Cuadro Daniel Santoro |
En economía y política, la
ingenuidad se paga caro. Y aceptar ciertas definiciones que permanentemente nos
“venden”, como qué es la inflación, cuáles son sus causas y qué hay que hacer
frente a ella, implica “comprar” algo caro y de muy mala calidad, que en el
caso de comprar las políticas antiinflacionarias lo solemos pagar con caída en
los ingresos, precarización laboral,
pérdida del trabajo, achicamiento o cierres de empresas, y exclusión para
muchas familias.
Si buscamos en los diccionarios
qué es la inflación encontraremos algo como “Elevación notable del nivel de
precios con efectos desfavorables para la economía de un país” (Real
Academia Española) o “el incremento sostenido y generalizado de precios en
bienes y servicios”[1]. O
si preferimos buscar a un economista “reconocido”, podemos leer en Samuelson, "entendemos
por inflación un período de aumento general de los precios de los bienes y
servicios de consumo y de los factores productivos..."
*Artículo publicado en la web "de un tirón"
http://www.deuntiron.org/web/item/29-inflacion
[1] (http://es.wikipedia.org/wiki/Inflación)
Si recurrimos al “sentido común”,
cualquiera de nosotros puede definir la inflación cuando encuentra en el supermercado que los precios
subieron de un mes al otro. Si subieron poco, la inflación es poca, si subieron
mucho, es mucha. Y ni hablar si los precios suben semana a semana, o día a día,
u hora a hora, como nos tocó vivir a algunos.
En realidad, todas esas
definiciones son engañosas y
ocultadoras.
Empecemos a separar los gorgojos
del arroz, y remitámonos a la expresión más simple: “los precios suben”.
¿Los precios suben? ¿El cartelito
del precio se pone solo un poco más arriba en la estantería? ¿Se queda quieto
en ese lugar pero el numero del precio se cambia solo por uno más grande, como
si fuera un cuenta kilómetros mágico? ¿Los precios tienen vida propia?
Y lo escuchamos millones de veces
en otros temas: “el dólar sube”, “el Euro bajó”. ¿Tienen vida propia las
monedas y los precios?. Así parecería, así nos lo quieren hacer creer. Claro:
no es lo mismo decir “Combatamos la inflación” que decir “Combatamos a los
empresarios que aumentan los precios”.
Al darle el carácter casi mágico
de cómo se mueven los precios, las monedas, “el mercado”, se evaden las
responsabilidades reales y se ocultan las verdaderas explicaciones del por
qué del fenómeno inflacionario y por ende cómo enfrentarlo.
Las causas de la inflación
Es muy importante determinar las
causas de la inflación, ya que implicarán responsabilidades por la misma y qué
hacer frente a ella. Los especialistas y opinólogos “antiinflacionistas”
dividen sus opiniones en tres causas (aunque suelen mezclarlas):
·
la inflación se debe a una descontrolada emisión
monetaria (la culpa es del gobierno)
·
la inflación se debe al déficit del gasto
público (la culpa es del gobierno)
·
la inflación se debe a los aumentos salariales
(la culpa es de los trabajadores)
Como vemos, esos que saben tanto
nunca atribuyen las responsabilidades al capital.
Poner como causa a los aumentos
salariales es fácil de rebatir empíricamente: todos sabemos que los incrementos
salariales generalmente buscan recomponer el poder adquisitivo perdido por las
subas de precios u otro tipo de recortes, es decir, más que provocar la
inflación van a la cola de ella.
Respecto a las otras dos causas,
si bien a veces en el mundo se dió que un descontrolado incremento de la
emisión monetaria causó inflación, la mayoría de las veces eso no es así, y lo
podemos observar en los últimos años o en los últimos meses en Argentina:
ninguna de esas dos variables provocó el brote de mayor inflación. Y también
tenemos períodos en la historia argentina que se bajó el gasto público y el
déficit fiscal, y sin embargo la inflación subió.
Para poner ejemplos fuera del
país, en Brasil entre 1982 y el 84 el déficit fiscal bajó casi el triple hasta
llegar al 3% del PBI. Al mismo tiempo, en ese mismo período, la inflación
aumento del 93% al 211%. Similar pasó en México entre 1981 y 1984. Y en otros
países. Respecto a la emisión de moneda, tenemos el caso típico de EEUU, que
emite muchísimo y sin embargo la inflación no acompaña esos niveles de emisión.
Entonces, ¿cuál es la causa de la
inflación?
Esto nos lleva a preguntarnos
nuevamente qué es la inflación. Si tomamos la definición que dan ellos,
“aumento generalizado de precios” y sabemos que no aumentan solos, implica que
alguien los aumenta. ¿Cualquiera puede aumentar los precios?: no, pues si
cualquier negocio decide aumentar por su cuenta los precios lo más probable es
que bajen sus ventas, que la gente vaya a comprar a otro lado. En cambio si no
tenemos otra alternativa que comprarle a él, y necesitamos lo que vende, él
podrá aumentar los precios por encima de su valor para obtener una ganancia
extra. Y si las principales empresas de cada rubro se ponen de acuerdo,
explícito o tácito, en cierto nivel de precios, pueden imponerlos al resto. Y
así lo hacen.
Es decir, la inflación se produce
cuando los formadores de precios de bienes y servicios deciden aumentar sus
precios. ¿Y por qué pueden decidir aumentar los precios?: para mantener su ganancia
(en el caso de que el costo de lo que produce o vende aumente) o para
obtener una ganancia mayor.
Cuando un formador de precios
aumenta el precio no significa automáticamente inflación. Pero cuando el precio
de ese producto o servicio impacta en los costos de otro formador de precios,
las alternativas para éste último son:
·
restringir un poco su ganancia
·
conseguir un subsidio o exención
·
subir el precio
·
bajar los costos relativos con incorporación de
nuevas técnicas y tecnologías , aumentando la productividad
·
bajar nominalmente los salarios de los
trabajadores.
La última es difícil por la
presencia de los sindicatos, aunque a veces se da cuando se “acuerdan” recortes
“en función de mantener la fuente de trabajo.”. Por lo general, de las cinco
variantes optan por subir los precios. Y si proceso se generaliza y otros
sectores de la economía aumentan también, se produce lo que llamamos inflación.
Ese proceso se retroalimenta con
distinta velocidad y puede seguir hasta alcanzar algún punto de equilibrio,
donde todos se conforman -por las buenas o por las malas- con sus ingresos
(salarios, ganancia o renta), al menos por un tiempo. O el proceso puede
prolongarse de forma incontrolable, con una espiral que crece imparablemente,
tal como lo vivimos en los momentos de hiper inflación.
Muchas veces observamos que
empresarios se quejan al Estado por alguna pérdida de utilidad (ganancia), y
consiguen subsidios o exenciones impositivas. O créditos blandos. Pero luego
igual aumentan los precios.
También muchas veces observamos
que disminuyen sus costos gracias a un incremento de la productividad del
trabajo, a la incorporación de tecnologías más apropiadas, pero igual terminan
aumentando los precios.
¿Por qué igual terminan
incrementando los precios?
Hay que tener en cuenta que no
importa si el dueño del capital es bueno o malo, avaro o generoso: siempre
busca incrementar su ganancia porque así se lo impone -y permite- la misma
dinámica del capitalismo.
Y sobre esa base la respuesta a
“¿por qué igual aumenta los precios?” es muy sencilla: porque puede hacerlo. Es
decir, brindan productos o servicios con alto grado de concentración,
monopolización o cartelización del mercado y pueden imponer el precio. Además,
el fabricante o comerciante pequeño se ve obligado -y a veces beneficiado- en
seguir al grande en el aumento, pues si no luego no tendrá para reponer lo
vendido o fabricado.
La tasa de ganancia
Existen muchos otros motivos por
el cual el precio aumenta. Pero antes de verlos empecemos a fijarnos en un
detalle que aparece oculto: la tasa de ganancia. ¿Qué tasa de ganancias
tiene el empresario argentino o extranjero en la Argentina? ¿Igual, más baja o
más alta que los países que nos dicen que tenemos que copiar (EEUU, Alemania,
Suecia, etc)?. Por supuesto varias veces más alta. ¿Y cuánto pagan allá, con
menor tasa de ganancia, a sus empleados?: mucho más que aquí. Son los
“misterios” de la vida sobre los cuales nunca se quiere hablar. Y si lo hablan
dirán siempre que la culpa la tiene otro, o por causas que ellos mismos
promocionan y fomentan, como “la falta de confianza”, “la inseguridad
jurídica”, “la expectativa inflacionaria”, etc.
Pero detrás de la inflación, y
adelante de los que la producen aumentando los precios, lo que está en juego
son las altas tasas de ganancia de la gran burguesía argentina y extranjera en
Argentina. Si no aceptan recomposiciones reales de los salarios, o quieren
que se supriman las retenciones, bajar los impuestos, etc, es porque están
cebados desde hace décadas, por no decir desde siempre, salvo fugaces momentos
de la historia.
Veamos esto con algunos simples
ejemplos.
La inflación provocada por los
empresarios del campo y los exportadores
Al margen de los altos índices de
ganancia que ya de por sí tienen los grandes capitales y propietarios
agropecuarios vendiendo las cosas por su valor, tienen una doble ganancia
extraordinaria, mayor que buena parte de sus colegas de otras ramas de la
producción.
Como sabemos,
simplificando, cualquier producto o servicio tiene un costo al cual se le
agrega la ganancia y así fijan un precio (sin contar el tema de la manipulación
del mercado, etc). Los productos agropecuarios argentinos tienen un costo mucho
menor que en los países europeos o de Canadá, EEUU, y otros: menor costo
laboral, superabundancia de tierras fértiles y baja densidad de población, en
comparación con otros países.
