Por Roberto Marra
Hace un buen tiempo ya, “jugar a las figuritas” era uno de los modos de entretenimiento más utilizado por el piberío. Allí se desataban contiendas inacabables, búsquedas incesantes por obtener la “figurita difícil”, pedidos interminables a los padres para que les compren más y más figuritas para ver si la suerte les daba el placer ostentoso de encontrar en esos paquetitos virtuosos, esa que les otorgaría una supremacía sobre todos los demás compañeros de juego. Peleas, regaños, gritos y trampas, eran moneda común en esas tardes de jolgorios inolvidables, hasta que las madres les gritaban que volvieran a sus casas o hasta que la noche los atrapara peleando la última oportunidad con la última piedra lanzada contra la mil veces buscada razón de tanto empeño.
Tal vez rememorando esos tiempos de luchas sin cuartel por el simple placer de tener entre sus manos esos cartoncitos redondos tan ansiados, los políticos “nacionales y populares” repiten esos procedimientos de disputas interminables buscando sumar “figuritas” a sus álbumes electoraleros. Es probable que la memoria les juegue una mala pasada, trayéndoles remembranzas de los enconos pueriles de entonces, convirtiéndolos ahora en fragorosas luchas internas entre parecidos, sólo por tratar de ser parte del juego, sin importar casi nada de quienes les rodean en esta sociedad atada a un destino de permanentes abismos inminentes.
Y ahí van, convirtiendo la realidad en niebla, las necesidades en retóricas vacías, la ideología en letra muerta y la doctrina en simple titular de algún comunicado. Ya no son figuritas, sino figurones los que luchan sin cuartel por un puesto superior en las largas listas de candidaturas. Ni siquiera parece importar el origen de algunos de ellos, con tal de encontrar eso que denominan, ostentosamente, “unidad”, vano nombre de un rejunte de voluntades electorales, sin correlato lógico con programa alguno. Eso, el programa, es lo que brilla como la “figurita” más olvidada, la que no parece disputarse nadie, aun sabiendo que es la única que posee el don de cambiarlo todo, de verdad.
Líderes importantes terminan legitimando lo ilegítimo de estos procederes vergonzosos, muestra de la indigna decadencia a la que nos arrastran, por asumir actitudes que están en condiciones de superar con creces, pero que no terminan de decidir modificar. Parecieran atrapados en la telaraña de esta “democracia” de cartón, burda parodia elaborada desde los “focus group” del imperio, atravesada por un proceso económico financiarista falaz que subsume a nuestra Nación a su pauperización, material y moral.
Como después de un terremoto, las estructuras dañadas de la Patria deben ser destruidas a tiempo, antes que el colapso inesperado del edificio social, terminen por hacer trizas la voluntad de cambiar de las mayorías todavía esperanzadas en vivir en dignidad. Pero quienes colaboraron para construir ese edificio corrupto desde sus cimientos, no deberán participar de su reconstrucción, cuando el invierno satánico en el que estamos sobreviviendo estalle en mil pedazos financieros.
La búsqueda de la unidad debe dejar de ser una simple sumatoria de caras sonrientes pre-electorales, para convertirse en el debate abierto y solidario de quienes nunca debieron dejar de ser los protagonistas de nuestra historia. Y los líderes, podrán ser refrendados como tales sólo si asumen sus roles con patriotismo, consagrando sus tiempos políticos a la voluntad mayoritaria de sus liderados, expulsando para siempre a los traidores que pretendan ser las “figuritas difíciles” que los condicionen. A ellos, y a la historia por venir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario