Por Gustavo Daniel Barrios*
¿De qué otra cosa puede hablarse
en este tiempo, mordaz y procaz, que de la proeza de encontrarse a sí mismo?
Acerca de este acontecimiento, uno atina a suponer, que pudieron haber muchos
hombres pasado, digamos, buena parte de una vida promedio de ochenta años, en
un despilfarro de sentido, negador de la inteligencia, lejos de la vida.....,
pero bástanle a esos hombres, que en determinados días amanezcan despejados en
su interior, de modo tal que les resulte posible observar el fondo de su
verdadera entidad, y reconocer en ello el ronroneo, de la identidad que le es
propia y a la cual está llamado a servir y para la cual está llamado a ser,
ronroneo en incremento, más que un eco, y entonces a partir de ese hallazgo,
estos hombres un día se podrán decidir a porfía, a desafiar toda su ineptitud
anterior, e incluso tal vez hasta se aventuren a pasar una quincena de
revolución yoica, y buscaran entonces refugio para esto a pocos kilómetros de
su hogar, en la derruida habitación postrera de alguna casa amiga, para
transformarse, solo, porque bien dicen que el combate más tremendo es el que se
sostiene contra sí, y para ello es preciso aislarse.
De este modo es que ocurre, cuando opera el acontecimiento, último, que suele llamarse "encontrarse a sí mismo". Ocurre cuando el sujeto imaginado logra saludarse y logra solidarizarse con aquel original signo, que desde lo profundo del ser venía durante años impetrando con susurros al distraído dueño de la personalidad, para que produzca una revolución positiva, diferente, en favor propio. Un día, la ficha cae, aquel sujeto advierte la llamada, y produce una revolución yoica. Y entonces establece las bases para un nuevo plan de vida, esta vez conforme a lo que verdaderamente es y a lo que siempre debió haber sido. Al regresar a sus pagos él ha nacido otra vez.
De este modo es que ocurre, cuando opera el acontecimiento, último, que suele llamarse "encontrarse a sí mismo". Ocurre cuando el sujeto imaginado logra saludarse y logra solidarizarse con aquel original signo, que desde lo profundo del ser venía durante años impetrando con susurros al distraído dueño de la personalidad, para que produzca una revolución positiva, diferente, en favor propio. Un día, la ficha cae, aquel sujeto advierte la llamada, y produce una revolución yoica. Y entonces establece las bases para un nuevo plan de vida, esta vez conforme a lo que verdaderamente es y a lo que siempre debió haber sido. Al regresar a sus pagos él ha nacido otra vez.
De la importancia que esto tiene,
predicaba a los suyos el personaje mínimamente esclarecido de este relato, el
sujeto convocante central. Y este es una mujer por estos días de 73 años de
edad, llamada desde la cuna Brunilda Pidal. Dama diferente, asidua
animadora hasta no hace mucho, del Centro Social y Recreativo del distrito Remedios
de Escalada, fecunda asociación de corte progresista, en sus ejes rectores
que la consolidaron socialmente en su premisa, o pudiera hablarse de peregrina
constancia de unir a la flor y nata del primer oeste de la ciudad, para
defender resguardados principios, que allí dicen mantener. Esta mujer aludida,
delgada, de un metro y cincuenta y ocho centímetros de estatura, datos que a
veces trascienden, regia en el vestir, desde su mocedad, tiene la aureola de
ser la hija de Matilde Dolores Audisio, quien fuera por algunas semanas
una persona célebre, cuando en 1938 confrontó con las autoridades locales al
reclamar, un poco falta de ubicación quizás, que se repusieran los coches del
tipo cabriolet o mateo o preferentemente un tranway -no confundir con el de
motor eléctrico, ya que el uso del vocablo tranway aquí designó a un coche
vagón sobre riel, pionero, pero en tiempos de la Matilde ya adulta un
cachivache en desuso, que funcionaron con tracción a sangre, coche de
caballos-. Invocó estas antiguedades con un nuevo tendido para el tranway y por
otras calles, donde hacer circular también los cabriolet, y sin hacer mella en
los tranvías pues conservarían su habitual trayecto -tranvía fue el uso, el
término definitivo para los eléctricos aquí-, para que cubrieran el trayecto
entre Oroño y Pellegrini, desde una nueva y extraña punta de línea con
medialuna de rieles a pasos de la rotonda y junto al calendario de diario
aggiornamiento de hoy, hasta la recordada clínica del doctor Fracasi,
aun en pie, mole del cruce de las avenidas Arijón y San Martín, de otro mundo,
derecho por Oroño hasta ese tremendo sur, y mediando el giro hacia el Este al
dar con Arijón. Enérgica mujer esta Matilde, y es de pensar que le trasmitió
ese temple a Brunilda, la hija única de ella y el como ella finado don Luis.