Pero a partir del proceso hiper
inflacionario bajo el gobierno de Alfonsín, donde va cambiando la estructura de
precios relativos, y luego, cuando el conflicto de la 125 liderado por la
Sociedad Rural con el apoyo de gran parte de la población -fogoneado por los
medios hegemónicos y los apoyos de los partidos radical, socialista y sectores
peronistas neoliberales-, los empresarios de la Mesa de Enlace lograron que los
precios internos se acerquen a los precios internacionales, que obviamente son
mucho más altos por los motivos antes señalados. Por lo que están recibiendo
una ganancia extraordinaria mucho más grande de la que recibirían si tuvieran
que atenerse a los costos de aquí y a la ganancia “normal” (alta) de aquí. No
es un fenómeno propio de Argentina sino que es extendido y es una de las
“bondades” que tiene la Globalización y “la inserción en el mundo” que tanto
pregonan.
Si los precios de muchos
productos no son todavía tal altos como los que quieren imponer, es porque el
gobierno nacional subvenciona productos, es decir, les paga a ellos (los
empresarios) una diferencia (o sea también allí ganan más) de manera tal de que
el producto, generalmente alimentos, servicios, no llegue tan caro como
pretenden esos grandes capitales vinculados a la tierra y a lo agropecuario.
Pero no termina aquí su ganancia
extraordinaria. Ganan aún más pues al vender sus productos en el extranjero,
embolsan dólares y como el gobierno nacional para defender la industria local y
bajar el desempleo mantiene el dólar más alto que el que sería su valor real,
ellos ganan en la diferencia, pues con dólares que traen pueden comprar y ganar
mucho más que si el dólar estuviera en un valor de equilibrio o más bajo. Las
retenciones son para quitarles un poco de esa superganancia más que
extraordinaria, de manera tal de inyectar esas sumas en el mercado interno y
para mantener un tipo de cambio competitivo. Pero las retenciones no impiden que
tengan una gran ganancia extraordinaria, y hasta los ayudan para estabilizar la
economía y sus ganancias, aunque no lo reconozcan. Obviamente que ellos son
unas de las fuentes más importantes de presión para que se devalúe el peso
argentino, pues entonces ganan aún más.
Al respecto, si las presiones
siguen; y si siguen con su política de desestabilizar al gobierno, pues no son
nenes de pecho y están acostumbrados a ello, al gobierno no le quedarán muchos
caminos. Uno someterse, otro dilatar manteniendo la actual situación, otro
contraatacar nacionalizando el comercio exterior, al menos en los principales
commodities (soja, etc). Y si bien no hay dudas que una medida así (que de
hacerse, se debe hacer bien, pues no es fácil incurrir en errores al respecto)
encontrará una férrea resistencia de los medios hegemónicos, de los partidos
políticos opositores y de una parte de la población antiK que ha comprado esos
discursos neoliberales aún cuando los que apoyaban no tenían ningún problema en
decir, ya en el 2008, que el kilo de lomo debía valer 90 pesos.
Si el gobierno se decide por esa
medida, hay un simple dato de la realidad que hay que poner en evidencia: Cerca
del 80% del comercio exterior de granos está en manos de sólo 10 empresas (Cargill,
Dreyfus, Bunge, Noble, Toepfer, A.C.A., A.D.M., Nidera, A.F.A. y, CHS
Argentina). Es decir, se estarían tocando estos intereses y los de la Sociedad
Rural y afines. No del pueblo ni del “campo”.
En la gran industria
concentrada
Veamos ahora un ejemplo del
sector industrial más concentrado. Tienen también una gran ganancia vendiendo
las cosas por su valor. Pero no se conforman. También los precios suelen ser
los internacionales, pero con costos de mano de obra menores.
Entremos un poco más en sus
mecanismos.
Buena parte de esas empresas que
fabrican cosas aquí, importan una parte de los insumos, a veces el componente
importado implica un gran porcentaje del
total, otras es menor. Pero gran parte de esos componentes importados los
compran a sus casas matrices. Y esas casas matrices se los venden bien caros a
sus propias empresas. Es lo que se llaman precios de transferencia.
Los precios de transferencia son
una de las formas que tiene el capital para sacar dólares del país, o más
precisamente para sacar capital y ganancia, con la consiguiente pérdida del
capital global del país, (y de ganancias locales) que podrían ir a incrementar
la producción, mejorar las maquinarias, o sea invertir. O a mejorar los
salarios y la distribución del ingreso.
Como esos costos son artificialmente
mayores, repercuten en el precio final que pagamos todos. Y aún cuando la
empresa local tenga un margen “normal”, su casa matriz se embolsa una gran
diferencia. Como vemos es otro de los mecanismos de ganancias extraordinarias.
