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Por Roberto Caballero*
Las coincidencias entre la campaña buitre y las denuncias del
fiscal. Mientras el gobierno nacional levanta el secreto que ampara por ley al
mayor espía de la historia argentina para que hable, la judicatura corporativa
convoca al silencio de una marcha junto a los referentes de la oposición.
Según consignó Tiempo Argentino, la primera, bajo el título
"Aliados vergonzosos", estaba ilustrada con las imágenes de Cristina
Kirchner y el entonces presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad. Veinte días
después, se publicó la segunda, aunque esta vez la foto de la presidenta lucía
junto a Hassan Roahani, el sucesor de Ahmadinejad, bajo una inquietante
pregunta: "¿Cuál es la verdad del acuerdo de Argentina con Irán?"
En esta, se destacaban, además, las versiones encontradas sobre los alcances
del Memorándum de Entendimiento. Kirchner aparece diciendo que "va a
permitir el interrogatorio de funcionarios iraníes" y Roahani afirmando
que "bajo ninguna circunstancia se permitirá que el juez y el fiscal
entren a Teherán a interrogar a nadie".
Una semana más tarde, aquella movida publicitaria, sin dudas dirigida
a influir sobre el ánimo de los congresistas y los funcionarios de la
administración de Barack Obama para que tomen medidas en contra de nuestro
país, y allanarle de ese modo el camino a los buitres en el cobro de la
sentencia Griesa, fue puesta bajo la lupa por dos periodistas, Christina Wilkie
y Ryan Grim, del prestigioso portal The Huffington Post.
El informe que produjeron comenzaba con un párrafo demoledor:
"Publicidades como las que atacan a Argentina son un método por el cual
los capitalistas buitre buscan forzar a un país dañando su reputación entre los
decisores políticos." El texto sigue con un breve resumen sobre el eje de
la disputa: "Un fondo de inversión con el que el país se enfrenta compró
deuda defaulteada por menos de 50 millones de dólares, exigiendo ahora más de
1000 millones de dólares de pago. Para lograr su objetivo, los cobradores de
deuda de esta magnitud necesitan astucia política y amigos en los lugares correctos.
Ellos (los fondos buitre) pagan generosamente por ambos. En este marco, ATFA,
el grupo que aboga por la devolución total de los bonos, lanzó un amplio ataque
sobre Argentina en su campaña de relaciones públicas."
Detalla también que Paul Singer "gastó por lo menos 150 mil
dólares para hacer lobby en el congreso en los primeros tres meses de este año,
cuya porción más grande fue a la poderosa firma de abogados Covington &
Burling. El último año, gastó casi un millón de dólares en lobby y desde 2007
gastó más de 3,8 mil millones de dólares en consultores".
Siempre según los autores, "ATFA está compuesta por dos grupos
aparentemente no relacionados: los fondos de inversiones buitre, que esperan
beneficiarse de pagos de la deuda ordenados por los tribunales y los grupos de
agricultores y ganaderos de Estados Unidos, quienes ven a Argentina como un
competidor potencial." Y apuntan a Robert Raben, ex empleado del Capitolio
y de la administración Clinton, como director ejecutivo de ATFA; y a Robert
Shapiro, un ex subsecretario de Comercio, y a Nancy Soderberg, ex embajadora
ante la ONU, como sus laderos.
Por último, informan que "junto con Raben, los representantes del
grupo ganan sus honorarios de consultorías, en parte, escribiendo artículos de
opinión sobre cuán inestable es Argentina y cómo su negativa a pagar a los
fondos buitre debería servir como una advertencia a otros para no hacer
negocios ahí. Desde 2009, estas piezas de opinión aparecieron en The Wall
Street Journal , The Hill, el periódico británico Daily Telegraph y hasta en
The Huffington Post."
Es que los periodistas Wilkie y Grim, mientras desarrollaban su
valiente investigación, descubrieron que Raben, Shapiro y Soderberg habían
escrito contra la Argentina en su propio portal sin advertir a los editores que
Singer los tenía contratados, precisamente, para hacer eso. Un claro conflicto
de intereses. Desde entonces, la publicación decidió levantar las notas de los
tres lobistas que se camuflaban como columnistas desinteresados.