Para encarar la descripción del esposo de Matilde Audisio, antes que nada diré
que él le fue un trastorno a Brunilda, desde la pubertad de la niña, y que le
fue un engorro el que su padre acarrease con el orgullo excesivo, el fenomenal
acopio de hidalguía, que lo hiciera llamarse Luis Carmelo Pascual Andrés
Lotario Pidal. Este blasón en su cédula de identidad, lo obligó a un
equivalente prejuicio por el cual le resultaba duro congeniar con el conjunto
comunal, o popular del país. Ese blasón le fue a él un corset de hierro, sobre
todo en lo referente a la crianza y formación de Brunilda y para el desconsuelo
de esta. El atributo de llamarse Luis Carmelo Pascual Andrés Lotario,
produjo un hombre histérico, y muchas veces castrador de sueños en lo relativo
a su hija, quien se vio obligada a marcha forzada y exasperante lentitud para
incorporarse a la sociedad, un día, finalmente de lleno. Lo más duro fue que el
destello personal de ella era el de un carácter silvestre, y las limitaciones
obsesivas de don Luis, la retuvieron hasta después de los 20 años, tiempo en
que se liberó.
Tiempo de noviazgo el de la
libertad de Brunilda, premiación, con la antítesis de don Luis que fue el señor
Ramón Flores, verdadero sostén afectivo que en pocos años le brindó a
Brunilda la recuperación de etapas lógicas, no tantas después de todo, que por
otra parte tantas mujeres de esa generación de 1960, y marcase la generación
cuando estalla la voluntad juvenil, recuperación que en mujeres de generaciones
anteriores o la del 60, nunca se produjo.
Supónese que Brunilda,
atestiguando las obsolescencias de su vejestorio papá Luis, atinó a seguir una
senda en clara contradicción con él. Y por esto ella, luego de unirse a Ramón
Flores, a sus 24 años, 27 años él, empezó a pergeñar la idea de pertenecer, que
tanto obsesionaba a don Luis, pero en sentido opuesto; rechazó pertenecer al
ambiente forzado al que la aproximaba antes don Pidal -sea notificado a todos
aquí, que Matilde Dolores Audisio y Luis Pidal durmieron en habitaciones
separadas desde el año 57, cuando la hija de ambos no llegaba aun a los 17 años
de edad-....... Brunilda dijo no jamás, consciente de las cosas, consciente de
este personal de carrera del Banco Provincia que era su padre, cuyo reducto de
filiación de clases del cual él fue miembro, fueron seis o siete hombres -y las
familias de estos-, que de entre todas las sedes del banco en la ciudad, venían
de linaje patricio, y eran miembros de clanes que fueron influyentes desde
épocas en que obraron como pilares de un desarrollo vertiginoso, que dio
transformación potente desde 1854 digamos, a la aldea pastoril hasta ser urbe
hiperdesarrollada, en el mirador incomparable y de rasgos personalísimos de la
ribera de Santa Fe, y este puerto nuestro rosarino, que fue cimera o morrión de
puertos, porque mal que me pese, y de consuno con la bolsa de comercio local,
no me gustan los granos, entre los años 31 y 37, alcanzando las 5 millones de
toneladas exportables-año, reguló las fluctuaciones del mercado mundial de
granos, y quedó la creencia de que en ese tiempo fue nuestro puerto de mayor
importancia que el de Rotterdam, con el cual hoy no podemos establecer
proximidad de ningún modo. Sinceramente me gusta el puerto en la faz de carga
general, en tanto que a granel, hoy, lo entiendo opuesto a una Argentina para
todos, y el granel pues, más bien resiste esa pretensión de igualación.
Pero el narrador no debe hacer
mucho uso de digresiones dentro de la historia que está contando. Por tanto
debe en breve volver a los Pidal, en este caso. Pero haré una incursión más
antes, dirigiéndome a un detalle curioso que descubro del cauce que corre bajo
la ribera de tierra. Un cauce que se adapta a dos curvas notables de esta vía
navegable interior del país al correr sus aguas junto a la ciudad. Este es un
río que nace en zonas del Oeste del estado de Río de Janeiro, en el fronterizo
país del Brasil. Desde aquella parte, y poco a poco, viene tomando fuerza y
remontándose, luego de nacer este río no demasiado lejos de la célebre ciudad
de los cariocas. Urbe que evoca a un río de Enero, pero está abrazada por aguas
de una mar océana, y entonces me pregunto si ese río de Enero no será el Paraná,
que atesorará de ese modo la nación fluminense, pero que es el Río de
Janeiro estadual.
Retomo el relato y me ocupo de
don Pidal, quien fuera de sus pocos amigos patricios, todos nostálgicos del
vacío, en base a que los otros nobles, los que nunca hubiesen congeniado con el
grupo del Banco Provincia, no se hubieran ocupado nunca en tomar distancia,
sino que se internaban en la profundidad del país, en todas partes, incluyendo
el viejo carnaval. Luis Pidal no le reconocía a Brunilda mayor libertad que la
de una mecanógrafa en veda, o negación de la realidad como panorámica del
absoluto, que Brunilda justamente ambicionaba tanto.