Y como “el dólar sube” (por supuesto, sube solo, ellos no tienen nada que ver),
y los productos tienen componentes importados, encuentran el perfecto
justificativo para incrementar los precios.
Aumentan los precios cuando
mejora el poder adquisitivo de la gente
Otro ejemplo que no suele
considerarse es el aprovechamiento que hacen del peso que tienen en el mercado
para incrementar los precios.
Pongamos un ejemplo. El Estado da
un incremento de los haberes a los jubilados con una bonificación
extraordinaria. No es difícil constatar que muchas veces al toque suben los
precios de productos y servicios que pueden consumir esos jubilados. ¿Y por qué
esos empresarios suben esos precios si no pagan a los jubilados ni ven
afectados sus costos por aquel incremento del ingreso?
Porque sus productos serán apetecidos por
esos jubilados, es decir, existirá un incremento de la demanda. Y un incremento
de la demanda puede dar lugar a varias respuestas. Una de ellas es aprovechar
las demandas para incrementar la producción y vendiendo al mismo precio, ganar
más al vender mayores cantidades de productos. Pero es mucho más redituable
incrementar el precio, aún perdiendo ventas por el incremento del precio.
Por eso cuando existe una mejora
significativa de los ingresos, aparecen las tensiones inflacionarias, ya que al
existir un mayor volumen de demanda, de masa de dinero en el mercado, de más
compradores, y eventualmente una cierta carencia de productos, de servicios, de
nuevo, para ganar más una alternativa sería incrementar la producción y vender
más. La más cómoda para la burguesía argentina fue siempre aumentar los
precios. Es fácil de verlo con las empresas de colectivos de larga distancia en
épocas de “semanas largas” o vacaciones: suben los precios y aún así trabajan a
full y mal atienden a los pasajeros.
Otro ejemplo algo distinto es el
siguiente. Olvidémosnos de Argentina, vayamos a Alemania. Por X
motivos sube la carne de cerdo.
Automáticamente sube la papa. ¿Es que en la producción de papa influye el mayor
costo del cerdo?: para nada. Ocurre que al subir la carne de cerdo (allá
consumen más carne de cerdo, es como la vacuna para nosotros), mucha gente debe
dejar de comprar carne, por lo que para llenar la olla se vuelca a un mayor
consumo de papa. Al existir una mayor demanda de papas, los que venden papas
aprovechan y las aumentan. Y aún con el aumento la gente debe comprarlas pues
el cerdo es muchísimo más caro.
Ese comportamiento, -subir el
precio a mayor demanda- es tan extendido como casi incontrolable en el
capitalismo. Por eso los mismos economistas liberales y los organismos
financieros internacionales recomiendan achicar el mercado, es decir,
que la gente tenga menos plata, de esa manera es más fácil evitar que
suban los precios. Y que la gente tenga menos plata se logra también devaluando
el peso, ya que con la misma plata se compra menos. O congelando salarios,
bajando el gasto público, recortando beneficios sociales, subiendo los
intereses bancarios -encareciendo el crédito-, etc. Y la mayoría de las veces
les da resultado y logran controlar o bajar la inflación. Claro que con un
gravísimo costo social. Lo que por supuesto no tocan son los márgenes de
ganancias de los grandes capitales, para los cuales tiren como tiren la
pirinola siempre le salen “toma todo”.
Aumento de precios
aprovechando la impunidad y el ocultamiento de sus tasas de ganancias
Otro mecanismo: Sea por luchas,
paritarias o decisiones gubernamentales, los trabajadores consiguen por ejemplo
un aumento del 20%. ¿Qué hacen las empresas?: aumentas los precios aduciendo el
aumento de costo dado el aumento de salarios que han tenido que hacer. ¿Y
cuando aumentan los precios?: ese veinte por ciento o una cifra cercana.
Pero ¿la incidencia del costo de
la mano de obra en el costo de un producto es del 100% como para justificar el
nuevo precio?. No, para nada. La incidencia de los salarios de los trabajadores
en el monto facturado es generalmente chica, dependiendo del negocio, la rama
de la producción, la cantidad de empleados, el volumen de venta. Pero así aprovechan
la oportunidad para incrementar aún más sus márgenes de ganancia.
Por ejemplo, en el momento en que
se escriben estas líneas, los trabajadores de las aceiteras de la zona de San
Lorenzo-Rosario, están reclamando un aumento salarial del treinta y pico por
ciento. Un poco más de la media otorgada. ¿Pueden pagar las empresas y aún así
ganar?. La respuesta es bastante sencilla: de lo que facturan, el porcentaje
que corresponde al pago salarial es menos del 2%. ¡Imaginemos cuánto ganan!
(son empresas vinculadas a la exportación, a la soja, etc). Aún un aumento del
100% de los salarios tendría un impacto mínimo y si terminan cediendo
seguramente subirán los precios en un porcentaje que nada tendrá que ver con la
participación real de los salarios en el costo. Nunca hacen la cuenta de cuánto
realmente inciden los salarios en el costo total. O mejor dicho, sí lo hacen
pero no lo dicen, de otra manera no tendrían justificativo para aumentar lo que
aumentan. Obviamente que esto, además de obtener una ganancia extraordinaria,
impacta en los diversos precios e incrementa la inflación.
El combustible inflacionario
del Dólar en Argentina
Ya hemos mencionado que existen
varios sectores interesados en que el dólar suba. Y hay muchos otros, desde
aquellos acreedores cuyos bonos aumentan si aumenta la inflación, hasta los
sectores especuladores.
Pero el tema es más complejo
porque juegan otras variables vinculadas al tema del poder y del gobierno. O
mejor dicho en cómo desestabilizar a gobiernos, obligándolos a renunciar o a
debilitarlos para someterlos, además de desprestigarlos de manera tal de no
tener mayor chances en una elección. Y no nos referimos exclusivamente al
gobierno de CFK, no es necesario. Ya lo han hecho muchas veces antes y una de
las más violentas fue contra Raúl Alfonsín, que le terminó costando la
presidencia (debió renunciar) y las elecciones (que perdieron estrepitosamente)
No toda alza del dólar debería
implicar alza de precios
La suba de la cotización del
dólar puede incidir en el alza de precios de los productos importados o un
encarecimiento por de la parte del componente importado de ciertos productos o
de ciertos insumos. En estos últimos casos debería impactar sólo
proporcionalmente aunque sabemos que generalmente se traslada el porcentaje de
devaluación. Pero muchísimos otros productos no tienen nada que ver con lo
importado, son fabricados aquí e igual suben cuando existe devaluación. Y no
deberían. Pero ¿cómo aguantarse la posibilidad de obtener una ganancias
extraordinaria, si el sistema se lo permite y fomenta?
En Argentina hay un doble
impacto, uno de raíz estructural, que es la dependencia de insumos,
productos, tecnología importada y dispar estructura industrial. Otro político cultural,
muy fomentado desde hace décadas por los sectores interesados en ello, de
dolarizar los precios. Así por ejemplo
una casa se construye toda con materiales y mano de obra nacional, y con costos
en pesos, y sin embargo se tasa en dólares, se requieren dólares para comprarla
y obviamente si el dólar sube sube el valor de la casa en pesos.
Pero hay algo más. Y tiene que
ver con los Golpes de Estado que ejecutaban los militares. O mejor dicho, con
el momento en que vivimos, que producto de luchas, desprestigio de las FFAA,
etc un típico golpe militar no es viable por ahora en Argentina. Pero si
no hay golpes de facto, sí está la posibilidad de hacer golpes de
jure (o iure), es decir, golpes desde y con una apoyatura jurídica; golpes
“legales”, si se quiere.
Ya ocurrió en varios países y
casi pasa en Argentina en el 2008: si Cristina se hubiera visto obligada a
renunciar por la terrible desestabilización que existió (de hecho nunca en
Argentinas existió el corte de rutas generalizado, los desabastecimientos a las
ciudades de alimentos, de combustible, etc), sería legal que subiera Cobos y ya
sabemos a dónde nos hubiera conducido.
Ahora bien ¿cómo se crean las
condiciones para desestabilizar y propiciar “ganar por abandono o por nock out”
como propiciaba Duhalde y sus compinches del peronismo federal?
Tienen varias herramientas.
Para entender una importantísima
de ellas, consulten a un banquero o
“especialista” y díganle: supongamos que usted es dueño o gerente de un gran
banco, el más importante de todos, sólido, con mucho capital. Y de golpe,
producto de informaciones falsas y grandes campañas de atemorizar a los
ahorristas, los clientes del banco deciden retirar en masa sus ahorros y el
dinero que tienen allí. ¿Qué le pasa al banco?
Por más fuerte que sea el banco
no resistiría una corrida masiva, salvo, tal vez, si consigue una ayuda externa
o del Estado. Y si las corridas no son tan grandes, pero son sucesivas, además
del perjuicio económico, ellas van minando la confianza en la institución. Y
un banco puede perder dinero, pero no puede perder la confianza.
Esto mismo es lo que hacen con
los gobiernos que no les gustan, sea para chantajearlos, para obligarlos a
tomar ciertas medidas, para hacerlos renunciar o para justificar un golpe de
estado. Este es un componente, no económico y sí político, muy
importante, en los ataques al peso argentino.
