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Los
precios de bienes y servicios suben porque la emisión monetaria es
elevada. La cotización del dólar en el circuito marginal aumenta porque
existen muchos pesos en el mercado. El consumo de bienes durables se
incrementa porque “la gente” no sabe qué hacer con el dinero que le
sobra. Las expectativas de los actores económicos son negativas porque
la expansión monetaria disimula desequilibrios de las principales
variables, en especial las cuentas fiscales por el alza del gasto
público. Casi todo lo que sucede en la economía tiene su origen en la
emisión de dinero y, por lo tanto, el principal y único responsable es
el Banco Central y los políticos populistas que influyen sobre sus
decisiones. Está bien ganada así la definición de teoría monetarista.
La
cantidad de circulante es el determinante fundamental para evaluar la
tendencia de la economía y para proponer medidas tras el objetivo de
alcanzar “el equilibrio”. Es una corriente analítica de larga tradición
en la historia del pensamiento económico, adquiriendo mucha influencia a
partir de la década del 70 reteniendo hasta el presente una posición
hegemónica en el espacio interpretativo de fenómenos económicos. Ese
amplio dominio en el debate público está reflejado en analistas legos y
un sector de la población que repite sus postulados como verdades
absolutas. Por ese motivo, son expuestas como si fueran parte de la
única teoría válida anulando cualquier otra alternativa. Tiene la virtud
del mensaje superficial: mucho dinero en efectivo en el mercado es
negativo; poco, positivo. Explicación monocausal de la inflación que
posee una atracción irresistible por lo vulgar, condición que merece
advertirse para eludir confusiones y, especialmente, para evitar que un
sector de la población termine defendiendo intereses no propios.
Pese a que el discurso predominante es que la emisión es el motivo
de la persistencia de la inflación desde 2007, año que comenzó una etapa
de aceleración luego de un período (2003-2006) de relativa tranquilidad
en ese frente, existe otra visión sobre las fuentes de tensión en los
precios. Esta no considera que las políticas fiscales y monetarias hayan
sido el origen de la inflación, sino que la causa se encuentra en
incrementos de costos ligados a la puja distributiva y mecanismos de
indexación, a lo que le agrega el impulso dado por shocks externos
provocados por el incremento de precios internacionales de las
exportaciones de materias primas. El marco teórico para abordarla lo
brinda la corriente estructuralista de la inflación que analiza
múltiples causas y explicaciones del fenómeno de aumento sostenido del
nivel general de precios.
El actual ciclo de la inflación reconoce su inicio en una
megadevaluación, alteración de los precios relativos y en una fuerte
suba de los precios internacionales de los alimentos (denominada
inflación importada). Esto último impactó en los costos directa e
indirectamente por exportaciones e importaciones, que luego derivó en un
proceso de intensificación de la puja distributiva, lo que se conoce
como mecanismo de propagación. Este adquiere cierta autonomía a partir
de determinados niveles pasando a ocupar un lugar relevante como factor
explicativo de la inflación. Otros países latinoamericanos también
registraron aumentos de los precios de las materias primas, causa
subyacente de la inflación, pero en el caso argentino el impacto fue
mayor. Esto fue así porque la política de tipo de cambio no actuó como
atenuante al mantener su competitividad con miniajustes de devaluación
de la moneda. Los derechos de exportación (retenciones) intervinieron
para compensar el efecto de esa estrategia, medida limitada a partir del
rechazo a la resolución 125 en la votación en el Senado. Esa derrota
del oficialismo actuó como una importante restricción de política
antiinflacionaria.
El esquema Metas de Inflación aplicada por otros países, como
Brasil, atenúa el impacto de los aumentos de precios internacionales de
materias primas con tasas de interés elevadas y apreciación del tipo de
cambio. El resultado de una inflación más baja se paga afectando la
actividad económica por la caída de la demanda de la producción nacional
y por el disciplinamiento de la puja distributiva. Este se concreta al
limitar a los formadores de precios internos por la competencia
importada, facilitada por la apertura con un tipo de cambio atrasado, y
manteniendo el salario real de los trabajadores constantes, sin
capacidad para mejorar la distribución del ingreso. Esa estrategia
(atraso cambiario y tasas altas para controlar la inflación en un
contexto de precios internacionales elevados) provoca otras distorsiones
de largo plazo, como la primarización de las exportaciones, el alza del
endeudamiento y el aumento de la vulnerabilidad externa por el
movimiento de capitales especulativos.
En la investigación Márgenes unitarios flexibles, ciclo económico e
inflación publicado por el Cefid-Ar, Gustavo Murga y María Agustina
Zelada explican que la política cambiaria argentina favoreció el
crecimiento del empleo y el Producto, pero también las condiciones para
que los industriales puedan enfrentar la competencia importada
manteniendo márgenes elevados. Señalan que el grado de sindicalización y
la extraordinaria recuperación económica de los últimos años que dio
mayor poder de negociación a los trabajadores también marcan una
diferencia a la hora de medir los diferentes impactos de la inflación en
cada país. Para agregar que “debido a estas dos cuestiones, la
aceleración de la inflación en el caso de Argentina, a diferencia del
resto de América latina, puede explicarse por un mecanismo autónomo de
los impulsos internacionales y la puja distributiva”.
Murga y Zelada indican que pueden encontrarse entonces los
ingredientes necesarios para evaluar que la historia inflacionaria
reciente podría responder a otras causas y mecanismos en los cuales la
teoría económica convencional no repara: inflación importada y puja
distributiva. “La inflación importada puede ser de esta manera la causa
del incremento del nivel general de precios, en tanto impulso exógeno. Y
mientras el tipo de cambio nominal no contribuya a amortiguar el efecto
del mismo, la puja distributiva puede convertirse en un mecanismo
transmisor y acelerador de la inflación”, afirman.
¿Qué significa puja distributiva? La corriente estructuralista
entiende a la inflación como resultado de un conflicto que surge a
partir de la distribución del ingreso entre los asalariados y las
empresas. “De este modo se vuelven necesarias regulaciones para pautar
la velocidad de crecimiento de los ingresos de asalariados y
capitalistas con el fin de evitar la inflación, y su aceleración,
directamente asociada a la escalada del conflicto distributivo”, señalan
Murga y Zelada. El conflicto surge cuando las firmas trasladan a
precios el incremento de sus costos porque no les alcanza, o no se
conforman, con el hecho de poder recuperar por rotación (cantidades
vendidas) lo que pierden en tasa de ganancia (caída efectiva del margen
unitario).
De ese modo adquiere centralidad la dinámica de la negociación
paritaria anual donde intervienen los dos actores principales (empresa y
sindicato) con el Estado involucrado en esa tensión en función a su
posición respecto a la distribución del ingreso. Esta última variable
mejora cuando avanza la tasa de crecimiento de los salarios sobre la de
los márgenes unitarios, como se ha registrado en los últimos años, según
Murga y Zelada. Pero, a la vez, mencionan que ello no puede lograrse
sin consenso o disciplinamiento puesto que “cabe la posibilidad de que
los productores trasladen a precios lo que consideran como un incremento
de sus costos”. Por ese motivo aconsejan estudiar el movimiento de
salarios y margen unitario (ganancia) de cada uno de los sectores
productivos para instrumentar una política de ingresos efectiva tras el
objetivo de estabilizar la inflación y de este modo lograr una mejora
sostenible en la participación de los asalariados en el ingreso.
*Publicado en Página12
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