Ya en pareja de Ramón, se la oyó
una vez decir: "Yo lo que pretendo es pertenecer ahí donde están las
mayorías -civilizadas, le gustaba recalcar-, el foro unificado, en donde
celebran la vida los despiertos, los que permanentemente estarían dispuestos a
zarpar hacia un más allá del cabo de Hornos, aguas por donde navegan barcos con
singladura transpolar, en la convicción de que un archipiélago envuelto en un
microclima les va a permitir retirarse unos años del mundo o quizás nunca
regresar a él. Yo necesito andar con los adelantados."
Esta era la oratoria de Brunilda
Pidal en sus comienzos de improvisada relacionista pública. Pero a no
confundirse, vivía ella fuera de estas ocasionales ensoñaciones, en el fragor
de la lucha.
Para 1966 Brunilda organizaba los
encuentros trimestrales -que solían durar unas once horas-, de un círculo de
intelectuales nucleados en el club aludido mucho antes. Este grupo se
pronunciaba en favor de llevar la jornada de trabajo a sólo 4 horas. A tono con
esto, se proponía el plan de ellos, dar término a la indigencia y a la
subocupación o postración de esta clase, rebalanceando la economía -ahora me
pregunto si los sucesos en Córdoba y Rosario no habrán funcionado como mecánica
del anverso, positivamente claro, pero anverso, del plan del grupo de Brunilda
de 3 años antes-. Ellos pregonaron, rebalancear, para hacer ingresar a todos al
sistema, en un uso superlativamente racional y original de los recursos, y que
se debería impulsar al tiempo de acorralar a los amigos de Onganía tendientes a
la evasión fiscal -ahora me explico que el grupo estaba en ese tiempo seguro
del retorno próximo de la democracia, como finalmente se produjo en el 73-. Las
ideas de este tipo eran todas orientadas a que dejen de ser mendigos los
mendigos, y el plan se aseguraría en institutos de enseñanza apropiados a los
conjuntos a los que se prodigaría este proyecto, para la formación práctica en
materia laboral, establecidos y dotados de programas e infraestructuras, que
ellos los mentores pudiesen oficializar y conformar y asentir, con la previa y
lógica designación del mismo, en su carácter de ente rector de esas incursiones
territoriales profundas, por parte de un Estado con la democracia en plena
vigencia. Este grupo se proponía, proveerle al ex mendigo acceso a la vida
integral en la ciudad, tal y como se produjo el milagro europeo de la post
guerra después del 46 o 47, en que los países destruidos obtuvieron rubicunda y
genuina prosperidad, al amparo de un plan de racionalidad y heterodoxia, que
permitió lo imposible, como que en pocos años de la nada se llegase a un
standard alto, en todos los niveles de la vida de todo país.
El corpus doctrinario de los
trasnochadores rezaba "pobreza cero", y Brunilda en soledad aun
hubiese agregado: " Economía fraternal".
Si otra vez retorno a la persona
de don Luis y su visión de las cosas a nivel general, y reviso las aristas del
caso, debo principiar con la contemplación de la palabra hidalgo: el
miembro de la nobleza. Hidalgos son aquellos a quienes junto a sus redes
familiares y de socios de estirpe, se les atribuía el ser los autores del país
más remoto, o más hacia aquí, desde que naciera en república como país
emancipado. En los suelos estos además estaban los criollos antiguos, quienes
en torno a un colonizador insigne que poseía la partición, si nos vamos muy
atrás en el tiempo ahora, empezaron a construir las aldeas primigenias. Los
hidalgos y los otros. Los paisanos; estos y los gauchos estaban homologados en
estas tierras, paisano pero hispánico hablo ahora, aunque había disputa entre
ambos grupos, de difusa diferenciación porque en realidad hacían lo mismo para
ganarse el sustento y hacían lo mismo para divertirse, aunque se afirma que
fueron diferentes y a veces distanciados el uno del otro grupo.
Poco conocemos de los colonos del
país viejo, arracimados en ligazón a los que dominaban la posesión. De este
particular tema hace unos comentarios don Juan Manuel (autor de Castilla
en el medioevo). Él estaba muy preocupado y a la vez orgulloso de la defensa de
su nada despreciable herencia dinástica. En el "Libro de los
Estados", didácticamente, él habla de algo a lo que llamó "literatura
estamental." Cuenta en el libro que había un anciano adoctrinando a un
joven, y teorizaba el viejo diciéndole al más joven: "Pertenecer a un
estamento implica la posesión de unos derechos, diferentes a los de otros, y
paralelamente, de unas obligaciones peculiares. La división se basa -decía el
viejo-, en un criterio funcional, que hace de cada uno de los tres órdenes -él
hablaba ahí de los encargados de orar, defender, y trabajar manualmente por los
demás. Parece que este hombre dividió de esa forma a la sociedad de su
tiempo-....., cada uno de los tres órdenes un elemento imprescindible dentro
del cuerpo social. Pero esto no evitará que se menosprecie al elemento inferior
-decía-. Juan Manuel concluye el párrafo haciendo hincapié en los defensores,
y dice que el rango en la sociedad obliga a una conducta especial, guiada
siempre por los principios del honor estamental.
Téngase en cuenta aquí, que podrá
tal vez la burguesía acrecentar su nivel económico de forma astronómica, y de
hecho ocurre constantemente, y digo crecer ocultando con ello la robustez de la
aristocracia, aunque escasamente se la conoce hoy en día, al menos por aquí,
pero ocultarla hasta volver a la aristocracia un grupo mendicante en
comparación, y se conoce que gente potentada han sido en su juventud toscos
vendedores ambulantes -y celebro este prodigio-, o trabajaron de
deshollinadores, o fregaron pisos, y hoy son magnates. Pero, puestos en
comparación con los hoy casi invisibles aristócratas, de algo carecen. Y me disculpo
por la descollante, o tristemente descollante supernumeraria difusión de los
aristócratas titulares de un diario de papel, que casáronse con el diario de
papel de supernumeraria difusión, pero de origen burgués. Ocurre que yo en los
primeros veo atracadores, también en los segundos de paso, aunque en lo formal
puedan recibir el título honorífico de aristocracia. Hablo, o quiero referirme
en el fragmento, a la aristocracia que anda con sigilo, e incomparablemente,
pertenece a un rango económico discretísimo, y sobre todo en lo atinente a
influencias.
Y sobre lo mismo agregaré, que
los aristócratas que nacieron y crecieron con el escudo familiar -en modo
abstracto-, puesto en el salón de los comensales de su hogar, personas que
penetraron desde niños en los círculos rarísimos de la hidalga sociedad, y
pudieron con ello acceder desde pequeños a las excentricidades y a los secretos
de la cultura privativa, no prohibitiva, apenas privativa, elemental recelo;
prohibitiva fue la clase que de continuo intentó suprimir las libertades y
matar. Ese círculo entonces, que aunque escaso nivel económico conserve, si
esto se da, siempre ocupará un espacio inadvertido afuera, en el seno de la
nación, un ambiente imponderable y metafísico, del que la burguesía nunca tendrá
noticia. Y a ese nivel de la vida social de un país, donde el hidalgo se pasea
a placer, algo en la naturaleza de ese espacio hay, que hace que nunca podrá
accederse a él con el dinero, ni la ruindad del atropello. Simplemente
permanecerá ese nivel de la vida social, como privativa de unos pocos. Pocos
realmente. Podrá ciertamente, un aristócrata poseer recursos muchos, pero
atención, él no necesitará de eso para introducirse, porque allí los recursos
cuantiosos son ignorados, respetados pero ignorados. Estos lugares abstractos,
son los laberintos de las élites hidalgas, para cuya inserción, tampoco
necesariamente hace falta tener el blasón que se apoya en el muro del salón de
los comensales, aunque dicha habitación, sea el único lugar de esplendor que conserven
actualmente, si tratamos sobre hidalgos empobrecidos. En estos laberintos,
cuentan aun los estilos discursivos.
Supónese que la burguesía, deseó
de continuo conocer y atravesar umbrales, y muchas veces cree el hombre
burgués, que el recurso apropiado es dinerario. Pues exactamente en ese momento
comete un fallo, en tanto son cosas inconciliables. La idea de ingresar de ese
modo, ese fallo, supone un trazo perpendicular a la línea tradicional
directriz, que se conforma con grupos en yuxtaposición. Si no se alcanza esa
yuxtaposición, se quedan fuera.
Se presume que pocas personas en
el mundo comprenden esto.
Más arriba decía, que la
"Asociación Social y Recreativa", cuya predominante figura y alma
máter, fue hasta finales de 2011 incluso, Brunilda Pidal, aquella sede
de tantas madrugadas, se proponía ligar a la flor y nata del primer Oeste de la
ciudad, duradero este....Oeste, desde la óptica de los que rodeamos a el Centro
"político, cultural, y de la city bancaria", de manera mezquina, ya
que nosotros somos el Este, y ellos el verdadero centro, fácil retruécano,
acontecer distorsionado tan común de muchas ciudades;... digo que, este primer
Oeste es duradero por ejemplo hasta el club Libertad, o lo que es igual, la
estación hoy sede de "Los amigos del riel." Va tomando formas de real
Oeste por ahí, porque a partir de ese tendido de rieles, adentrándonos,
llegaremos en un cierto lugar al Oeste en estado puro. Y lo conoceremos a poco
de superar por ejemplo, el complejo australiano, de cine, desde enfrente y
hacia el Oeste, metidos dentro, el Oeste puro, justo desde allí. Cuando decía,
que el grupo se propuso reunir a la flor y nata de la zona hasta más allá
entonces según convinimos, de la línea norte sur a la altura del complejo de
cines, y hacerlo desde la avenida Francia, demarcación fiel a lo que recuerdo,
partimos desde el más acá, de avenida Francia, lo que ahí hacía la asociación,
era un trabajo finísimo en que pretendieron reunir a los amigos del asfalto del
olvido: el trasnochador ocioso, aunque el vesperal soñador aplicado pero
díscolo, aun, que para ellos reportaba una señal aristocrática especial.
