lunes, 23 de noviembre de 2015

LA VIDA Y EL TIEMPO

Imagen diarioalfil.com.ar
Por Roberto Marra

Hace 12 años sentí que alcancé a la vida. Siempre se me había escapado. Cada vez que parecía que ya la tenía entre mis manos, se derrumbaba la esperanza. Pero hace 12 años la pude ver cerca y asirme a ella. Y conmigo, millones. Y lo que parecía imposible, pudo ser visible. Lo que era sueño, fue realidad. Lo que se perseguía desde siempre, se alcanzaba. Lo que se quería construir, se comenzó a levantar. Lo que parecía inamovible, se empezó a remover. Lo que se reclamaba, se tenía en cuenta. Lo que se necesitaba, se concretaba. Lo que se había ocultado, se develaba. Los derechos siempre negados, se otorgaban.
Pero la vida, se sabe, es una construcción permanente. Y quienes la construimos, también se sabe, somos tan iguales como diferentes, tan decididos como volubles. No basta que accedamos a derechos reclamados, que ya estamos exigiendo otros. O los mismos, pero ampliados. Y los gobiernos son, básicamente, expresión de esta Sociedad diversa, compleja, muchas veces cohesionada, pero las más, confrontada entre sí.
Y resulta comprensible la necesidad permanente de superación de todos los sectores sociales. Pero lo que no resulta fácilmente digerible es la negación de la realidad para obtener nuevos beneficios. Lo que no puede ser admitido, desde un razonamiento lógico, pero también desde lo emocional, es la búsqueda insaciable de la ventaja individual por sobre lo general. Lo que indigna hasta la rabia, es el desprecio por los distintos, los vulnerables, los que nada tuvieron nunca, y en estos 12 años, resarcidos en gran parte por las políticas innegables de inclusión.
Y lo que resulta más llamativo de ese desprecio, es la composición social de quienes así se manifiestan, hasta ayer pobres de toda pobreza y hoy transformados en pequeños burgueses con permiso de las clases altas de parecerse a ellas hasta que ya no las necesiten para sus objetivos reales, cuando los globos se hayan pinchado y queden al descubierto sus intenciones permanentes de un País para pocos y una miseria para muchos.
Hoy, siento que la vida nos volvió a soltar las manos. Y tengo miedo de que todo se transforme nuevamente en imposible. De que las realidades vuelvan a ser solo sueños. Que se alejen cada vez más los logros alcanzados. Que todo lo construido se derrumbe. Que ya nada se pueda modificar. Que los reclamos ya no sean considerados. Que ya no se haga lo que se necesita. Que se vuelva a ocultar lo develado. Que se pierdan nuevamente los derechos.
Pero también tengo una esperanza, que quiero transformar en certeza: que aquellos que hemos construido y defendido este Proyecto político, social, cultural y económico inédito, seamos capaces de encontrar en la unidad, en la cohesión, en la ineludible autocrítica no destructiva, el camino hacia la construcción de un Proyecto renovado, siempre basado en lo que tanto se hizo, pero con las necesarias correcciones que, por muchas causas, son imprescindibles.
Después de elaborar mil conjeturas, de analizar cientos de razones, de repensar decenas de frustraciones y de errores, nos queda el camino del deseo, de la ilusión de re-construir los logros que ya obtuvimos y se vislumbra que nos quitarán. El tiempo, que es a veces aliado y muchas, enemigo, es insoslayable.
Como dijo el General Perón, “…Venceremos, en un año o en diez, pero venceremos…”


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