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El único lenguaje entendido por asesinos como estos (hablaba del grupo
extremista Estado Islámico) es el lenguaje de la fuerza. Por eso, Estados
Unidos trabajará con una amplia coalición para desmantelar esta red de la
muerte." Las palabras de Barack Obama resonaron en la sede de las Naciones
Unidas en Nueva York. Algunos, como los países que integran esta nueva alianza
que el presidente de Estados Unidos armó para combatir a las tropas islamistas
que de pronto se apropiaron de parte de Siria y de Irak, aplaudieron.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, se permitió en ese foro privilegiado –y a pocos metros de Obama– la duda sobre no sólo las acciones que emprenden los países occidentales con relación al terrorismo internacional sino incluso sobre el grupo mismo que hoy por hoy aparece como la encarnación del mal.Es que, sin ir demasiado lejos, allí nomás, en ese mismo escenario, hace once años el entonces secretario de Estado Colin Powell entregó profusa información sobre el arsenal de armas de destrucción masiva que colocaba a Saddam Hussein, el presidente iraquí, como uno de los peores enemigos de la civilización. Algo que no debe haber estado ausente de la percepción de CFK cuando destacó que "desde las grandes potencias se cambia demasiado fácil el concepto de amigo, enemigo o terrorista".
Las críticas por la sinuosa política internacional que desarrolla el gobierno de Obama desde que llegó a la Casa Blanca son a esta altura un clásico entre grupos opositores de toda laya, pero también entre analistas y estudiosos de las temáticas internacionales. Pero la sinuosidad se extiende a las estrategias que despliega la administración estadounidense en las últimas décadas. Como si encontrarse siendo la gran potencia global a la caída de la Unión Soviética hubiese desplegado ambiciones equiparables a las torpezas para llevarlas a la práctica. Al revés de Midas, aquel rey de Frigia que convertía en oro todo lo que tocaba, parecen trocarlo todo en un desastre, para ser elegantes y si se quiere naïfs.
Porque la guerra desatada por George W. Bush, que acabó con el régimen saddista, al poco tiempo demostró haber partido de una mentira como excusa. En aquel momento, el senador Obama se oponía al despliegue de tropas por las consecuencias que eso podría acarrear al país. Y con ese antecedente se presentó a los comicios de 2008 como una esperanza de cambios. De hecho, hace casi tres años se ufanó de haber retirado los últimos soldados de ese el pensamiento dominante entonces. Ahora, sin que se le moviera un pelo, inició una ofensiva que nadie sabe de qué modo terminará. Y sobre todo, que seguramente será una herencia maldita para quien lo suceda en 2017.
Como será que en su propio territorio, activistas por la paz como David Swanson, sostiene en su web War is a crime (la guerra es un crimen), que "cualquiera que comente el estado actual de Irak podría pensar que George W. Bush hizo algo bien". Ironiza en que un video difundido por ISIS, el anagrama con que todavía se conoce a EI en aquellas regiones, donde muestran las atrocidades cometidas y alguna frase del ex mandatario republicano: "Estás con nosotros o estás contra nosotros". En una esquina de la pantalla se lee "Bush dijo la verdad, a pesar de que es un mentiroso". Una frase que bien le calza a este Obama que echó por tierra con las razones que le permitieron ser coronado en Oslo hace casi cinco años.
Es interesante el ácido artículo de Peter Van Buren, un ex funcionario con 24 años de carrera en el departamento de Estado que fue designado para trabajar con los iraquíes luego de la invasión. Su paso por el país asiático fue entre 2009 y 2010, o sea, cuando el demócrata llegaba a Washington. "Mi función era dirigir dos equipos en la reconstrucción de la nación", señala Van Buren. "Eso significó pagar por escuelas que nunca se terminaron, el establecimiento de pastelerías en calles sin agua ni electricidad, y la realización de eventos de propaganda de temas generados en Washington." Señala el hombre que entre las acciones de acercamiento y seducción de los nativos estaba jugar partidos de fútbol en los que se garantizaba un resultado que permitiera integrar a sunnitas con chiítas.