Las corridas para aumentar el
valor del dólar, generalmente incrementando el valor del dólar paralelo o blue
a través de la manipulación de ese mercado limitado, para lograr alguna
devaluación del peso, son corridas contra el peso argentino, son corridas
contra el gobierno y contra los recursos del Estado. Producen fugas de divisas,
desfinanciamiento del Estado, pérdida de los depósitos del Banco Central,
atesoramiento de dinero sacándolo del circuito productivo, en paraísos
fiscales, cajas de seguridad o colchones, y por supuesto fuerzan la devaluación
y con ello fomentan la inflación. Pero aparte del gran costo económico al
Estado y al país, hay un grave componente político.
Cuanto más le cueste al gobierno
parar esas corridas, más debilitado queda. Y siempre expuestos a nuevas
corridas, cual Espada de Damocles. Mientras tanto, la prensa hegemónica, los
opinólogos y los políticos irresponsables que han sido causantes de la deuda
externa y de los procesos hiperinflacionarios, fomentan permanentemente la
desconfianza en el gobierno y en el país, por lo que cualquier medida que
se tome, por más buena que fuese, ya nace mellada y no es difícil transformarla
en ineficaz. Y ellos mismos, los promotores de la desconfianza, se encargarán
de decir que el problema central del gobierno es que no hay confianza en él.
Entonces, a todas estas presiones
para desvalorizar el peso por motivos económicos, hay que agregarle los motivos
políticos. ¿Y por qué?. Ningún gobierno puede mantenerse fácilmente si caen las
reservas a niveles muy bajos y si pierde el control de los indicadores
fundamentales.
Por otro lado, cuando la
inflación ocurre de golpe, les da la posibilidad, a algunos de ellos, de
disputar con otros formadores de precios la relación entre los precios
internos, es decir, alterar la estructura de precios relativos, posicionar
mejor sus precios respecto a otros precios, o sea disputar una mayor cuota
de la ganancia global. Este fenómeno se puede observar si se analizan las
estadísticas en cierto período de tiempo: hay un promedio general del aumento
de los precios, pero hay sectores que aumentaron muchísimo más que ese promedio
y otros menos. Ello permite constatar que se está dando un proceso de
transferencia de ingresos (ganancia y renta) de un sector del capital a otro.
Y explican los distintos matices de las propuestas económicas de diversos
partidos políticos que defienden la soberanía del capital y en particular de
cierto capital.
¿Qué es en realidad la
inflación?
¿Qué sacamos de limpio de todo
esto?:
Que la inflación que tenemos no
es causada por lo que ellos dicen, ni los precios aumentan solos. Los aumentos
los realizan quienes tienen la capacidad de formar precios, de imponer precios.
Y los aumentan para defender lo que ellos consideran debe ser su ganancia. Y
cómo nadie regula la ganancia, salvo “el mercado” (que también es una
entelequia para ocultarse ellos mismos atrás de ese “mercado”, manejándolo),
tienen una cierta libertad para imponer sus tasas de ganancia y mantenerlas
exageradamente altas, incluso en la comparativa con otras economías de países
centrales y periféricos.
Es decir, la inflación no es un
monstruo grande que pisa fuerte, como cuando se dice “la inflación produce
esto”, “la inflación es el peor enemigo..”, etc. Hay gente -empresas,
capitales- atrás provocan lo que
terminamos llamando inflación. ¿Y por qué lo hacen?: para defender o
incrementar sus ingresos, sus ganancias y rentas.
Podemos entonces dar una primer
definición de qué es la inflación:
La inflación es la transferencia generalizada de
ingresos de un sector a otro utilizando el mecanismo de aumento de precios
Fíjense que no es lo mismo decir:
“la inflación se come parte de los ingresos de los trabajadores”,
acusando a “la inflación” (es decir a
nadie concreto, salvo al gobierno “que no ha sabido controlar la inflación”), a
decir “los formadores de precios se comen parte del ingreso de los
trabajadores”.
Hablamos de transferencia en
general, pues si bien la transferencia de ingresos más importante y más
generalizada es la que se produce del trabajo al capital, existe una
transferencia de ingresos de un sector del empresariado a otro.
Y cuando se da una gran puja por
cambiar las relaciones relativas entre los precios, y ningún sector empresarial
-o el Estado- puede disciplinar o encorsetar al otro, ello termina provocando
una inflación significativamente superior a la que venía o directamente a la
hiperinflación (ver libro -gratuito- citado al final)
Los controles de precios y
precios vigilados
Frente a situaciones de
crecimiento de la inflación por encima de lo que suele ser aceptable para un
país o momento dado, encontraremos que en distintas etapas de la vida económica
de un país, inclusive de EEUU, existen intentos de parar una escalada de
precios con políticas de control de precios.
A veces estas políticas lo que
buscan en realidad es tener la excusa para congelar salarios en un momento en
que están bajos. Otras son genuinos intentos para frenar la escalada de aumento
de precios. Pero esos intentos suelen tener grandes limitaciones, más que nada
porque suele ser desproporcionadamente menor la fuerza que puede tener un
gobierno que trata de controlar los precios con respecto a la fuerza que tiene
el poder económico decidido a mantener o incrementar sus ganancias, es decir, a
subir los precios.
Un ejemplo para ver esto es con
el genocida presidente del Estado más poderoso del mundo, EEUU. Con todo el
poder que tenía Nixon, sin escrúpulos para bombardar Vietnam, reprimir a sus
propios estudiantes y negros, espiar a políticos competidores, etc, etc. no pudo sostener el control de precios que implementó frente un
proceso inflacionario en su época. Y se lo hicieron fracasar con el
desabastecimiento, con medidas hasta crueles como productores ahogando pollos,
para no dar el brazo a torcer (aquí ha sido frecuente tirar la leche, no
recoger cosechas de manzana y otras frutas, porque no estaban conformes con el
precio y una larga lista) y la medida fue un fracaso.
Pero no siempre los controles de
precios no funcionan como suelen afirmar los que quieren libertad irrestricta
para hacer lo que quieren.
Un caso exitoso, entre varios en
diversos países, fue también en EEUU, en la década del 40 bajo el presidente
Franklin D. Roosvelt. Éste se lo encargó a J.K.Galbraith, que en vez de hacer
un control de precios sobre un sector, por ejemplo la canasta familiar, como
solía estilarse, lo que por supuesto establecía una tensión entre los capitales
controlados que venían congeladas sus ganancias y los no controlados que podían
seguir aumentando las ganancias y con ello provocar una transferencia de
ingresos de un sector del capital a otro, optó por hacer un control de precios
a todos los bienes comercializables. Y consiguió bajar la inflación al 2% anual
en un contexto de crecimiento del empleo y de la demanda, que suelen dar por
resultado una mayor inflación.
Otro ejemplo Israel, en 1985, que
congeló los precios con el objetivo de bajar una inflación del 20% a cero y fue
un éxito (incluso su inflación había llegado a superar el 300% anual)
Por supuesto que tampoco puede
mantenerse por mucho tiempo una política así pero cumple su cometido de frenar
y estabilizar la inflación, es decir, la puja descontrolada de los sectores
dominantes por ganar más y más. Pero se
deben dar varias condiciones para que triunfe aún en un período limitado, que
no viene al caso analizar aquí.
Lo cierto es que en todos esos
casos, nunca se planteó lo fundamental: la ganancia. Siempre se habló de
precios, rara vez de ganancia. Y menos aún tratar de controlarla. Es un
sacrilegio hacerlo.
Incluso hasta los mismos
socialistas argentinos, dando cuenta de qué intereses realmente defienden, rechazan
cualquier posibilidad de revisar la ganancia. Pongamos el caso del Ministro
de Economía de Santa Fe, (de Binner y de Bonfatti y candidato a ministro de
economía de Binner). Sciara sostiene que “no es función del Estado revisar la
renta empresaria” (La Capital, 2/3/2014)
El gobierno argentino, por
suerte, no es partidario de las políticas antiinflacionarias, que tanto daño
hacen a los pueblos, a sus economías y a sus vidas. Pero frente a diversos
ataques contra el peso y el fomentar el crecimiento de la inflación que hacen
sectores empresarios y sus voceros opositores, creando climas de inseguridad
económica, exigiendo devaluaciones y otras medidas que necesariamente conducen
a mayor inflación y/o mayor desocupación y caída de los ingresos, tuvo que
tomar varias medidas, una de ellas es la de los precios vigilados. No es
lo mismo que control de precios pues se arranca con un acuerdo con los propios
formadores de precios de una cierta cantidad de productos.
Lo importante de la medida, más
allá de cuánto puede frenar o bajar la inflación, es que pone en el centro de
escena no la inflación, sino los precios y sus formadores de precios. Y trata
de involucrar a la población en dicha vigilancia.
“Precios
vigilados” es una medida intermedia que puede servir al ser complementada por
otras más. Y por sobre todas las cosas, porque da la posibilidad que pensemos
de otra forma el tema de la inflación y no simplemente lo que nos quieren
vender.
Porque es necesario poner en
evidencia qué intereses hay en juego cuando nos quieren convencer que el
problema es la inflación, que hay que luchar contra la inflación, cuando en
realidad el problema respecto a la suba de precios es la voracidad del capital
de mantener e incrementar las ya de por sí altas ganancias y que la inflación
es una manera de transferir riquezas de un sector a otro usando el mecanismo de
incrementar los precios.
Mientras no logremos romper con el dispositivo “inflación”
tienen -además de las económicas-, las armas políticas y culturales para
arremeter y debilitar las políticas que tiendan a la justicia social.
Pero no está dicha la última palabra, especialmente si rechazamos sus
concepciones de la inflación y ponemos en el centro del cuestionamiento sus
altas tasas de ganancia, logrando instalar que Inflación es igual a
desmesurada ganancia de los principales empresarios.
Por último señalemos que el problema de la alta inflación histórica en
Argentina en los últimos cincuenta años (hoy es comparativamente baja) se debe
principalmente a dos cuestiones. Una es que ningún sector de la clase dominante
ha podido disciplinar al resto de su clase, salvo en muy cortos períodos de
tiempo. Por lo que la puja entre ellos nunca tiene vencedores ni vencidos
definitivos y permanentemente se expresan en disputas por el reparto global a
través de los incrementos de precios.
Pero hay otro componente que no es menor. Se suele atribuir la
inflación al peronismo pues esta aparece con mayor fuerza a partir del primer
gobierno peronista. Hay una verdad en todo esto.
Antes de ese gobierno, la oligarquía y la burguesía argentina sometían
fácilmente a la clase obrera. Luego, con las leyes sociales, con el
fortalecimiento de los sindicatos, etc, ya no fue fácil bajar los salarios
nominalmente o mantener por mucho tiempo salarios de hambre. Ya no les fue
fácil someter al pueblo. Y al no poder doblegar, aún con represión y sangre
derrocando al gobierno de Perón (1955) u otros gobiernos, la oligarquía y el
resto de la burguesía (nacional y extranjera) no encontró mejor recurso para
disputar el ingreso y acrecentar el suyo que aumentar los precios, es decir,
producir inflación y con ello hacer caer el salario real, es decir incrementar
la parte del capital en la distribución del ingreso y de la riqueza.
Las políticas antiinflacionarias forman parte de los mecanismos para
producir mayor injusticia en la distribución del ingreso y la riqueza, por lo
que la clave respecto a la inflación pasa por sacar a la luz y poner en
cuestión las tasas de ganancia de la burguesía en argentina, especialmente la
que es parasitaria, descomprometida con el crecimiento del marcado interno,
especuladora, y está acostumbrada a fugar sus capitales al extranjero y a
preferir el sometimiento a las grandes corporaciones.
Nota: Para
una mejor fundamentación y desarrollo de lo expuesto, me remito al libro “La
inflación, el Caballo de Troya del neoliberalismo”, que se puede bajar
gratuitamente desde www.deuntiron.org
http://www.deuntiron.org/web/item/29-inflacion
[1] (http://es.wikipedia.org/wiki/Inflación)
Pensador: una joya tu post.
ResponderEliminarPero hay algo que te olvidaste, me parece:Hay que forzar la implementación de una ley que obligue a los formadores de precios a hacer publicas sus estructuras de costos.
O sea, saber cuanto ganan y a cuanto asciende la "culpa del salario" en la inflación.
Creo que cuando sea posible hacer auditorías públicas sobre esas estructuras de costos veremos si pueden utilizar el aumento de precios para voltear gobiernos.
Tengo la impresión de que la gente se está dando cuenta de donde viene en realidad la inflación. Algo de base hay para empezar a debatir una ley al respecto.
Un abrazo.
Sería bueno que hubiera trasparencia, como vos decís, más allá de lo difícil del asunto de lograrlo (no sólo una ley, sino su aplicación, ya que hay demasiados intereses en juego). Pero de lograrlo, y más allá de las trampas y ocultaciones -hecha la ley hecha la trampa dice el refrán- lo fundamental queda en pie: la tasa de ganancia. Por supuesto que entonces se sabría con mayor precisión, pero en la base de la libertad de empresa, no impediría sus ganancias y sus justificaciones de lo injustificable. Por otro lado, las leyes que son importantes para los movimientos populares son aquellas que reflejan una cierta correlación de fuerzas. De allí que la clave tanto para lo que vos planteás como para algo más profundo, está en lo que piensa y hacen las mayorías. Y hoy ven el enemigo a "la inflación" y no a los que aumentan los precios y lo que es más importante aún, sus tasas de ganancias. Y cómo jamás están dispuestas a bajarlas, a pesar de que en Argentina están muchísimo más altas que en cualquier otro país del cual nos dicen que debemos parecernos. Obviamente el tema es complejo. Y no es fácil enfrentarse al dominio ideológico, teórico y "del sentido común" del neoliberalismo, que atraviesa todas las fuerzas políticas y desvían la mirada para que no se vean los verdaderos orígenes de los problemas y cómo resolverlos. Un abrazo
EliminarAnónimo de las 19:34: Tenés razón. Lo mejor sería poder definir por ley la tasa de ganancia. Pero yo apunto a que tengan que salir a defender públicamente ante el país entero esa exorbitante tasa de ganancia que tienen los supermercados, por ejemplo.
EliminarAhí los quiere ver: con las estructuras de costos a la vista acusando al Gobierno de ser el responsable de la inflación. La presión del pueblo puede llegar a ser muy, pero muy fuerte. Y la veo como mucho mejor que una ley, a la que pueden acusar de ser "dictatorial", "marxista", "antidemocrática" y todas las demonizaciones que se puedan inventar.
Un abrazo.