Brunilda es de pura cepa hidalga, pero en el club y entre su gente, al grupo
hoy falto de vigor lo formaban unas 68 personas, y de todos ellos sólo cinco lo
eran. Aquí aparece oportuno repetir, que la falta de inteligencia de los
hidalgos cerrados en materia ideológica, y además pretensos de conservar
preeminencia en relación a la ciudad restante, nunca forjando mérito alguno, e
impermeables al drama humano, dramas que resultan en desgarro para el común de
la gente, determina que lo único que en esos casos se tiene de aristócrata es
el apellido. Apunto que los recién descriptos son una cosa chirle, vulgar,
ilegítima en demasía como para aspirar a ese pertenecer obsesivo. En verdad que
he descripto una vez más a la burguesía en estas últimas líneas, pero se ajusta
evidentemente, también a los que tienen el título formal de hidalgos pero.....
Resumo, y digo que Brunilda y
Ramón y toda su gente, interpretaron códigos aristocratizantes de larguísima
data. Aclaro por las dudas, que en el ambiente pampeano, son muchos más que los
imputados de que se hablara hace un rato, los aristócratas de cariz conservador
marcado, empero yo considero que no comportan una muestra que refleje la
realidad última de esta categorización que llamamos aristócratas.
Sería un código aristocratizante
en sentido ampliado. En momentos en que la acumulación de hartazgo oculto en lo
más hondo de los propios entresijos de amargura, sufrimos, me complace
reconocer qué bueno es contar en la comunidad, con la claridad de la mujer de
Ramón Flores. Y téngase por cierto, que no solamente los hidalgos menguados,
empobrecidos lisa y llanamente, sino que los que ningún linaje han poseído o
poseen: remendón, puestero, fileteador de pescadería, afilador, garçon o petrol
atendant, pero que hicieron pie en dicho código, nunca se alejarán de esos
escenarios de la vida, en base a que su original hidalguía, los califica a
perpetuidad.
Casi no existen las chances de
conectarse con ellos, el extravagante grupo y su guía, la mujer a la que he
dado fama en estas páginas. Hubo una tarde, en la que estando con Flores dos o
tres personas y yo, en la casa de uno de ellos, llamado Miguel, en un bloque de
cuatro pisos construido por este mismo, y en cuyo primer, aquí la planta baja
expresa al piso 1 del resto del mundo que llama 2 a nuestro primer, lo dispuso
completamente para él y le dio forma ahí a su hogar, ya que se trata de un
hombre "hacelotodobien", todo; una disposición sobria no exenta de
inversión y diseño delicado y más que aceptable. El bloque está ubicado a 160
metros de una factoría muy vieja, que hace de escolta en combinación con un
silo abandonado no ribereño, de la terminal ferroviaria.
Lo que esa tarde de sábado Flores
contó fue tremendo. Él era mi única fuente de información sobre la filosofía de
Brunilda con la que estuve una vez nomás, acerca de los complicados entuertos
en los que estaban metidos. Ramón no es amigo, sino que es un allegado de
confianza, y muy estimable por cierto. Me apasionó siempre que estos allegados
fueron para todos los demás bastante indefinibles. Y Flores habló aquella tarde
nomás. Aparentemente, Brunilda era una estudiosa de los Estados Unidos de
Norteamérica. Hoy asume el rol pasivo muy a gusto, y no creo que siga
esforzándose mucho. Ramón acentuó que ella era una estudiosa de la historia del
país en clave no convencional. Bueno, Flores nos introdujo en la cuestión dando
un resumen, de la caricatura que emblemáticamente se imponía a nivel popular:
el famoso Tío Sam. Y este idílico símbolo, fue la plataforma temática a
partir de la cual Brunilda dijo que había empezado a componer la lucidez sobre
aquel país.
Es muy sabido que un viejo de
barbas blancas, y sombrero acorde a sus pantalones rayados, ese dibujo,
chaqueta fina también, no es otro que el llamado Uncle Sam, o tío Sam,
el personaje de preferencia mayoritaria por la calidez que a los ciudadanos
despierta en aquel país. Hablamos de un hombre que existió realmente, y se
llamaba Samuel Wilson, nacido en Nueva Inglaterra en 1766, diez años
antes de la declaración de Independencia y la conformación de una república
libre, que en el caso de Estados Unidos sucedió en un solo y mismo año. De
hecho, Samuel Wilson fue un niño tamborilero del ejército
independentista, en tiempos de la emancipación. Siendo un hombre, joven pero
madurado, abrió él una empaquetadora de carnes en la ciudad de Nueva York. Más
tarde le empezó a vender carne al ejército y dibujó las letras US en las
cajas de embalaje, y que significaban United States, el nombre del país.