El problema es que a la caída de Hussein, un sunnita en una población mayoritariamente chiíta, viejas enemistades quedaron a la luz y se manifestaron con toda virulencia en múltiples atentados registrados desde entonces. Para colmo, desde el Pentágono y con anuencia de la CIA se fomentó la creación de un modelo que reparte los poderes en tres: sunnitas en el parlamento, chiítas en el ejecutivo y un presidente de origen kurdo. Agua con aceite que incluso podría haber funcionado si no fuera, piensa Van Buren, que el primer ministro Nuri Al Maliki inició persecuciones y se abrió hacia actos de corrupción que empeoraron la situación. El cambio forzado por el departamento de Estado hace algunos meses ya era una decisión desesperada y tardía.
Van Buren –autor de un libro esclarecedor, Teníamos buenas intenciones: cómo ayudé a perder la batalla por los corazones y las mentes del pueblo iraquí"– reflexiona que un chico que forme parte ahora de ese contingente de 1600 "no botas en el suelo" (Obama prometió que sólo actuarán drones y aviones de combate pero no tropas sobre el terreno) tenía ocho años cuando Bush inició la invasión. "(El muchacho ) probablemente le tuvo que preguntar a su padre de qué se trataba eso". Y el progenitor le podría haber dicho que en 2011, cuando regresó a su casa con la frente bien alta, Obama había asegurado que "estamos dejando atrás un Irak soberano, estable y autosuficiente".
John Taylor anotó en The Unz Review, un foro alternativo estadounidense creado por el dirigente conservador Ron Unz, una lista que debería tenerse en cuenta antes de adherir fácilmente al pedido de Obama para una cruzada en tierras de Irak y Siria. "¿Se ha olvidado que los mujaidin que patrocinamos en Afganistán para luchar contra los soviéticos se transformaron en el Talibán y al-Qaeda? Por el agujero de la memoria, quedó la destrucción del Estado libio, que el propio Obama presidió, y la anarquía que prevalece en la actualidad." Y advierte que en Siria la mayoría sunnita, que está enfrentada al gobierno de Bashar al Assad, alauita y por lo tanto ligado a la vertiente chiíta del Islam, simpatiza con el EI. No porque participe de sus atrocidades, sino porque representan la posibilidad de sacarse de encima un régimen que les resulta opresivo. Esa fue la apuesta de la comunidad occidental cuando decidió apoyar a grupos opositores a Al Assad. Pero algo evidentemente salió mal. O tenía un componente envenenado y nada inocente que sirvió para forzar cualquier política pacifista de Obama.
La situación es tan enrevesada a estas horas que no resulta inaudito que Al Assad y el régimen iraní pasen a ser la mejor opción para combatir a los yihaidistas del EI. Detalla Glenn Greenwald, el periodista británico que publicó la información filtrada por el analista estadounidense Edward Snowden, los nuevos bombardeos sobre objetivos en Siria con apoyo de regímenes como los de Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Jordania. "Eso significa que Siria pasó a ser el séptimo país predominantemente musulmán en ser bombardeado por el Nobel de la Paz 2009, después de Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia, Libia e Irak".
Van Buren destaca que la excusa para abrir la política bélica fue la protección de los yazidis "una secta religiosa de la que nadie en este país habían oído hablar", pero de la que ya no se escucha demasiado. Y compara ese gesto con el del supuesto ataque en el Golfo de Tonkin que justificó la ampliación de la Guerra de Vietnam en 1964. "Esta última guerra en Irak cuenta con entrenadores en Operaciones Especiales y ataques aéreos a combatientes que tienen armas abandonadas por el ejército iraquí, que ahora debe ser reabastecido por Washington". Van Buren –que fue expulsado del gobierno en 2011 y padeció persecución civil– escribió también "Los fantasmas de Tom Joad: la historia del 99%". Una suerte de revival de Viñas de Ira, la novela de John Steinbeck que da cuenta de la crisis del '30 en los sectores más castigados del Estados Unidos. El 99% de los menos favorecidos en la sociedad estadounidense actual también padece una degradación en todos los aspectos en beneficio del 1% más favorecido. Es que una cosa va ligada a la otra. Y la inequidad social junto con la guerra son componentes básicos de este momento del mundo. Componentes tan terroristas como los que cortan cuellos en las arenas de Asia Menor.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, se permitió en ese foro privilegiado –y a pocos metros de Obama– la duda sobre no sólo las acciones que emprenden los países occidentales con relación al terrorismo internacional sino incluso sobre el grupo mismo que hoy por hoy aparece como la encarnación del mal.Es que, sin ir demasiado lejos, allí nomás, en ese mismo escenario, hace once años el entonces secretario de Estado Colin Powell entregó profusa información sobre el arsenal de armas de destrucción masiva que colocaba a Saddam Hussein, el presidente iraquí, como uno de los peores enemigos de la civilización. Algo que no debe haber estado ausente de la percepción de CFK cuando destacó que "desde las grandes potencias se cambia demasiado fácil el concepto de amigo, enemigo o terrorista".
Las críticas por la sinuosa política internacional que desarrolla el gobierno de Obama desde que llegó a la Casa Blanca son a esta altura un clásico entre grupos opositores de toda laya, pero también entre analistas y estudiosos de las temáticas internacionales. Pero la sinuosidad se extiende a las estrategias que despliega la administración estadounidense en las últimas décadas. Como si encontrarse siendo la gran potencia global a la caída de la Unión Soviética hubiese desplegado ambiciones equiparables a las torpezas para llevarlas a la práctica. Al revés de Midas, aquel rey de Frigia que convertía en oro todo lo que tocaba, parecen trocarlo todo en un desastre, para ser elegantes y si se quiere naïfs.
Porque la guerra desatada por George W. Bush, que acabó con el régimen saddista, al poco tiempo demostró haber partido de una mentira como excusa. En aquel momento, el senador Obama se oponía al despliegue de tropas por las consecuencias que eso podría acarrear al país. Y con ese antecedente se presentó a los comicios de 2008 como una esperanza de cambios. De hecho, hace casi tres años se ufanó de haber retirado los últimos soldados de ese el pensamiento dominante entonces. Ahora, sin que se le moviera un pelo, inició una ofensiva que nadie sabe de qué modo terminará. Y sobre todo, que seguramente será una herencia maldita para quien lo suceda en 2017.
Como será que en su propio territorio, activistas por la paz como David Swanson, sostiene en su web War is a crime (la guerra es un crimen), que "cualquiera que comente el estado actual de Irak podría pensar que George W. Bush hizo algo bien". Ironiza en que un video difundido por ISIS, el anagrama con que todavía se conoce a EI en aquellas regiones, donde muestran las atrocidades cometidas y alguna frase del ex mandatario republicano: "Estás con nosotros o estás contra nosotros". En una esquina de la pantalla se lee "Bush dijo la verdad, a pesar de que es un mentiroso". Una frase que bien le calza a este Obama que echó por tierra con las razones que le permitieron ser coronado en Oslo hace casi cinco años.
Es interesante el ácido artículo de Peter Van Buren, un ex funcionario con 24 años de carrera en el departamento de Estado que fue designado para trabajar con los iraquíes luego de la invasión. Su paso por el país asiático fue entre 2009 y 2010, o sea, cuando el demócrata llegaba a Washington. "Mi función era dirigir dos equipos en la reconstrucción de la nación", señala Van Buren. "Eso significó pagar por escuelas que nunca se terminaron, el establecimiento de pastelerías en calles sin agua ni electricidad, y la realización de eventos de propaganda de temas generados en Washington." Señala el hombre que entre las acciones de acercamiento y seducción de los nativos estaba jugar partidos de fútbol en los que se garantizaba un resultado que permitiera integrar a sunnitas con chiítas.
