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sábado, 18 de mayo de 2013

EL OBTUSÁNGULO DEL REPTIL ALADO, Y EL AFICHE DEL VLADIVOSTOK.

Por Gustavo Daniel Barrios*

¿De qué otra cosa puede hablarse en este tiempo, mordaz y procaz, que de la proeza de encontrarse a sí mismo? Acerca de este acontecimiento, uno atina a suponer, que pudieron haber muchos hombres pasado, digamos, buena parte de una vida promedio de ochenta años, en un despilfarro de sentido, negador de la inteligencia, lejos de la vida....., pero bástanle a esos hombres, que en determinados días amanezcan despejados en su interior, de modo tal que les resulte posible observar el fondo de su verdadera entidad, y reconocer en ello el ronroneo, de la identidad que le es propia y a la cual está llamado a servir y para la cual está llamado a ser, ronroneo en incremento, más que un eco, y entonces a partir de ese hallazgo, estos hombres un día se podrán decidir a porfía, a desafiar toda su ineptitud anterior, e incluso tal vez hasta se aventuren a pasar una quincena de revolución yoica, y buscaran entonces refugio para esto a pocos kilómetros de su hogar, en la derruida habitación postrera de alguna casa amiga, para transformarse, solo, porque bien dicen que el combate más tremendo es el que se sostiene contra sí, y para ello es preciso aislarse.
De este modo es que ocurre, cuando opera el acontecimiento, último, que suele llamarse "encontrarse a sí mismo". Ocurre cuando el sujeto imaginado logra saludarse y logra solidarizarse con aquel original signo, que desde lo profundo del ser venía durante años impetrando con susurros al distraído dueño de la personalidad, para que produzca una revolución positiva, diferente, en favor propio. Un día, la ficha cae, aquel sujeto advierte la llamada, y produce una revolución yoica. Y entonces establece las bases para un nuevo plan de vida, esta vez conforme a lo que verdaderamente es y a lo que siempre debió haber sido. Al regresar a sus pagos él ha nacido otra vez.
De la importancia que esto tiene, predicaba a los suyos el personaje mínimamente esclarecido de este relato, el sujeto convocante central. Y este es una mujer por estos días de 73 años de edad, llamada desde la cuna Brunilda Pidal. Dama diferente, asidua animadora hasta no hace mucho, del Centro Social y Recreativo del distrito Remedios de Escalada, fecunda asociación de corte progresista, en sus ejes rectores que la consolidaron socialmente en su premisa, o pudiera hablarse de peregrina constancia de unir a la flor y nata del primer oeste de la ciudad, para defender resguardados principios, que allí dicen mantener. Esta mujer aludida, delgada, de un metro y cincuenta y ocho centímetros de estatura, datos que a veces trascienden, regia en el vestir, desde su mocedad, tiene la aureola de ser la hija de Matilde Dolores Audisio, quien fuera por algunas semanas una persona célebre, cuando en 1938 confrontó con las autoridades locales al reclamar, un poco falta de ubicación quizás, que se repusieran los coches del tipo cabriolet o mateo o preferentemente un tranway -no confundir con el de motor eléctrico, ya que el uso del vocablo tranway aquí designó a un coche vagón sobre riel, pionero, pero en tiempos de la Matilde ya adulta un cachivache en desuso, que funcionaron con tracción a sangre, coche de caballos-. Invocó estas antiguedades con un nuevo tendido para el tranway y por otras calles, donde hacer circular también los cabriolet, y sin hacer mella en los tranvías pues conservarían su habitual trayecto -tranvía fue el uso, el término definitivo para los eléctricos aquí-, para que cubrieran el trayecto entre Oroño y Pellegrini, desde una nueva y extraña punta de línea con medialuna de rieles a pasos de la rotonda y junto al calendario de diario aggiornamiento de hoy, hasta la recordada clínica del doctor Fracasi, aun en pie, mole del cruce de las avenidas Arijón y San Martín, de otro mundo, derecho por Oroño hasta ese tremendo sur, y mediando el giro hacia el Este al dar con Arijón. Enérgica mujer esta Matilde, y es de pensar que le trasmitió ese temple a Brunilda, la hija única de ella y el como ella finado don Luis. Para encarar la descripción del esposo de Matilde Audisio, antes que nada diré que él le fue un trastorno a Brunilda, desde la pubertad de la niña, y que le fue un engorro el que su padre acarrease con el orgullo excesivo, el fenomenal acopio de hidalguía, que lo hiciera llamarse Luis Carmelo Pascual Andrés Lotario Pidal. Este blasón en su cédula de identidad, lo obligó a un equivalente prejuicio por el cual le resultaba duro congeniar con el conjunto comunal, o popular del país. Ese blasón le fue a él un corset de hierro, sobre todo en lo referente a la crianza y formación de Brunilda y para el desconsuelo de esta. El atributo de llamarse Luis Carmelo Pascual Andrés Lotario, produjo un hombre histérico, y muchas veces castrador de sueños en lo relativo a su hija, quien se vio obligada a marcha forzada y exasperante lentitud para incorporarse a la sociedad, un día, finalmente de lleno. Lo más duro fue que el destello personal de ella era el de un carácter silvestre, y las limitaciones obsesivas de don Luis, la retuvieron hasta después de los 20 años, tiempo en que se liberó.
