jueves, 30 de mayo de 2013

JAURETCHE, PENSAMIENTO Y ACCIÓN


Por Mario Oporto*

Este 25 de Mayo, en el que se cumplen 10 años de la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de la Nación y 40 de la asunción de Héctor Cámpora, también se conmemora un nuevo aniversario de la muerte de Arturo Jauretche, una figura compacta del pensamiento político argentino. Lejos del anacronismo, sus ideas se siguen discutiendo con la misma pasión ideológica de hace ya algunas décadas. ¿Por qué ha tenido lugar en los últimos años una reactualización del pensamiento jauretcheano? Posiblemente porque la restauración conservadora de la década de los ‘90 del siglo XX volvió a poner en tela de juicio la serie de conceptos que sostuvieron la llamada “década infame”.  
Si se aplica la misma lógica para tratar distintos hechos de la historia, se les podría recordar a quienes aseguran que en estos últimos 10 años regresaron los ‘70 que quizás tengan razón, y por una causa muy clara: porque en los ‘90 volvieron los ‘30. Lo que indica que la historia no es “evolutiva”, sino que es una línea afectada por tensiones de diversa dirección que, según los casos, puede regresar a saldar sus cuentas pendientes.

Jauretche, sin dudas uno de los ideólogos del kirchnerismo, es un militante del radicalismo yrigoyenista que ingresa a FORJA en 1940 y, desde entonces, se lo va a ver siempre apoyando los movimientos populares. Es en FORJA donde Jauretche comienza a pensar en una idea de país y en sus diversas relaciones con su sociedad interior y los pactos entre economía local y extranjera que condicionan su progreso.

FORJA es una especie de vanguardia ideológica que desactiva la mitología bienhechora de dos grandes poderes de facto, como las multinacionales y la corporación agroganadera. A estas estructuras, que aparecen como enemigas naturales del campo nacional y popular, Jauretche le agrega un tercer elemento solidario que es el lenguaje de la burguesía vernácula, un idioma de clase que inspira su Manual de zonceras argentinas. Pero en el fondo de su pensamiento, estaba presente la cuestión social. En la pobreza de la Argentina –y de América Latina- ve las consecuencias económicas ligadas al desmantelamiento del patrimonio nacional.

Además de ideólogo y sensor hipersensible, capaz de señalar sin equívocos dónde debía colocarse un militante de la izquierda nacional respecto de la historia y la actualidad, Jauretche también fue un hombre de acción. Dos veces presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires (en su gestión, el concepto “fomento” se destacó sobre el concepto “banca”), también fue candidato a senador en 1961, compitiendo con Alfredo Palacios en los años de proscripción del peronismo.
  
También hay algo en Arturo Jauretche que podemos reconocer como el sentido moral de sus intervenciones políticas, independientemente del campo en que las haya hecho: le costaba quedarse inmóvil en los procesos sociales y políticos. Era un activista en todo el sentido de la palabra. De modo que así como apoyó la presidencia de Frondizi luego del acuerdo del peronismo con la Unión Cívica Radical Intransigente, desertó apenas vio que los acuerdos de Frondizi con las petroleras multinacionales afectaban los principios por los que venía luchando desde hacía muchos años.
  
La participación política de Jauretche en la vida pública argentina, que tuvo lugar tanto en el campo del pensamiento como en el de la acción, inspira en alguna medida –después de 80 años de publicado su primer libro, El paso de los libres, con un curioso prólogo de Borges- tanto los actos del gobierno popular de Cristina Fernández como las reflexiones de Carta Abierta. Y nos sigue recordando que el peronismo, tanto el de 1945 como éste que vivimos hoy, no basa su fuerza en el resentimiento, sino en la esperanza.

*Publicado en Diario Registrado

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