El problema es que a la caída de Hussein, un sunnita en una población mayoritariamente chiíta, viejas enemistades quedaron a la luz y se manifestaron con toda virulencia en múltiples atentados registrados desde entonces. Para colmo, desde el Pentágono y con anuencia de la CIA se fomentó la creación de un modelo que reparte los poderes en tres: sunnitas en el parlamento, chiítas en el ejecutivo y un presidente de origen kurdo. Agua con aceite que incluso podría haber funcionado si no fuera, piensa Van Buren, que el primer ministro Nuri Al Maliki inició persecuciones y se abrió hacia actos de corrupción que empeoraron la situación. El cambio forzado por el departamento de Estado hace algunos meses ya era una decisión desesperada y tardía.
Van Buren –autor de un libro esclarecedor, Teníamos buenas intenciones: cómo ayudé a perder la batalla por los corazones y las mentes del pueblo iraquí"– reflexiona que un chico que forme parte ahora de ese contingente de 1600 "no botas en el suelo" (Obama prometió que sólo actuarán drones y aviones de combate pero no tropas sobre el terreno) tenía ocho años cuando Bush inició la invasión. "(El muchacho ) probablemente le tuvo que preguntar a su padre de qué se trataba eso". Y el progenitor le podría haber dicho que en 2011, cuando regresó a su casa con la frente bien alta, Obama había asegurado que "estamos dejando atrás un Irak soberano, estable y autosuficiente".
John Taylor anotó en The Unz Review, un foro alternativo estadounidense creado por el dirigente conservador Ron Unz, una lista que debería tenerse en cuenta antes de adherir fácilmente al pedido de Obama para una cruzada en tierras de Irak y Siria. "¿Se ha olvidado que los mujaidin que patrocinamos en Afganistán para luchar contra los soviéticos se transformaron en el Talibán y al-Qaeda? Por el agujero de la memoria, quedó la destrucción del Estado libio, que el propio Obama presidió, y la anarquía que prevalece en la actualidad." Y advierte que en Siria la mayoría sunnita, que está enfrentada al gobierno de Bashar al Assad, alauita y por lo tanto ligado a la vertiente chiíta del Islam, simpatiza con el EI. No porque participe de sus atrocidades, sino porque representan la posibilidad de sacarse de encima un régimen que les resulta opresivo. Esa fue la apuesta de la comunidad occidental cuando decidió apoyar a grupos opositores a Al Assad. Pero algo evidentemente salió mal. O tenía un componente envenenado y nada inocente que sirvió para forzar cualquier política pacifista de Obama.
La situación es tan enrevesada a estas horas que no resulta inaudito que Al Assad y el régimen iraní pasen a ser la mejor opción para combatir a los yihaidistas del EI. Detalla Glenn Greenwald, el periodista británico que publicó la información filtrada por el analista estadounidense Edward Snowden, los nuevos bombardeos sobre objetivos en Siria con apoyo de regímenes como los de Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Jordania. "Eso significa que Siria pasó a ser el séptimo país predominantemente musulmán en ser bombardeado por el Nobel de la Paz 2009, después de Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia, Libia e Irak".
Van Buren destaca que la excusa para abrir la política bélica fue la protección de los yazidis "una secta religiosa de la que nadie en este país habían oído hablar", pero de la que ya no se escucha demasiado. Y compara ese gesto con el del supuesto ataque en el Golfo de Tonkin que justificó la ampliación de la Guerra de Vietnam en 1964. "Esta última guerra en Irak cuenta con entrenadores en Operaciones Especiales y ataques aéreos a combatientes que tienen armas abandonadas por el ejército iraquí, que ahora debe ser reabastecido por Washington". Van Buren –que fue expulsado del gobierno en 2011 y padeció persecución civil– escribió también "Los fantasmas de Tom Joad: la historia del 99%". Una suerte de revival de Viñas de Ira, la novela de John Steinbeck que da cuenta de la crisis del '30 en los sectores más castigados del Estados Unidos. El 99% de los menos favorecidos en la sociedad estadounidense actual también padece una degradación en todos los aspectos en beneficio del 1% más favorecido. Es que una cosa va ligada a la otra. Y la inequidad social junto con la guerra son componentes básicos de este momento del mundo. Componentes tan terroristas como los que cortan cuellos en las arenas de Asia Menor.
*Publicado en Tiempo Argentino
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