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De Corbacho a la UCEMA, y de
Cavallo a Kiguel, la polémica en torno a la figura de Keynes de la última
semana, permite proyectar una mirada sobre el debate económico y sobre los
supuestos ideológicos que están detrás de las recetas de los gurúes de siempre.
Hay académicos que se distinguen por salvaguardar siempre el honor de
la ortodoxia económica, antes que dejar en evidencia la responsabilidad de la
misma en las crisis sociales. A propósito de Alejandro Corbacho, su colega de think
tank en la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de
Argentina (UCEMA), Miguel Kiguel, fue bien clarito días atrás cuando dijo que
la Argentina debe seguir “el camino que está haciendo Grecia, aunque por estos
días no tiene buena prensa".
Kiguel fue subsecretario de Finanzas del segundo gobierno de Carlos
Menem, y jefe de asesores de Domingo Cavallo al frente del Ministerio de
Economia en los últimos días de la Alianza (sí, asumió el 14 de diciembre de
2001, a días de la quiebra del país).
Sin embargo, estos académicos, como Corbacho, Kiguel, Cavallo,
Federico Sturzenegger, aseguran que lo que sucedió en 2001 no fue consecuencia
de los 25 años previos de políticas económicas de ajuste, endeudamiento,
desindustrialización, desempleo y pobreza siguiendo una a una las recetas de
los organismos multilaterales de crédito, como el Fondo Monetario Internacional
o el Banco Mundial.
No, ellos siempre dicen que el derrumbe de 2001 fue culpa de la
política, de los políticos, de la violencia social, de las organizaciones
sociales, de la corrupción y la delincuencia, que a su vez nunca son
consecuencia de las recetas económicas y financieras dictadas desde los centros
financieros mundiales. Así de simple, como con el nazismo. Que no fue producto
de las humillaciones a las que el pueblo alemán fue sometido por las
principales potencias mundiales, como predijo John Maynard Keynes, en su libro
“Las Consecuencias Económicas de la Paz”, donde dejó en claro por qué
renunciaba a ser parte del Tratado de Versalles.
Esas consecuencias fueron las que indefectiblemente terminaron por
llevar a Alemania a una de sus etapas más oscuras. Este mismo académico,
Keynes, no Corbacho, fue además quien vislumbró previo al Acuerdo de Bretton
Woods que las potencias sellaron tras la Segunda Guerra Mundial, que erigir al
dólar como moneda de reserva iba a significar sumir a la economía mundial en la
dependencia de la moneda de un país que era el único que tenía la maquinita de
producirla. Y así fue nomás. Y hoy vemos las consecuencias de ésa decisión de
la manera más dramáticadesde que se firmó ése acuerdo.
El dólar sube o baja, pero su movimiento jamás es inocuo a las
economías del mundo, desde las más pequeñas y menos desarrolladas, hasta las
más grandes y potentes. Sus movimientos también empujan los valores de los
combustibles, los alimentos, los recursos naturales y los productos
industrializadios. El dólar rige el orden monetario mundial, aun cuando es una
moneda que se produce en un país cuyo endeudamiento supera con creces lo que su
economía puede producir a lo largo de un año. Cualquier otro país en
condiciones semejantes sería conminado a suscribirse a un programa monetario
dictado por los organismos multilaterales de crédito para mejorar sus perfiles
de deuda y finanzas, tal como lo hicieron con Grecia. O como lo hicieron en
décadas pasadas con los países latinoamericanos, y antes, con los sudafricanos.
Pero no, porque Estados Unidos puede fabricar los dólares que necesita para su
propio salvataje financiero y no se los debe a nadie. Además es quien escribe
las recentas de los organismos multilaterales.
Y porque cuenta con “buena prensa”. Y con académicos dispuestos a
defender a capa y espada el Tratado de Versalles y el Acuerdo de Bretton Woods.
Y echarle la culpa a Keynes.
*Publicado en Telam
vienen a ser los "academicos" que rechazan que Grecia para honrar ... no, mejor escribo pagar las deudas debe generar riqueza, y para generar riqueza debe tener trabajadores trabajando, sino los bienes se los llevarían los otros. la disputa de siempre por la plata y el poder
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