Imagen de "revistacorrientes.com" |
Por
Roberto Marra
No
hay vueltas. El ciudadano medio argentino vive esperando un mesías.
Un salvador de todos sus males sin que él mismo tenga que esforzarse
por hacer algo para que aparezca “la figura” que nos salve. La
queja cotidiana en las colas bancarias, la persistencia de las
protestas contra “los políticos que son todos iguales”, la
exaltación ante los tarifazos impagables, suelen ser modos similares
de plantarse ante la realidad para que alguien surja al fin, casi
mágicamente, para fabricar otro País.
Sin
solución de continuidad, sabrán despacharse con discursos que los
alejen de los líderes a los que la basura mediática cotidiana se ha
encargado de denostar y escarnecer. Sabedores de lo veleidoso de las
posiciones de los sectores sociales a los que pretenden seducir,
elaborarán “propuestas” ambiguas, punto medio entre el
conservadurismo y el desarrollo, miserable paquete de ideas sin ideas
que ofrecerán como “prenda de paz” para que “la Nación no se
desangre en luchas estériles”, frase que, por repetida, ya carece
de valor sustantivo.
La
necesidad tiene cara de hereje, dicen. Entonces, para no impedir un
cierto avance positivo en medio del “tormentón” neoliberal, los
sectores que no actúan con los mismos esquemas politiqueros,
aceptarán conformar espacios unitarios con esos supuestos “mesías”
del subdesarrollo, para lograr, aunque más no sea, ciertos
beneficios para los más postergados de la sociedad. El combo de
pobreza, indigencia y politiquería, elaborado por el enemigo, obliga
a postergar mejores alternativas.
Pero
la semilla del Poder está ya metida allí dentro, lista para
reaparecer cuando las circunstancias les den otra posibilidad. Esos
“mesías” tan especiales, suelen ser proclives a ciertos
“arreglos” con los dueños de casi todo, con tal de mantenerse en
el candelero de la consideración mayoritaria. “Una de cal y otra
de arena” parece ser su consigna poco novedosa, pero muy efectiva.
Mantener el status quo, mostrando esperanzas sin demasiado sustento,
es su sistema para sostenerse en el tiempo. Un tiempo que resulta
letal para las reales postergaciones a las que se somete a gran parte
de la población, aturdida por las ambivalencias de estos líderes
con poca pasta de estadistas.
La
coyuntura manda. Las estructuras no se mueven. Los caminos se
cierran. Los futuros se empañan. La miseria avanza carcomiendo los
cimientos sociales hasta terminar, nuevamente, ante otra frustración
fabricada por los poderosos de siempre, que regresarán triunfantes
para ejercer directamente el gobierno. Y los impávidos mesiánicos
recordarán entonces las advertencias de los esclarecidos líderes de
verdad, previniéndolos de los engaños que aceptaron a cambio solo
de darle otra vuelta a la tramposa “rueda de la fortuna” que les
pusieron por delante los eternos oportunistas disfrazados de
unitarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario