¿Se puede razonar con un bruto? Difícil, porque su condición de negador absoluto de la realidad le impide el análisis. Prácticamente mposible, porque su brutalidad proviene de un largo camino de adiestramiento de su conciencia a través del tiempo. Su negatividad le produce un bloqueo ante los criterios racionales, para los que está preparado a rechazar de cuajo. Nada ni nadie le podrá convencer de sus errores, a los que sostendrá con la vehemencia propia de los que se esconden en un dogma para evitar sentirse equivocado. Peor todavía, su brutalidad la transmitirá a sus descendientes que, salvo un eventual despertar de sus heredadas inconciencias de la realidad, repetirán cada una de las bestialidades que consumen sus días. Y los nuestros...
De esa condición multiplicada por millones por un sistema de adiestramiento neuronal, se conforma un amplio sector de esta sociedad dispuesta a suicidarse, otorgándoles poderes de gobernanzas a los peores ejemplares del gorilismo. La negación es su bandera, la violencia es su herramienta, la promesa de la destrucción del concepto mismo de Patria es su horizonte. El odio como base de cualquier discusión, invitando al deseo de la muerte del oponente, demuestra que el destino esperable es la disolución de los valores que falsamente se han esgrimido siempre como los conceptos de una moral que no conocen.
¿Cómo se enfrenta a semejante maquinaria arrasadora de la realidad? ¿Cómo se convence a tantos imbecilizados rechazantes de lo evidente? ¿De donde se sacan argumentos para quienes los rechazan de plano, antes incluso de que se los mencione?
Desde el oficialismo se viene invitando a la militancia a enfrentar esta circunstancia con el “cara a cara”, el “casa por casa”, buscando movilizar lo que antes se estuvo conteniendo permanentemente. El protagonismo popular fue retrocediendo desde hace años, dejando en manos del poder mediático concentrado la palabra final, acostumbrando a la población a negar su propia voluntad, su imprescindible participación en las decisiones, ahora abandonadas en manos de los esbirros periodísticos y sus innegables capacidades de embrutecimiento generalizado.
Nos enfrentamos a un probable futuro de retroceso destructivo, de demolición de derechos y remoción de las últimas defensas legales para los trabajadores. El horizonte se oscurece cada vez más, los caminos se cierran y las palabras van perdiendo los sentidos originales, para convertirse en brújulas cambiadas, orientadas al abismo de un infierno que nos prometen sin prurito alguno, sabedores del previo grado de descomposición del razonamiento que lograron.
Suenan huecos los argumentos cuando enfrente se tienen hordas de enceguecidos dispuestos a borrar sus propias vidas con tal de eliminar a sus supuestos enemigos. Saben a poco los discursos que intenten convencer del vacío que se tiene por delante si triunfan esos monstruos con pretensiones de estadistas de la decadencia. Parecieran batallas perdidas los intentos rectificatorios del gobierno, cuando el órgano más sensible de los hombres y mujeres no logra llenarse y, además, cuando se lo intenta, la brutalidad de los receptores de esos beneficios impide cambiar sus percepciones de la realidad que lo intenta contener y recomponer.
Todo pasa por la existencia de una cultura impuesta y sostenida con la enorme fuerza del sistema mediático, pero generada por un sistema educativo que no contiene los elementos imprescindibles para preparar los cerebros en construcción, a los que se les llena de historias sin raigambre patriótica, sin base en hechos protagonizados por el Pueblo a lo largo de los años de existencia de esta Nación. Nos pseudo-educan con verdades a medias o mentiras con categoría de certezas absolutas. Nos invaden las convicciones con viralizaciones de lo que nunca sucedió o con desvíos semánticos de lo sucedido. Y nos queda una comprensión vaciada de sentido nacional, repulsivo del que piensa distinto, anulante de lo participativo y destructor de la idea de comunidad organizada.
Momento histórico complejo y de difícil resolución. Tiempos atravesados por brutalidades ajenas y errores propios, repletos de sinsentidos, sometimientos financieros y desvíos ideológicos. La razón no paga, la mentira se repite con placer imbécil, el odio cobra réditos políticos. Y la justicia social, el único fundamento de una sociedad capaz de sostener un desarrollo inclusivo y soberano, se ha convertido en el despreciado paradigma de una sociedad perdida en la niebla irracional de un enemigo que sólo busca la destrucción de la Nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario