del Ejecutivo Nacional.
Si el balotaje lo gana Mauricio Macri gobernará con los dos distritos mayoritarios del país de su lado, lo que le permitirá llevar adelante políticas territoriales comunes pero tendrá la gran dificultad de enfrentar la adversidad de un Parlamento con una oposición muy poderosa, lo que generará una parálisis institucional muy fuerte que se podrá saldarse con acuerdos generales muy amplios con el Peronismo o, por el contrario, con violaciones reiteradas a las instituciones, es decir, con un salto autoritario que le permita al Ejecutivo utilizar una virtual Suma del Poder Público no delegada por el Congreso, lo que pone a la Democracia en un grave peligro. Si el balotaje lo gana Daniel Scioli, en cambio, las dificultades no estarían en el plano institucional sino territorial: la Nación sería un bastión Peronista rodeado de un mar amarillo que capitalizaría de inmediato todas las políticas públicas del Ejecutivo Nacional.
Después de tres días de estar grogui, el Peronismo pareció alinearse
definitivamente frente a las elecciones del 22 de noviembre. La presidenta
volvió a tener un momento de "Verdad Absoluta" en su discurso del
jueves –me refiero a esos instantes de autenticidad, de luminosa humanidad,
en los que Cristina Fernández de Kirchner deviene irrefutable- y aclaró
los tantos. Sin regalar mucho fue contundente: el 22 debe ganar el Frente para
la Victoria.
¿Pero por qué debe ganar el Frente para la Victoria? Algunos
trasnochados creen que una victoria de Macri favorecería un regreso triunfal
del Kirchnerismo en 2019. Sólo aquellos que creen que la clandestinidad es más
bella que la felicidad pueden creer que es bueno dejar a la intemperie a
militantes y cuadros políticos y, sobre todo, convertir al Estado y a los
sectores populares en cotos de caza para aquellos cuyo único objetivo es
saquear a la Argentina, acumular y concentrar riquezas a costa de las mayorías.
El Kirchnerismo ha dejado un país normalizado, con algunas
dificultades, es cierto, pero con un aparato productivo en pie, con un alto
poder adquisitivo en términos relativos de los sectores del trabajo, con un
Estado saneado, más allá de algún déficit momentáneo y fácil de llevar, y con
un alto nivel de desendeudamiento. El próximo presidente tendrá un periodo de
gracia para poder destrozar la economía del país. Entre el arrastre del
crecimiento anterior y la mejora de los sectores populares, tendrá un hándicap
alto para acumular y concentrar sin dañar demasiado a los sectores del trabajo;
al mismo tiempo tendrá la posibilidad de endeudarse y realizar un festival de
dólares en el mercado interno tan costoso como lo fue el de la década del '90.
Pasarán algunos años para que las mayorías puedan visualizar el daño que se les
hizo a los trabajadores y al Estado.
Para que se entienda y utilizando un ejemplo nefasto de la propaganda
de la dictadura militar: Argentina era una vaca famélica, muerta de hambre por
décadas de políticas neoliberales; el Kirchnerismo logró recuperarla, llevar
adelante una política de engorde, y ahora que es tiempo de invertir en el
tambo, aquellos que casi la matan de hambre vienen a dar lecciones de cómo
hacer el tambo y pretender quedarse con la vaca. Y lo peor es que algunos se
olvidaron de sus caras y de sus acciones.
Concretamente, lo que está en
juego es lo siguiente:
a) la distribución regresiva de
la renta nacional,
b) la muerte de la unidad
sudamericana,
c) el proceso de industrialización,
d) la alineación automática con
Estados Unidos,
e) el desguace del Estado,
f) el endeudamiento que no es
otra cosa que el saqueo de los ahorros y el trabajo de los argentinos.
Por esa razón, si pierde Daniel Scioli pierden las mayorías. Ningún cálculo
político sectorial puede olvidar este hecho. ¿Cómo se gana? Nadie lo sabe. A
veces para ganar es necesario cambiar algunas cosas. A veces para ganar basta
sólo con hablarles a las mayorías. Otras veces, sólo se gana escuchándolas.
*Publicado en Tiempo Argentino
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