Esa firme actitud del portal estadounidense contrastó con la cálida y
amigable recepción que, un año más tarde, un grupo de periodistas argentinos
les brindó a los mismos Shapiro y Soderberg, en el exclusivo Palacio Duhau,
durante el viaje que realizaron para desacreditar la estrategia del gobierno y
contactarse, de manera misteriosa, con aun más enigmáticos interlocutores
locales.
Volviendo a los aspectos concordantes entre el escrito de Nisman y la
campaña de ATFA, no puede eludirse en el análisis la simultaneidad de fechas
entre otra acusación producida por el fiscal contra Teherán por la causa AMIA y
las publicidades aparecidas en The Washington Post.
El memorándum se había firmado el 27 de enero de 2013, entre los
cancilleres de Argentina e Irán, en Adis Adeba, Etiopía. El Congreso Nacional
lo aprobó la última semana de febrero, y el gobierno iraní lo terminó aceptando
el 20 de mayo.
Nueve días más tarde, Nisman presentó 500 páginas de acusación contra
Irán, calificando a su gobierno de "régimen terrorista que desde hace años
tiene el claro objetivo de exportar la revolución acudiendo a la
violencia". En su dictamen, daba por probado que "Teherán instaló
estaciones de inteligencia, además de la Argentina, en Brasil, Paraguay,
Uruguay, Chile, Colombia, Guyana, Trinidad y Tobago y Surinam con el fin de
cometer, fomentar y patrocinar actos terroristas".
¿Cómo hizo Nisman para investigar esas ramificaciones continentales
del terrorismo internacional? ¿De dónde surgía su certeza, por ejemplo, de la
actividad de supuestos combatientes clandestinos chiítas en Surinam? ¿O en
Trinidad y Tobago?
Quizá de otro lado, pero no de su fiscalía especial. Dos meses antes, Roger
Noriega, el ex secretario de Estado Adjunto del Hemisferio Occidental de George
Bush, había comparecido ante el "Subcomité de Terrorismo y no
Proliferación", en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, y
allí describió supuestas redes paralelas de colaboración con el terrorismo
iraní, que "crecen a un ritmo alarmante en América Latina. Una de ellas es
operada por colaboradores venezolanos y la otra por un ex diplomático iraní.
Abarcan más de 80 cuadros en al menos 12 países de la región, siendo sus
grandes áreas prioritarias Brasil, Venezuela, Argentina y Chile."
Lo concreto es que, el mismo día que Nisman presentó su denuncia sobre
la amenaza de las redes iraníes en Latinoamérica, el Departamento de Estado
difundía su informe anual "sobre el terrorismo en el mundo". Y, en el
párrafo dedicado a la Argentina, deploraba "el marcado giro" de la
política del gobierno kirchnerista CFK hacia Irán y reflejaba también las
críticas de la AMIA y la DAIA al memorándum.
De mínima, corresponde decir que el fiscal que consultaba los pasos a
seguir en la investigación de la causa AMIA con la Embajada de los Estados
Unidos –relación acreditada en los cables de Wikileaks y confirmada por el
protagonista–, era el autor de escritos que conceptualmente no contravenían lo
regimentado en la materia por algunas de las agencias de inteligencia de aquel
país y su sector político más conservador y radicalizado, representado por
Noriega. Sin ir más lejos, mientras Nisman escribía que Irán era la expresión
más acabada del terrorismo planetario, Barack Obama reanudaba las relaciones
con Teherán, interrumpidas desde 1979.
No es una conclusión, apenas una pregunta. ¿Por qué Nisman hace
pública la acusación contra Irán al mismo tiempo que la ATFA de Singer castiga
a la Argentina por el acuerdo? La sincronía es curiosa. Quizá no haya relación
directa entre una cosa y la otra. No se puede afirmar eso, pero descartarlo es
igual de temerario.
¿Existe una relación entre estos fondos y un sector del gobierno de
los Estados Unidos que quiere que le vaya bien a Singer y mal a la Argentina en
el pleito de la deuda? Casi seguro.
¿Acaso se usó la voladura de la AMIA, el dolor de los familiares de
los 85 muertos y una causa a la deriva, infectada por los lugares comunes de la
CIA y su paranoia planetaria, para debilitar a nuestro país en el juzgado de
Griesa? Sería terrible, pero no improbable. ATFA lo hizo, eso seguro.