Tiempo de noviazgo el de la libertad de Brunilda, premiación, con la antítesis de don Luis que fue el señor Ramón Flores, verdadero sostén afectivo que en pocos años le brindó a Brunilda la recuperación de etapas lógicas, no tantas después de todo, que por otra parte tantas mujeres de esa generación de 1960, y marcase la generación cuando estalla la voluntad juvenil, recuperación que en mujeres de generaciones anteriores o la del 60, nunca se produjo.
Supónese que Brunilda, atestiguando las obsolescencias de su vejestorio papá Luis, atinó a seguir una senda en clara contradicción con él. Y por esto ella, luego de unirse a Ramón Flores, a sus 24 años, 27 años él, empezó a pergeñar la idea de pertenecer, que tanto obsesionaba a don Luis, pero en sentido opuesto; rechazó pertenecer al ambiente forzado al que la aproximaba antes don Pidal -sea notificado a todos aquí, que Matilde Dolores Audisio y Luis Pidal durmieron en habitaciones separadas desde el año 57, cuando la hija de ambos no llegaba aun a los 17 años de edad-....... Brunilda dijo no jamás, consciente de las cosas, consciente de este personal de carrera del Banco Provincia que era su padre, cuyo reducto de filiación de clases del cual él fue miembro, fueron seis o siete hombres -y las familias de estos-, que de entre todas las sedes del banco en la ciudad, venían de linaje patricio, y eran miembros de clanes que fueron influyentes desde épocas en que obraron como pilares de un desarrollo vertiginoso, que dio transformación potente desde 1854 digamos, a la aldea pastoril hasta ser urbe hiperdesarrollada, en el mirador incomparable y de rasgos personalísimos de la ribera de Santa Fe, y este puerto nuestro rosarino, que fue cimera o morrión de puertos, porque mal que me pese, y de consuno con la bolsa de comercio local, no me gustan los granos, entre los años 31 y 37, alcanzando las 5 millones de toneladas exportables-año, reguló las fluctuaciones del mercado mundial de granos, y quedó la creencia de que en ese tiempo fue nuestro puerto de mayor importancia que el de Rotterdam, con el cual hoy no podemos establecer proximidad de ningún modo. Sinceramente me gusta el puerto en la faz de carga general, en tanto que a granel, hoy, lo entiendo opuesto a una Argentina para todos, y el granel pues, más bien resiste esa pretensión de igualación.
Pero el narrador no debe hacer mucho uso de digresiones dentro de la historia que está contando. Por tanto debe en breve volver a los Pidal, en este caso. Pero haré una incursión más antes, dirigiéndome a un detalle curioso que descubro del cauce que corre bajo la ribera de tierra. Un cauce que se adapta a dos curvas notables de esta vía navegable interior del país al correr sus aguas junto a la ciudad. Este es un río que nace en zonas del Oeste del estado de Río de Janeiro, en el fronterizo país del Brasil. Desde aquella parte, y poco a poco, viene tomando fuerza y remontándose, luego de nacer este río no demasiado lejos de la célebre ciudad de los cariocas. Urbe que evoca a un río de Enero, pero está abrazada por aguas de una mar océana, y entonces me pregunto si ese río de Enero no será el Paraná, que atesorará de ese modo la nación fluminense, pero que es el Río de Janeiro estadual.
Retomo el relato y me ocupo de don Pidal, quien fuera de sus pocos amigos patricios, todos nostálgicos del vacío, en base a que los otros nobles, los que nunca hubiesen congeniado con el grupo del Banco Provincia, no se hubieran ocupado nunca en tomar distancia, sino que se internaban en la profundidad del país, en todas partes, incluyendo el viejo carnaval. Luis Pidal no le reconocía a Brunilda mayor libertad que la de una mecanógrafa en veda, o negación de la realidad como panorámica del absoluto, que Brunilda justamente ambicionaba tanto.
Ya en pareja de Ramón, se la oyó una vez decir: "Yo lo que pretendo es pertenecer ahí donde están las mayorías -civilizadas, le gustaba recalcar-, el foro unificado, en donde celebran la vida los despiertos, los que permanentemente estarían dispuestos a zarpar hacia un más allá del cabo de Hornos, aguas por donde navegan barcos con singladura transpolar, en la convicción de que un archipiélago envuelto en un microclima les va a permitir retirarse unos años del mundo o quizás nunca regresar a él. Yo necesito andar con los adelantados."
Esta era la oratoria de Brunilda Pidal en sus comienzos de improvisada relacionista pública. Pero a no confundirse, vivía ella fuera de estas ocasionales ensoñaciones, en el fragor de la lucha.

Para 1966 Brunilda organizaba los encuentros trimestrales -que solían durar unas once horas-, de un círculo de intelectuales nucleados en el club aludido mucho antes. Este grupo se pronunciaba en favor de llevar la jornada de trabajo a sólo 4 horas. A tono con esto, se proponía el plan de ellos, dar término a la indigencia y a la subocupación o postración de esta clase, rebalanceando la economía -ahora me pregunto si los sucesos en Córdoba y Rosario no habrán funcionado como mecánica del anverso, positivamente claro, pero anverso, del plan del grupo de Brunilda de 3 años antes-. Ellos pregonaron, rebalancear, para hacer ingresar a todos al sistema, en un uso superlativamente racional y original de los recursos, y que se debería impulsar al tiempo de acorralar a los amigos de Onganía tendientes a la evasión fiscal -ahora me explico que el grupo estaba en ese tiempo seguro del retorno próximo de la democracia, como finalmente se produjo en el 73-. Las ideas de este tipo eran todas orientadas a que dejen de ser mendigos los mendigos, y el plan se aseguraría en institutos de enseñanza apropiados a los conjuntos a los que se prodigaría este proyecto, para la formación práctica en materia laboral, establecidos y dotados de programas e infraestructuras, que ellos los mentores pudiesen oficializar y conformar y asentir, con la previa y lógica designación del mismo, en su carácter de ente rector de esas incursiones territoriales profundas, por parte de un Estado con la democracia en plena vigencia. Este grupo se proponía, proveerle al ex mendigo acceso a la vida integral en la ciudad, tal y como se produjo el milagro europeo de la post guerra después del 46 o 47, en que los países destruidos obtuvieron rubicunda y genuina prosperidad, al amparo de un plan de racionalidad y heterodoxia, que permitió lo imposible, como que en pocos años de la nada se llegase a un standard alto, en todos los niveles de la vida de todo país.
El corpus doctrinario de los trasnochadores rezaba "pobreza cero", y Brunilda en soledad aun hubiese agregado: " Economía fraternal".

Si otra vez retorno a la persona de don Luis y su visión de las cosas a nivel general, y reviso las aristas del caso, debo principiar con la contemplación de la palabra hidalgo: el miembro de la nobleza. Hidalgos son aquellos a quienes junto a sus redes familiares y de socios de estirpe, se les atribuía el ser los autores del país más remoto, o más hacia aquí, desde que naciera en república como país emancipado. En los suelos estos además estaban los criollos antiguos, quienes en torno a un colonizador insigne que poseía la partición, si nos vamos muy atrás en el tiempo ahora, empezaron a construir las aldeas primigenias. Los hidalgos y los otros. Los paisanos; estos y los gauchos estaban homologados en estas tierras, paisano pero hispánico hablo ahora, aunque había disputa entre ambos grupos, de difusa diferenciación porque en realidad hacían lo mismo para ganarse el sustento y hacían lo mismo para divertirse, aunque se afirma que fueron diferentes y a veces distanciados el uno del otro grupo.
Poco conocemos de los colonos del país viejo, arracimados en ligazón a los que dominaban la posesión. De este particular tema hace unos comentarios don Juan Manuel (autor de Castilla en el medioevo). Él estaba muy preocupado y a la vez orgulloso de la defensa de su nada despreciable herencia dinástica. En el "Libro de los Estados", didácticamente, él habla de algo a lo que llamó "literatura estamental." Cuenta en el libro que había un anciano adoctrinando a un joven, y teorizaba el viejo diciéndole al más joven: "Pertenecer a un estamento implica la posesión de unos derechos, diferentes a los de otros, y paralelamente, de unas obligaciones peculiares. La división se basa -decía el viejo-, en un criterio funcional, que hace de cada uno de los tres órdenes -él hablaba ahí de los encargados de orar, defender, y trabajar manualmente por los demás. Parece que este hombre dividió de esa forma a la sociedad de su tiempo-....., cada uno de los tres órdenes un elemento imprescindible dentro del cuerpo social. Pero esto no evitará que se menosprecie al elemento inferior -decía-. Juan Manuel concluye el párrafo haciendo hincapié en los defensores, y dice que el rango en la sociedad obliga a una conducta especial, guiada siempre por los principios del honor estamental.

