martes, 15 de noviembre de 2011

CONSENSO

Por Raúl Ludfueña*

Confundieron la política con una suma matemática. Abandonaron la prédica de las convicciones y en un intento desesperado por asaltar el poder se aferraron a doctrinas económicas que muestran el agotamiento de los viejos paradigmas que le dieron vida. Doctrinas que causan estragos entre los pueblos del mundo, mientras millones de dólares de la usura engordan las arcas de las minorías político-financieras, que no dudan en dejar a otros tantos millones de personas con nada. En la nada, en las calles con las cacerolas. 
Es una mancha venenosa con características de pandemia que se va expandiendo por toda Europa. Pretenden desarticular nuestras luchas con operaciones de prensa que nos neutralicen. Son mínimas expresiones políticas que reciben las migajas del poder. Es fundamental para tamaña empresa la construcción de una propaganda mediática que implante en el pensamiento colectivo el error de elegir un gobierno autoritario, fascista, inepto, débil y cuanto adjetivo descalificante se les ocurra a los creativos contratados a tal fin, para referirse a los gobiernos de las mayorías. En estas elecciones nos quisieron convencer que para salvar la patria era imprescindible que se entienda que un rejunte de políticos sin ideas debía asumir una actitud patriótica, sumarse a una alianza democrática y lograr el poder. Por supuesto, el pueblo debería votarlos, de no ser así intentarán otras opciones. Ellos no descansan, nosotros tampoco. Las fuerzas retrógradas accionan socialmente a través de los medios de comunicación asociados en las ganancias, operan sobre la realidad en un intento por justificar estrategias desetabilizantes, amplificando discursos cargados de palabras como autoritarismo, chavismo, populismo, corrupción, crispación, maltrato, escándalo. Es la manera de generar el clima propicio para narcotizar a la sociedad paralizando el camino del pueblo hacia un destino más inclusivo, más igualitario, más justo. Son las mismas minorías que siempre funcionaron como soporte ideológico de las dictaduras militares y hoy lo hacen al servicio del capital especulativo. Se agitan fantasmas de caos económico, corridas bancarias, desmadre del dólar y demás plagas del mercado de capitales. Para seguir bailando la tarantela en una milonga triste de barrio marginal necesitan que los cultores del fracaso utilicen la palabra mágica: consenso, que no es otra cosa que disimular el regreso al mundo de los ’90, disfrazado de acuerdo entre partes con intereses contrapuestos y contrapuestos a las mayorías. Consenso para bajar las retenciones y dejar a la masa de carenciados sin ayuda social. Consenso para liberar a los genocidas y evitar que se haga justicia. Consenso para anular la Ley de Medios y silenciar los reclamos populares. Consenso para frenar la obra pública y el consumo. Consenso para entregar nuevamente el ahorro de nuestros trabajadores a las AFJP. Consenso para no controlar el dólar y permitir la transferencia de divisas hacia los paraísos fiscales. Consenso para bajar el presupuesto educativo. Consenso sin debate, que sólo busca la aceptación de las directivas de los grandes capitales internacionales, para recuperar el terreno perdido en nuestra patria. Nosotros, los militantes del campo Nacional y Popular, preferimos el disenso generador de debates en cuanto al modelo de país que queremos. No queremos el consenso de la democracia rubia, formal, pulcra, republicana. La de los falsos consensos. Preferimos disentir, la discusión, la confrontación de ideas o el consenso en una democracia verdadera. La del pueblo descamisado, la de los gronchos, la de los perucas, la de los cabecitas negras, la de los grasitas. La del pueblo trabajador. En propuestas populares que nos incluya a todos sobrarán los consensos. En mejoras para nuestros jubilados tendremos consenso. En mejor educación tendremos consenso. En más vivienda y mejor calidad de vida de quienes menos tienen habrá consenso, en mejor salud pública habrá consenso. Mientras estos objetivos estén fuera de discusión en las sectas minoritarias y el capital concentrado, no consensuaremos. La sangre derramada jamás será negociada.

*Publicado en Tiempo Argentino

No hay comentarios:

Publicar un comentario