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Entraron
los suplentes. El mejor equipo tuvo que “renovarse” ante la
realidad aplastante de los resultados adversos. Sus pretensiones de
ser los mejores se ha puesto en duda, incluso por sus más acérrimos
defensores. Claro que los cambios son, en realidad, más aparentes
que verdaderos. Se trata de nuevas caras y viejas mañas, con los
objetivos inamovibles y el destino dramático al que se está
dirigiendo con la satisfacción de los perversos y el dolor de los
“espectadores”.
Ese
“seleccionado” de banqueros, representantes de fondos buitres,
especuladores financieros y coimeros de obras públicas, se refrescó
con la introducción de personajes tan nefastos como los precedentes,
apremiados por cumplir con el mandato del organismo mundial que ha
reemplazado a las instituciones de una democracia que ya parece una
entelequia perdida en el recuerdo.
Analizar
los orígenes de cada uno de los “suplentes” sería inútil.
Tanto como pretender que la nueva “delantera” pueda meter un
“gol” a favor. Siempre serán en contra, siempre serán sus
medidas, lacerantes para las vidas de quienes pagamos sus desmanes y
beneficiosas para sus fortunas “of shore” y el dominio imperial
cada vez más omnipresente.
El
aparente “director técnico” de los recién ingresados al “campo
de juego”, no puede conducir ni una calesita sin chocarla. Su
inutilidad es directamente proporcional a su inmoralidad. Su única
preocupación parece ser la de asegurar las fortunas de los
integrantes del “peor equipo” y de las corporaciones que lo
sostienen y demandan, abrir las fronteras a las tropas de ocupación
extranjeras para el dominio imperial de la región y atenazar las
posibilidades de maniobra de cualquier gobierno que lo suceda.
Pero
la verdadera razón de la permanencia de las mismas “estrategias de
juego” debe buscarse en la falta de reacción masiva de la
población, aun cuando haya movimientos sectoriales que tomen la
calle para exigir algunos cambios. Apabulla la pasividad con la cual
se reciben las destrucciones de cada uno de los derechos adquiridos
tras décadas de luchas, después de haber atravesado un proceso tan
virtuoso de generación de un estadío social superior.
La
inoperancia y la degradación de muchos de los pretendidos líderes
“renovadores” de la política patinaron hace tiempo en el barro
de la inmoralidad y los contubernios con el Poder. Las palabras de
quienes sí conservan sus convicciones intactas son desoídas,
gracias a una propaganda ya ridícula de los medios, copartícipes de
los daños y los beneficios de este modelo de destrucción masiva de
la realidad.
La
“goleada” en contra parece inevitable. El arco está
desguarnecido, la pelota la domina el contrario, nuestra defensa está
lesionada, la delantera no remata nunca al arco y el medio campo
creativo parece sin ideas. Pero está la tribuna, el último refugio
del aliento imprescindible para mover el banco, para que entren a
jugar los mejores de verdad, los que nunca se rinden ni traicionan,
los que saben jugar aún contra los peores enemigos, los que jamás
cambiaron sus camisetas por los colores de quienes pretenden dominar
el juego mundial.
Es
la “hinchada” la que cambiará el sentido del juego. Es por ella
que aparecerán las “gambetas” al Fondo, los “caños” a los
poderosos y los “pases” certeros al líder de una delantera
habilidosa y sagaz, para poder culminar con una “goleada” que
envíe al maldito equipo de hipócritas y ladrones al final de la
tabla de la historia, aplastados por los auténticos representantes
de un Proyecto Nacional, el único y legítimo artífice de las
victorias populares.
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