Ocurría que la abreviación US no era común o identificable del país en
los finales del siglo 18 donde nos encontramos en este pasaje. La gente
no asociaba. Acontece un día algo que se asentó como anécdota, con un empleado
de la empresa de Wilson al que lo interrogaron sobre qué significaba la
abreviatura. Reitero que la gente no asociaba todavía la abreviatura con el
país. Entonces el empleado, aparentemente malhumorado, le responde al otro
hombre, que quería decir Uncle Sam, iniciales del dueño quien
afectuosamente era conocido en su entorno neoyorkino donde ahora vivía, como Uncle
Sam, Tío Sam. No lo supo nunca, pero su respuesta dio origen a un folklore
entrañable para los estadounidenses. Se propagó el error, inocuo error, aun
saludable. Dentro del ejército se aquerenció el chiste de: "Somos los
soldados del Tío Sam", Uncle Sam. Obviamente, ya en el siglo 19, el
Tío Sam, que no fue otro que Samuel Wilson, fue popularmente instaurado como el
señor US. El ícono de los Estados Unidos. Y como los norteamericanos son
muy fantasiosos, quedó estandarizado, en el magin, que la estructura
gubernamental de los Estados Unidos, tenía un pivot, un viejo, el llamado Uncle
Sam, el Tío Sam.
Se ha oído muchas veces por otro
lado, en tv, que por ejemplo cuando se decide desde el Este la construcción de
un colegio digamos en Wyoming, áreas de densidad demográfica baja, en algún
pueblito, los habitantes digan: "Esta obra la pagó el Tío Sam." Ingenioso
dicho popular. En fin, esto.
Aprovechan, a tono con esto, los
simpatizantes internos, y también externos de Estados Unidos, para hacer
sintonizar esto con la idea de que un viejo afable y querendón -aquí
naturalmente explican la derivación romántica del mito-, que un viejo así es la
esencia de toda la estructura gubernamental federal de los Estados Unidos de
Norteamérica, y que el altruismo es el fin esencial que mueve todas las
acciones del Este dominante, el Nor-Este, para ser más precisos. Propagan los
simpatizantes que la democracia de aquel país, funciona a pleno realmente, que
es pura.
Nadie, en su sano juicio, nunca,
ha sido capaz de creer, una palabra de estas expresiones de gente, digamos básicamente
apresurada o torpe de intelección, de reflexión, carente de información, o lo
que llamase comúnmente "hombre light", o "mujer light." Y
sus declaraciones tienen el cariz de toda declaración light, que hace agua por
todas partes.
Flores, siguiendo con el
segmento, dijo aquella tarde que esta visión, sufría un inevitable cotejo, lógicamente,
con otra visión que ahora daré, y forma parte de las hipótesis elaboradas por
Brunilda a lo largo de los años, para intentar llegar un día al meollo de la
cuestión. La dicha visión decía, que la creación -en ese tiempo cuando lo
fundamentaba a todo esto ella le llamó "reciente"-, de la Agencia
Nacional Aero-Espacial (NASA por sus siglas en inglés), no tuvo otro
fin, que el de un día finalmente hacer realidad la construcción de una
mega-estación aero-espacial -ella no describió a una como la pionera MIR,
aclaro, sino que hizo descripción de algo mayor-, y que desde esta
mega-estación, flotando en el espacio cercano perpetuamente, y a base de estar
dotadas de armas ultra sofisticadas, se afrontarían las guerras a partir de
cierto tiempo, de forma no franca, sin desembarcar tropas, sin tropas
directamente, como la síntesis de la pura logística, pero diferenciada; es
decir la planificación estratégica de ese cuartel base, la administración de
esos equipos desconocidos, que no incluye a municiones, ni vituallas tampoco,
sin tropas vuelvo a decir. Todo lo cual supone la robotización como mecánica de
una guerra post-moderna, en una situación de ocultamiento fantasmagórico. La
guerra en esta hipótesis se libraría desde varios kilómetros arriba en el
espacio. Ella deslizaba en su explicación, que las armas despedirían rayos
devastadores que funcionarían acoplados a potentes telescopios que pudiesen
auscultar o radiografiar, hasta el último decímetro cuadrado de una región, cosa
que hoy, y desde hace mucho, ocurre realmente. No era tan fácil imaginarlo en
el año 72, al menos desde aquí. Pocos hombres allá arriba encargados de la
fuerza de uno de los dos países contendientes, harían funcionar la guerra. Ella
aludía a un instrumental de geo-posicionamiento. Este uso en particular era
estrenado por aquella época en ambos lados cuando la guerra fría, e incluía la
capacidad de fotografiar o filmar un marlo caído al suelo o unos granos de
trigo del Asia, por ejemplo, desde un satélite, y ante una pantalla en tierra,
expertos podían reconocer si estaba enfermo el plantío o diagnosticar otras
cosas. Esto lo detalló con lujo, el famoso F. Forsyth. Este enfoque
marca la involución de todas las cosas, en referencia a que el después de una
guerra así, sería terrorífico. Y redundaría esta hipótesis en una deducción más
previsible y lógica acerca de los Estados Unidos como nación.
Pero despacio, si nadie se cansa,
diré una cosa referida por Ramón Flores, acerca de una tercera hipótesis aún más
escalofriante, tejida según él por su cónyuge, que había pensado en todas las
alternativas. Ella esgrimió una vez, que los Estados Unidos de Norteamérica,
caminan bajo la guía no de un nautonier, ni ancianos ni nada, ni tampoco
claramente de los que de a ciclos asumen el poder formal en el Distrito
Columbia, sino por un Holding de empresas, autóctono, o dicho a
bocajarro, que el entero poder que se asienta en la otra punta de un tejido
nervioso formalmente emplazado en el Distrito Columbia, es privado. Que sería
propiedad de una élite, de la organización superior que regula las empresas de
todo holding, y que sumaban unas 3000 o 3500 personas, dueños de la
administración permanente, del país. Que decidirían ellos las cosas en cada
ciclo político con mayor o menor soltura, en relación a si el ejecutivo de
turno encarna más o menos en el pueblo, y ese haber echado raíces en lo
popular, no le permite abocarse fría y concentradamente en ese obligado
sintonizarse que le demandaría al ejecutivo cada mañana el referido holding,
con el tope de las acciones, o mejor dicho de la potestad, y al cual se debe a
rajatabla.
Esta es la teoría más
impresionante que se ha llegado a consentir, aunque a regañadientes, y destaco
que los antes mencionados hombres y mujeres light dicen esto mismo, en este
caso los light muy ofuscados con Estados Unidos, pero nunca han podido
fundamentar cómo pudiera haber algo así, porque si usted lo piensa un rato,
agrego yo, ese modo de expresión antiimperialista, y antiimperialistas somos
todos, todos menos algunos entendámonos, hace años que habla de cosas así, pero
nunca han podido fundamentarlo, y lo más lógico es establecer, que los
intereses gobiernan al mundo, en Estados Unidos más que en ninguna otra parte,
pero como maniobras ilegales y corruptoras de una manipulación global, que
también es clandestina en los Estados Unidos. La perversión existe pero sería
clandestina, no puede categorizarse así como si nada fuese, la idea de un mal
naturalizado. Por eso decía yo, que el enfoque este último, que nos contó Ramón
y había sido elaborado por su mujer, era tan serio, tan sereno y tan didáctico
y bien fundamentado, que nos hizo creer en la posibilidad de que fuera cierto,
y es allí cuando esa tarde, todos en torno a unos refrescos y otras cosas,
sentimos que aquello podía ser cierto, y pudimos conocer lo que es una
sensación de escalofríos.
Se habló en ese domicilio de
Miguel, de lo concerniente a umbrales de lo que sí o lo que no estamos
dispuestos a creer, y Ramón nos contó con ánimo de clarificar, que Brunilda
solía explicar, que en las cumbres desconocidas de la realidad, absolutamente
nada funciona según la noción de normalidad que se conoce, o incluso quizás ni
siquiera afín a los preceptos de urbanidad. Agregaba ella que es necesario extender
los límites de la imaginación, y lo decía como adagio y en orden a evolucionar
un poco.
No debemos desaprovechar aquí,
que le daría verosimilitud a la teoría, el indicio que nos presta la Reserva
Federal, o comúnmente llamado, tesoro de los Estados Unidos de Norteamérica. La
entidad esta tiene control absoluto por parte de los privados. Pasaré a otra
cosa, pero me quedo con el adagio de Brunilda, porque no se puede prescindir de
su mensaje a partir de ciertas aspiraciones de conocer lo insondable a priori.
Ramón aquella tarde, en ese
bloque de horizontales, tan cerca de ese paso a nivel, entrañable, de torre
marrón, epilogó retrotrayendo otra vez a su mujer, lo cual me hizo pensar en
esos difusores que tienen por ejemplo en occidente, los maestros orientales, a
quienes les dedican la vida para difundir su obra, hombres de occidente. Flores
eligió ese lugar, y funcionaba como una especie de difusor de ella. Dijo él que
B. Pidal decía haber penetrado en el secreto más terrible de todos los tiempos,
sobre lo que se trata en este gran fragmento, y que había obtenido ella en esa
contemplación inestimable, un dato; ella supo inteligir que cierto dato, que
ella desde antes poseía, le había permitido inteligir la criptología más
colosal y blindada de la Historia. El dato que permite la interpretación total,
del presente interrogante.
Ramón fue enfático hacia
nosotros, al reafirmar que la verdad oculta entre la parábola del Tío Sam, que
aludía al altruismo y al cuento de hadas, y el más comprensible razonamiento,
del segundo engranaje, o el tercer engranaje observado, que establece a unos
privados, dueños autóctonos americanos, un holding empresarial, en
control del país, eran apenas las columnas de Hércules, que hubo ella de
atravesar para luego llegar a la solución de la criptología de la Historia de
los Estados Unidos de Norteamérica. El problema que dejó pendiente, y desde
2011 no se los ve más, fue que Brunilda nunca estuvo dispuesta a dar a conocer
ese dato o la interpretación total, y además le prohibió a Ramón Flores que lo
hiciera, quien luego de ese enunciado, aquella tarde, se detuvo y no dijo más.
La mayoría de los allí reunidos,
llegamos esa misma tarde en el piso de Miguel, a suponer que el mundo nunca
podría llegar a conocer la solución en base a que, lógicamente, era la clase de
información que se ocultaría cual alfiler en un banco de arena. Yo, el narrador
de esta leyenda aborigen o nativa de la pura cepa norteamericana, gracias al
servicio que nos hiciera Ramón Flores, elijo avanzar en uso de la mesura y los
severos escrúpulos, para desde el terraplén de esta leyenda, rozar la idea de
que los filósofos del club social, decidieron mucho tiempo atrás, apagar una
cierta especie de fuegos fatuos de obcecación de los hombres light, justo me apoyo
en ese aspecto que traté. Intentaban que se devolviese a la sociedad, una
suerte de espíritu del renunciamiento, que se sobrepusiese a la ansiedad, a la
corriente vulgar. Lo capté y me ayuda esta definición en lo atinente a
interrogantes de todo tipo.
En el patio del domicilio del
matrimonio Flores-Pidal, había un tinglado con asador incluido, y su pared de
fondo pintada de gris, dentro del mismo. De esa pared pendía, lo recuerdan
otros también, un afiche del circo Vladivostok, de su primera visita a la
ciudad si mal no recuerdo. Descolorido por los años, el aire, etc. Debajo del
mismo había un azulejado, más grande que el afiche, que tenía pintado un reptil
alado rojo, con sus alas desplegadas, inserto en un triángulo con un ángulo
obtuso, necesario para que la figura pudiera caber, aplanado.
El azulejado, lo había pintado un
autodidacta, amigo del abuelo paterno de Brunilda, de apellido Zúñiga.
Ramón contó una vez a muchos
amigos, en cuyo tinglado y patio adyacente nos encontrábamos, única vez que
estuve allí, en una tardecita y junto al crepitar del carbón, de que la figura
pintada refleja una astilla que cruje y lastima a las personas subyugadas por
la avaricia. Ramón agregó en esa oportunidad, que el obtusángulo, pintado de
negro sus líneas, dentro del cual está inserto un reptil así apresado, refleja
un poder inadvertido para los que juegan con sentirse al margen del peligro.
Una fuerza cruel, poder cruel, acechante de todo lo que sale de las leyes
universales, y de todo el que ignora, la seguridad del todo indiferenciado
social, en faz positiva.
Quedó para mí muy claro, que el
abuelo Pidal y el maestro Zúñiga, tenían la teoría de que existe una aspiración
que persiste latiendo en todas partes, de inclinarse un poco más por lo
efímero. Apunto que la casa de ambos está en calle Iriondo, en las alturas del
corredor que se extiende hasta después de Echesortu, República y más, y pasa el
club, y que describí en algún momento.
Supuse que estos grandes amigos
que fueron el abuelo Pidal y el maestro Zúñiga, fueron según recopilé, del
conjunto del grupo de su nieta del código aristocratizante referido. Y me di a
creer que fueron personas interesadas en caminar por donde se ubican los
atascos, desinteresados por el fluir de la facilidad de las cosas que por lo
general se buscan, en base a que los atascos del vivir, les redunda en logros.
En conclusión, apunto que Eliseo
Jacinto Pidal falleció a los ocho años de edad de Brunilda, quien no conoció al
maestro Zúñiga. La idea del mensaje de los azulejos, la dueña de casa lo había
recibido de la dueña anterior, Matilde. Creo entender finalmente, que la íntima
celebridad de este cuento captó desde adolescente mejor que nadie la síntesis
de esa figura del triángulo, y con ello divisó otras cosas.
El poder que guarda todo poseedor
de un autocontrol y una tranquilidad grandes, esta mujer de calle Iriondo supo
contener; contener para no derramar, y contener para utilizar, siendo agente.
*Escritor
Miembro de Desarrollo y Equidad
*Escritor
Miembro de Desarrollo y Equidad
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