Téngase en cuenta aquí, que podrá tal vez la burguesía acrecentar su nivel económico de forma astronómica, y de hecho ocurre constantemente, y digo crecer ocultando con ello la robustez de la aristocracia, aunque escasamente se la conoce hoy en día, al menos por aquí, pero ocultarla hasta volver a la aristocracia un grupo mendicante en comparación, y se conoce que gente potentada han sido en su juventud toscos vendedores ambulantes -y celebro este prodigio-, o trabajaron de deshollinadores, o fregaron pisos, y hoy son magnates. Pero, puestos en comparación con los hoy casi invisibles aristócratas, de algo carecen. Y me disculpo por la descollante, o tristemente descollante supernumeraria difusión de los aristócratas titulares de un diario de papel, que casáronse con el diario de papel de supernumeraria difusión, pero de origen burgués. Ocurre que yo en los primeros veo atracadores, también en los segundos de paso, aunque en lo formal puedan recibir el título honorífico de aristocracia. Hablo, o quiero referirme en el fragmento, a la aristocracia que anda con sigilo, e incomparablemente, pertenece a un rango económico discretísimo, y sobre todo en lo atinente a influencias.
Y sobre lo mismo agregaré, que los aristócratas que nacieron y crecieron con el escudo familiar -en modo abstracto-, puesto en el salón de los comensales de su hogar, personas que penetraron desde niños en los círculos rarísimos de la hidalga sociedad, y pudieron con ello acceder desde pequeños a las excentricidades y a los secretos de la cultura privativa, no prohibitiva, apenas privativa, elemental recelo; prohibitiva fue la clase que de continuo intentó suprimir las libertades y matar. Ese círculo entonces, que aunque escaso nivel económico conserve, si esto se da, siempre ocupará un espacio inadvertido afuera, en el seno de la nación, un ambiente imponderable y metafísico, del que la burguesía nunca tendrá noticia. Y a ese nivel de la vida social de un país, donde el hidalgo se pasea a placer, algo en la naturaleza de ese espacio hay, que hace que nunca podrá accederse a él con el dinero, ni la ruindad del atropello. Simplemente permanecerá ese nivel de la vida social, como privativa de unos pocos. Pocos realmente. Podrá ciertamente, un aristócrata poseer recursos muchos, pero atención, él no necesitará de eso para introducirse, porque allí los recursos cuantiosos son ignorados, respetados pero ignorados. Estos lugares abstractos, son los laberintos de las élites hidalgas, para cuya inserción, tampoco necesariamente hace falta tener el blasón que se apoya en el muro del salón de los comensales, aunque dicha habitación, sea el único lugar de esplendor que conserven actualmente, si tratamos sobre hidalgos empobrecidos. En estos laberintos, cuentan aun los estilos discursivos.
Supónese que la burguesía, deseó de continuo conocer y atravesar umbrales, y muchas veces cree el hombre burgués, que el recurso apropiado es dinerario. Pues exactamente en ese momento comete un fallo, en tanto son cosas inconciliables. La idea de ingresar de ese modo, ese fallo, supone un trazo perpendicular a la línea tradicional directriz, que se conforma con grupos en yuxtaposición. Si no se alcanza esa yuxtaposición, se quedan fuera.
Se presume que pocas personas en el mundo comprenden esto.


Más arriba decía, que la "Asociación Social y Recreativa", cuya predominante figura y alma máter, fue hasta finales de 2011 incluso, Brunilda Pidal, aquella sede de tantas madrugadas, se proponía ligar a la flor y nata del primer Oeste de la ciudad, duradero este....Oeste, desde la óptica de los que rodeamos a el Centro "político, cultural, y de la city bancaria", de manera mezquina, ya que nosotros somos el Este, y ellos el verdadero centro, fácil retruécano, acontecer distorsionado tan común de muchas ciudades;... digo que, este primer Oeste es duradero por ejemplo hasta el club Libertad, o lo que es igual, la estación hoy sede de "Los amigos del riel." Va tomando formas de real Oeste por ahí, porque a partir de ese tendido de rieles, adentrándonos, llegaremos en un cierto lugar al Oeste en estado puro. Y lo conoceremos a poco de superar por ejemplo, el complejo australiano, de cine, desde enfrente y hacia el Oeste, metidos dentro, el Oeste puro, justo desde allí. Cuando decía, que el grupo se propuso reunir a la flor y nata de la zona hasta más allá entonces según convinimos, de la línea norte sur a la altura del complejo de cines, y hacerlo desde la avenida Francia, demarcación fiel a lo que recuerdo, partimos desde el más acá, de avenida Francia, lo que ahí hacía la asociación, era un trabajo finísimo en que pretendieron reunir a los amigos del asfalto del olvido: el trasnochador ocioso, aunque el vesperal soñador aplicado pero díscolo, aun, que para ellos reportaba una señal aristocrática especial. Brunilda es de pura cepa hidalga, pero en el club y entre su gente, al grupo hoy falto de vigor lo formaban unas 68 personas, y de todos ellos sólo cinco lo eran. Aquí aparece oportuno repetir, que la falta de inteligencia de los hidalgos cerrados en materia ideológica, y además pretensos de conservar preeminencia en relación a la ciudad restante, nunca forjando mérito alguno, e impermeables al drama humano, dramas que resultan en desgarro para el común de la gente, determina que lo único que en esos casos se tiene de aristócrata es el apellido. Apunto que los recién descriptos son una cosa chirle, vulgar, ilegítima en demasía como para aspirar a ese pertenecer obsesivo. En verdad que he descripto una vez más a la burguesía en estas últimas líneas, pero se ajusta evidentemente, también a los que tienen el título formal de hidalgos pero.....
Resumo, y digo que Brunilda y Ramón y toda su gente, interpretaron códigos aristocratizantes de larguísima data. Aclaro por las dudas, que en el ambiente pampeano, son muchos más que los imputados de que se hablara hace un rato, los aristócratas de cariz conservador marcado, empero yo considero que no comportan una muestra que refleje la realidad última de esta categorización que llamamos aristócratas.
Sería un código aristocratizante en sentido ampliado. En momentos en que la acumulación de hartazgo oculto en lo más hondo de los propios entresijos de amargura, sufrimos, me complace reconocer qué bueno es contar en la comunidad, con la claridad de la mujer de Ramón Flores. Y téngase por cierto, que no solamente los hidalgos menguados, empobrecidos lisa y llanamente, sino que los que ningún linaje han poseído o poseen: remendón, puestero, fileteador de pescadería, afilador, garçon o petrol atendant, pero que hicieron pie en dicho código, nunca se alejarán de esos escenarios de la vida, en base a que su original hidalguía, los califica a perpetuidad.

Casi no existen las chances de conectarse con ellos, el extravagante grupo y su guía, la mujer a la que he dado fama en estas páginas. Hubo una tarde, en la que estando con Flores dos o tres personas y yo, en la casa de uno de ellos, llamado Miguel, en un bloque de cuatro pisos construido por este mismo, y en cuyo primer, aquí la planta baja expresa al piso 1 del resto del mundo que llama 2 a nuestro primer, lo dispuso completamente para él y le dio forma ahí a su hogar, ya que se trata de un hombre "hacelotodobien", todo; una disposición sobria no exenta de inversión y diseño delicado y más que aceptable. El bloque está ubicado a 160 metros de una factoría muy vieja, que hace de escolta en combinación con un silo abandonado no ribereño, de la terminal ferroviaria.
Lo que esa tarde de sábado Flores contó fue tremendo. Él era mi única fuente de información sobre la filosofía de Brunilda con la que estuve una vez nomás, acerca de los complicados entuertos en los que estaban metidos. Ramón no es amigo, sino que es un allegado de confianza, y muy estimable por cierto. Me apasionó siempre que estos allegados fueron para todos los demás bastante indefinibles. Y Flores habló aquella tarde nomás. Aparentemente, Brunilda era una estudiosa de los Estados Unidos de Norteamérica. Hoy asume el rol pasivo muy a gusto, y no creo que siga esforzándose mucho. Ramón acentuó que ella era una estudiosa de la historia del país en clave no convencional. Bueno, Flores nos introdujo en la cuestión dando un resumen, de la caricatura que emblemáticamente se imponía a nivel popular: el famoso Tío Sam. Y este idílico símbolo, fue la plataforma temática a partir de la cual Brunilda dijo que había empezado a componer la lucidez sobre aquel país.
Es muy sabido que un viejo de barbas blancas, y sombrero acorde a sus pantalones rayados, ese dibujo, chaqueta fina también, no es otro que el llamado Uncle Sam, o tío Sam, el personaje de preferencia mayoritaria por la calidez que a los ciudadanos despierta en aquel país. Hablamos de un hombre que existió realmente, y se llamaba Samuel Wilson, nacido en Nueva Inglaterra en 1766, diez años antes de la declaración de Independencia y la conformación de una república libre, que en el caso de Estados Unidos sucedió en un solo y mismo año. De hecho, Samuel Wilson fue un niño tamborilero del ejército independentista, en tiempos de la emancipación. Siendo un hombre, joven pero madurado, abrió él una empaquetadora de carnes en la ciudad de Nueva York. Más tarde le empezó a vender carne al ejército y dibujó las letras US en las cajas de embalaje, y que significaban United States, el nombre del país. Ocurría que la abreviación US no era común o identificable del país en los finales del siglo 18 donde nos encontramos en este pasaje. La gente no asociaba. Acontece un día algo que se asentó como anécdota, con un empleado de la empresa de Wilson al que lo interrogaron sobre qué significaba la abreviatura. Reitero que la gente no asociaba todavía la abreviatura con el país. Entonces el empleado, aparentemente malhumorado, le responde al otro hombre, que quería decir Uncle Sam, iniciales del dueño quien afectuosamente era conocido en su entorno neoyorkino donde ahora vivía, como Uncle Sam, Tío Sam. No lo supo nunca, pero su respuesta dio origen a un folklore entrañable para los estadounidenses. Se propagó el error, inocuo error, aun saludable. Dentro del ejército se aquerenció el chiste de: "Somos los soldados del Tío Sam", Uncle Sam. Obviamente, ya en el siglo 19, el Tío Sam, que no fue otro que Samuel Wilson, fue popularmente instaurado como el señor US. El ícono de los Estados Unidos. Y como los norteamericanos son muy fantasiosos, quedó estandarizado, en el magin, que la estructura gubernamental de los Estados Unidos, tenía un pivot, un viejo, el llamado Uncle Sam, el Tío Sam.
Se ha oído muchas veces por otro lado, en tv, que por ejemplo cuando se decide desde el Este la construcción de un colegio digamos en Wyoming, áreas de densidad demográfica baja, en algún pueblito, los habitantes digan: "Esta obra la pagó el Tío Sam." Ingenioso dicho popular. En fin, esto.
Aprovechan, a tono con esto, los simpatizantes internos, y también externos de Estados Unidos, para hacer sintonizar esto con la idea de que un viejo afable y querendón -aquí naturalmente explican la derivación romántica del mito-, que un viejo así es la esencia de toda la estructura gubernamental federal de los Estados Unidos de Norteamérica, y que el altruismo es el fin esencial que mueve todas las acciones del Este dominante, el Nor-Este, para ser más precisos. Propagan los simpatizantes que la democracia de aquel país, funciona a pleno realmente, que es pura.
Nadie, en su sano juicio, nunca, ha sido capaz de creer, una palabra de estas expresiones de gente, digamos básicamente apresurada o torpe de intelección, de reflexión, carente de información, o lo que llamase comúnmente "hombre light", o "mujer light." Y sus declaraciones tienen el cariz de toda declaración light, que hace agua por todas partes.
Flores, siguiendo con el segmento, dijo aquella tarde que esta visión, sufría un inevitable cotejo, lógicamente, con otra visión que ahora daré, y forma parte de las hipótesis elaboradas por Brunilda a lo largo de los años, para intentar llegar un día al meollo de la cuestión. La dicha visión decía, que la creación -en ese tiempo cuando lo fundamentaba a todo esto ella le llamó "reciente"-, de la Agencia Nacional Aero-Espacial (NASA por sus siglas en inglés), no tuvo otro fin, que el de un día finalmente hacer realidad la construcción de una mega-estación aero-espacial -ella no describió a una como la pionera MIR, aclaro, sino que hizo descripción de algo mayor-, y que desde esta mega-estación, flotando en el espacio cercano perpetuamente, y a base de estar dotadas de armas ultra sofisticadas, se afrontarían las guerras a partir de cierto tiempo, de forma no franca, sin desembarcar tropas, sin tropas directamente, como la síntesis de la pura logística, pero diferenciada; es decir la planificación estratégica de ese cuartel base, la administración de esos equipos desconocidos, que no incluye a municiones, ni vituallas tampoco, sin tropas vuelvo a decir. Todo lo cual supone la robotización como mecánica de una guerra post-moderna, en una situación de ocultamiento fantasmagórico. La guerra en esta hipótesis se libraría desde varios kilómetros arriba en el espacio. Ella deslizaba en su explicación, que las armas despedirían rayos devastadores que funcionarían acoplados a potentes telescopios que pudiesen auscultar o radiografiar, hasta el último decímetro cuadrado de una región, cosa que hoy, y desde hace mucho, ocurre realmente. No era tan fácil imaginarlo en el año 72, al menos desde aquí. Pocos hombres allá arriba encargados de la fuerza de uno de los dos países contendientes, harían funcionar la guerra. Ella aludía a un instrumental de geo-posicionamiento. Este uso en particular era estrenado por aquella época en ambos lados cuando la guerra fría, e incluía la capacidad de fotografiar o filmar un marlo caído al suelo o unos granos de trigo del Asia, por ejemplo, desde un satélite, y ante una pantalla en tierra, expertos podían reconocer si estaba enfermo el plantío o diagnosticar otras cosas. Esto lo detalló con lujo, el famoso F. Forsyth. Este enfoque marca la involución de todas las cosas, en referencia a que el después de una guerra así, sería terrorífico. Y redundaría esta hipótesis en una deducción más previsible y lógica acerca de los Estados Unidos como nación.
Pero despacio, si nadie se cansa, diré una cosa referida por Ramón Flores, acerca de una tercera hipótesis aún más escalofriante, tejida según él por su cónyuge, que había pensado en todas las alternativas. Ella esgrimió una vez, que los Estados Unidos de Norteamérica, caminan bajo la guía no de un nautonier, ni ancianos ni nada, ni tampoco claramente de los que de a ciclos asumen el poder formal en el Distrito Columbia, sino por un Holding de empresas, autóctono, o dicho a bocajarro, que el entero poder que se asienta en la otra punta de un tejido nervioso formalmente emplazado en el Distrito Columbia, es privado. Que sería propiedad de una élite, de la organización superior que regula las empresas de todo holding, y que sumaban unas 3000 o 3500 personas, dueños de la administración permanente, del país. Que decidirían ellos las cosas en cada ciclo político con mayor o menor soltura, en relación a si el ejecutivo de turno encarna más o menos en el pueblo, y ese haber echado raíces en lo popular, no le permite abocarse fría y concentradamente en ese obligado sintonizarse que le demandaría al ejecutivo cada mañana el referido holding, con el tope de las acciones, o mejor dicho de la potestad, y al cual se debe a rajatabla.
Esta es la teoría más impresionante que se ha llegado a consentir, aunque a regañadientes, y destaco que los antes mencionados hombres y mujeres light dicen esto mismo, en este caso los light muy ofuscados con Estados Unidos, pero nunca han podido fundamentar cómo pudiera haber algo así, porque si usted lo piensa un rato, agrego yo, ese modo de expresión antiimperialista, y antiimperialistas somos todos, todos menos algunos entendámonos, hace años que habla de cosas así, pero nunca han podido fundamentarlo, y lo más lógico es establecer, que los intereses gobiernan al mundo, en Estados Unidos más que en ninguna otra parte, pero como maniobras ilegales y corruptoras de una manipulación global, que también es clandestina en los Estados Unidos. La perversión existe pero sería clandestina, no puede categorizarse así como si nada fuese, la idea de un mal naturalizado. Por eso decía yo, que el enfoque este último, que nos contó Ramón y había sido elaborado por su mujer, era tan serio, tan sereno y tan didáctico y bien fundamentado, que nos hizo creer en la posibilidad de que fuera cierto, y es allí cuando esa tarde, todos en torno a unos refrescos y otras cosas, sentimos que aquello podía ser cierto, y pudimos conocer lo que es una sensación de escalofríos.
Se habló en ese domicilio de Miguel, de lo concerniente a umbrales de lo que sí o lo que no estamos dispuestos a creer, y Ramón nos contó con ánimo de clarificar, que Brunilda solía explicar, que en las cumbres desconocidas de la realidad, absolutamente nada funciona según la noción de normalidad que se conoce, o incluso quizás ni siquiera afín a los preceptos de urbanidad. Agregaba ella que es necesario extender los límites de la imaginación, y lo decía como adagio y en orden a evolucionar un poco.
No debemos desaprovechar aquí, que le daría verosimilitud a la teoría, el indicio que nos presta la Reserva Federal, o comúnmente llamado, tesoro de los Estados Unidos de Norteamérica. La entidad esta tiene control absoluto por parte de los privados. Pasaré a otra cosa, pero me quedo con el adagio de Brunilda, porque no se puede prescindir de su mensaje a partir de ciertas aspiraciones de conocer lo insondable a priori.
Ramón aquella tarde, en ese bloque de horizontales, tan cerca de ese paso a nivel, entrañable, de torre marrón, epilogó retrotrayendo otra vez a su mujer, lo cual me hizo pensar en esos difusores que tienen por ejemplo en occidente, los maestros orientales, a quienes les dedican la vida para difundir su obra, hombres de occidente. Flores eligió ese lugar, y funcionaba como una especie de difusor de ella. Dijo él que B. Pidal decía haber penetrado en el secreto más terrible de todos los tiempos, sobre lo que se trata en este gran fragmento, y que había obtenido ella en esa contemplación inestimable, un dato; ella supo inteligir que cierto dato, que ella desde antes poseía, le había permitido inteligir la criptología más colosal y blindada de la Historia. El dato que permite la interpretación total, del presente interrogante.
Ramón fue enfático hacia nosotros, al reafirmar que la verdad oculta entre la parábola del Tío Sam, que aludía al altruismo y al cuento de hadas, y el más comprensible razonamiento, del segundo engranaje, o el tercer engranaje observado, que establece a unos privados, dueños autóctonos americanos, un holding empresarial, en control del país, eran apenas las columnas de Hércules, que hubo ella de atravesar para luego llegar a la solución de la criptología de la Historia de los Estados Unidos de Norteamérica. El problema que dejó pendiente, y desde 2011 no se los ve más, fue que Brunilda nunca estuvo dispuesta a dar a conocer ese dato o la interpretación total, y además le prohibió a Ramón Flores que lo hiciera, quien luego de ese enunciado, aquella tarde, se detuvo y no dijo más.

La mayoría de los allí reunidos, llegamos esa misma tarde en el piso de Miguel, a suponer que el mundo nunca podría llegar a conocer la solución en base a que, lógicamente, era la clase de información que se ocultaría cual alfiler en un banco de arena. Yo, el narrador de esta leyenda aborigen o nativa de la pura cepa norteamericana, gracias al servicio que nos hiciera Ramón Flores, elijo avanzar en uso de la mesura y los severos escrúpulos, para desde el terraplén de esta leyenda, rozar la idea de que los filósofos del club social, decidieron mucho tiempo atrás, apagar una cierta especie de fuegos fatuos de obcecación de los hombres light, justo me apoyo en ese aspecto que traté. Intentaban que se devolviese a la sociedad, una suerte de espíritu del renunciamiento, que se sobrepusiese a la ansiedad, a la corriente vulgar. Lo capté y me ayuda esta definición en lo atinente a interrogantes de todo tipo.

En el patio del domicilio del matrimonio Flores-Pidal, había un tinglado con asador incluido, y su pared de fondo pintada de gris, dentro del mismo. De esa pared pendía, lo recuerdan otros también, un afiche del circo Vladivostok, de su primera visita a la ciudad si mal no recuerdo. Descolorido por los años, el aire, etc. Debajo del mismo había un azulejado, más grande que el afiche, que tenía pintado un reptil alado rojo, con sus alas desplegadas, inserto en un triángulo con un ángulo obtuso, necesario para que la figura pudiera caber, aplanado.
El azulejado, lo había pintado un autodidacta, amigo del abuelo paterno de Brunilda, de apellido Zúñiga.
Ramón contó una vez a muchos amigos, en cuyo tinglado y patio adyacente nos encontrábamos, única vez que estuve allí, en una tardecita y junto al crepitar del carbón, de que la figura pintada refleja una astilla que cruje y lastima a las personas subyugadas por la avaricia. Ramón agregó en esa oportunidad, que el obtusángulo, pintado de negro sus líneas, dentro del cual está inserto un reptil así apresado, refleja un poder inadvertido para los que juegan con sentirse al margen del peligro. Una fuerza cruel, poder cruel, acechante de todo lo que sale de las leyes universales, y de todo el que ignora, la seguridad del todo indiferenciado social, en faz positiva.
Quedó para mí muy claro, que el abuelo Pidal y el maestro Zúñiga, tenían la teoría de que existe una aspiración que persiste latiendo en todas partes, de inclinarse un poco más por lo efímero. Apunto que la casa de ambos está en calle Iriondo, en las alturas del corredor que se extiende hasta después de Echesortu, República y más, y pasa el club, y que describí en algún momento.
Supuse que estos grandes amigos que fueron el abuelo Pidal y el maestro Zúñiga, fueron según recopilé, del conjunto del grupo de su nieta del código aristocratizante referido. Y me di a creer que fueron personas interesadas en caminar por donde se ubican los atascos, desinteresados por el fluir de la facilidad de las cosas que por lo general se buscan, en base a que los atascos del vivir, les redunda en logros.
En conclusión, apunto que Eliseo Jacinto Pidal falleció a los ocho años de edad de Brunilda, quien no conoció al maestro Zúñiga. La idea del mensaje de los azulejos, la dueña de casa lo había recibido de la dueña anterior, Matilde. Creo entender finalmente, que la íntima celebridad de este cuento captó desde adolescente mejor que nadie la síntesis de esa figura del triángulo, y con ello divisó otras cosas.
El poder que guarda todo poseedor de un autocontrol y una tranquilidad grandes, esta mujer de calle Iriondo supo contener; contener para no derramar, y contener para utilizar, siendo agente.

*Escritor
  Miembro de Desarrollo y Equidad

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