¿Hasta dónde llega Singer en la superestructura del poder financiero
económico mundial controlado desde Wall Street y aledaños? La nota del
Huffington Post le asigna una importante injerencia. ¿Es capaz, incluso, de
haber encontrado ayuda de parte de alguna de las múltiples contratistas de la
CIA que operan en la Argentina para conseguir su propósito? En una novela de
espionaje no sería descabellado, pero en la realidad hay que atenerse a los
hechos, y los hechos dicen que una cosa es Singer y la AFTA, otra la CIA, otra
el Departamento de Estado y otra, los escritos de Nisman, aunque abunden los
hilvanes conspirativos entre todos ellos.
Las elucubraciones de esta columna pueden llegar al infinito. No así,
los último hechos, que se pasan a describir.
Cristina Kirchner decidió descabezar la SI (ex SIDE) en diciembre. Al
parecer, detectó que, desde la firma del memorándum con Irán, que agotaba en la
práctica la pista iraní en el expediente AMIA al llevar a indagatoria a los
acusados, paso final del proceso judicial, los jefes operativos de la central
de inteligencia local lanzaron una serie de operaciones, en connivencia con un
sector de la Justicia Federal, destinadas a demoler la imagen pública del
gobierno y sus funcionarios. No sólo eso: la sospecha es que muchos de los
agentes estarían trabajando para agencias extranjeras y prestarían servicios de
pinchaduras y seguimientos a empresas privadas.
El 5 de enero, la presidenta puso a Oscar Parrilli al frente del
organismo y jubiló al director Jaime Stiuso, ladero de Nisman, constructor
meticuloso durante varios gobiernos, en 20 años de fallido expediente, de la
conexión que conducía a Teherán para explicar el bombazo de la calle Pasteur.
Esta semana, decidió que Stiuso sea relevado del secreto para que vaya
a la fiscalía de Viviana Fein y relate qué tipo de relación mantenía con
Nisman, con quien habría hablado 12 minutos, el día anterior del hallazgo
macabro en la Torre Le Park de Puerto Madero.
Si se agota la pista iraní, que sirvió para consumir en una década
casi 1000 millones de pesos de presupuesto público para llegar a nada, la
investigación va a volver a concentrarse sobre la conexión local y sus
encubridores: Menem, Anzorreguy, jueces, policías y fiscales. También sobre la
SIDE.
Circula una versión que estremece. La aportó el ex prosecretario de la
causa, Claudio Lifschitz, en la época del ex juez Juan José Galeano. Habla de
la voladura de la AMIA como un atentado entregado por la CIA para ser
descubierto por el gobierno de las relaciones carnales y mejorar su imagen a
nivel internacional. Pero 48 horas antes, los espías locales habrían perdido el
rastro del coche bomba. ¿Será cierto? Lo demás es trágicamente conocido.
Esto no exculpa a los iraníes para nada. Pero, ¿qué pasaría si las
pruebas materiales que los incriminaban se eliminaron en el trayecto de estos
años para borrar la torpeza de los que tenían que actuar de una manera y lo
hicieron de otra? ¿Se puede condenar a los funcionarios de Teherán sólo con
informes de inteligencia provistos por la CIA, sin que estos se corporicen como
prueba en un expediente judicial, como manda la legalidad más elemental? Es
imposible.
Ese era el problema más grave que enfrentaba Nisman. Como fiscal sabía
que lo que la SI le entregaba como evidencia no resistía una revisión de un
tribunal superior más o menos despierto. Mucho menos, después de que la
Argentina sellara un principio de acuerdo con Irán para resolver la situación
de sus funcionarios.
Lo del encubrimiento fue un atajo a ningún lado. Esto no hace más
soportable su lamentable muerte, pero ofrece una explicación al dolor.
Por eso no tiene sentido que, mientras la presidenta releva del secreto
a una figura clave de esta historia para que hable fuerte y claro, y diga todo
lo que sabe, con los fiscales federales al frente, toda la familia judicial y
el sindicato moyanista del rubro hayan optado por el silencio de una marcha
callejera para el 18F, en alianza con la oposición.
Si toda esta historia reclama algo, esa es la verdad, a los gritos si
se puede.
Nunca el silencio.
*Publicado en Tiempo Argentino
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