La virtud presupuestaria se instaló en el Viejo Continente. Presionados por los mercados, asfixiados por los déficit, endeudados por el elevado costo de la crisis de 2007-2008 y el tributo que los Estados pagaron para salvar a los bancos de la bancarrota, varios países de la eurozona –donde circula el euro– están al borde del precipicio. Después de Grecia, Irlanda se convirtió ayer en el segundo país de la zona euro en recurrir a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional para salvarse del colapso.
El FMI y el Fondo de Estabilización Europeo (FESF) aportarán 113 mil millones de dólares a cambio de un severo plan de economía que esboza lo que ocurrirá en otros países de la Unión: control drástico del déficit a costa de los beneficios sociales. El salvataje de Irlanda apenas aleja las sombras que desvelan a los mercados, temerosos de que Portugal y España sigan el mismo camino. Ayer, Portugal vivió la huelga general más grande de su historia en contra del plan de austeridad que el gobierno socialista de José Sócrates hará votar este viernes.
Estos tres países, llamados “periféricos”, no son los únicos sometidos a los ajustes y recortes de los subsidios, supresiones masivas de empleos en el sector público y aumentos de impuestos. Ayer, el primer ministro francés, François Fillon, presentó en la Asamblea Nacional las prioridades de su nuevo gobierno para los próximos 18 meses con un objetivo innegociable: la reducción de los mastodónticos déficit públicos de Francia. Las sociedades de los países de la Unión Europea pagarán de sus bolsillos la ruleta rusa del sistema financiero internacional. El asalto universal de los operadores financieros está enterrando las conquistas sociales obtenidas a lo largo de décadas y décadas de lucha. En este contexto de opresión social, la Confederación Europea de Sindicatos llamó a una manifestación continental el próximo 15 de diciembre en contra del paquetazo de rigor aprobado por los sucesivos gobiernos. El secretario adjunto de la Confederación, Joel Decaillon, denunció el pago “de la factura” al que están sometidos los pueblos.
Las crisis financieras se repiten y las respuestas para enfrentarlas son las mismas: “medidas de austeridad que afectan los sueldos, las pensiones, la jubilación y la protección social”, dijo el eurosindicalista. Allí donde se mire, un señor con corbata y sonrisa de anestesista espera a los trabajadores europeos.
El plan de austeridad irlandés interviene luego de un profundo recorte de las prestaciones familiares, los subsidios al desempleo y supresiones masivas de puestos de trabajo en el sector público. La meta es dividir por diez el abismal déficit público de aquí a 2014 haciéndolo pasar del 32 por ciento del PIB actual al 3 por ciento, que es el techo máximo autorizado en el seno de la Unión Europea según los criterios del Pacto de Estabilidad. A Portugal le espera un destino semejante. El Parlamento portugués adoptará mañana un presupuesto de austeridad que apunta a recortar el déficit para llevarlo del 7,3 del PIB al 4,6 en 2011 (ver aparte).
Francia se fijó el mismo objetivo: disminuir el déficit y los niveles de la deuda francesa. El esfuerzo lo hará la sociedad. El jefe del Ejecutivo francés aclaró en la Asamblea que no se usarán los fondos públicos para reactivar el crecimiento al tiempo que precisó que tampoco se aumentarán los impuestos. Fillon detalló una suerte de fórmula mágica cuando dijo que, con el presidente de la República, ninguno de los dos ponía en oposición “la eficacia económica, el rigor presupuestario y la cohesión social”. El gobierno de Nicolas Sarkozy busca reducir el déficit del Estado a partir del año que viene con un ahorro consecuente: el agujero de 152.000 millones de euros de 2010 se achicará a 92.000 millones en 2011.
Lo cierto es que cada sacudida de las bolsas parece ahogar más los ahorros de los trabajadores y liquidar la calidad de vida. El impacto de la bancarrota y de los planes millonarios elaborados para evitarla no dejaron a ningún país indemne. Desempleo, precios alucinantes, salarios bajos, recortes, mercado inmobiliario por las nubes y productos de consumo cotidiano con etiquetas de joyería –2,80 dólares un pepino, 2 dólares una planta de lechuga en París–. Irlanda, el llamado “Tigre Celta” por su crecimiento en los años ‘90, se encamina ahora a una “merma” de su calidad de vida, tal como lo reconoció el ejecutivo de Brian Cowen. Ni siquiera Gran Bretaña, que no está en la eurozona, se salvó del sablazo del ajuste. Entre otras cosas, el gobierno de David Cameron formalizó la supresión de 490 mil puestos de trabajo en la función pública y la multiplicación por tres de las tasas universitarias.
En este clima de retrocesos sociales, la interna europea derivada de los costos de la crisis se volvió a destapar ayer con la intervención de la canciller alemana. Con las alas de la debacle irlandesa, Angela Merkel salió a defender su proyecto de reforma para que se cree un mecanismo que englobe a los inversores privados a la hora de pagar las crisis. Alemania aboga por la creación de un mecanismo que haga recaer parte del costo de los rescates bancarios que asumen los Estados sobre los acreedores privados, concretamente sobre las espaldas de quienes detentan obligaciones soberanas. Ello tiende a evitar que todo sea costeado por los contribuyentes, como ocurre ahora. “Quienes ganan dinero con las tasas elevadas, con las obligaciones soberanas, también deben soportar los riesgos”, dijo Merkel. Cabe recordar que Alemania es la primera economía de Europa y el país que más aporta al fondo de ayuda financiera de urgencia creado en mayo pasado. Seguramente, el proyecto alemán quedará en la nada, o pasarán años hasta que se delinee alguna tímida medida. Entretanto, el trabajo y los beneficios sociales seguirán rescatando al ajedrez mortal de las finanzas. Los peones salvarán al rey.
*Publicado en Página12
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