La sórdida pelea interna en el peronismo, está dejando un sabor amargo en quienes propugnamos, desde siempre, la necesidad de aunar capacidades y esfuerzos para retomar el sendero de la discusión sobre lo que de verdad vale la pena. La falta de coherencia entre las trayectorias, las esperticias y las gestiones, frente a los discursos actuales, plagados de enojos circunstanciales, de prepotencias amarradas a superioridades arrastradas al fango de la esterilidad politiquera, no hacen sino exacerbar los antagonismos basados en pequeñeces, sin otro objetivo aparente que ocupar preeminencias decisorias de cargos futuros o determinaciones de objetivos que se esconden bajo siete llaves.
Se arman las listas de integrantes de la conducción del Partido Justicialista sin la participación real de los afiliados, de sus unidades básicas, sin el protagonismo del Pueblo, que le dé la impronta de realismo a estas conformaciones amarradas a intereses personales o sectoriales. Peor aun, las presentaciones de esas listas no van acompañadas de otra cosa que de grandes líneas generales, sin poner sobre la mesa las propuestas de Patria, de Nación, de desarrollo, de prioridades, de metas y objetivos que hagan a la comprensión del modelo que se pretende promover para el futuro cercano y el lejano.
Los mismos nombres de siempre, las mismas distribuciones “equitativas” de cargos, los mismos discursos plagados de lugares comunes e indefiniciones sospechosas de futuras volteretas ideológicas. Unidades convocadas promoviendo el desprecio de otras unidades. Llamados a acompañar, nunca a conjugar. Hegemonismos indudables, tirados a la basura de la historia, por vanidades insustanciales. Capacidades superiores escondidas entre la hojarasca de improperios hacia honestos militantes. Admiraciones y respetos convocantes de mejores tiempos, arrastrados al barro de la mediocridad y el enojo invalidante de los deseos de participar.
El magma de las necesidades aflora por doquier, quemando las bases de la esperanza popular que se resiste a morir entre tanta desinteligencia política. La resistencia no logra avanzar más allá de las protestas sectoriales, por efecto del freno imbécil de quienes no relacionan lo perentorio de las circunstancias con sus fantasías de internismos baratos. La historia nos empuja hacia el vacío, en medio del hambre de los habitantes menos convocantes: el piberío desnutrido y sus padres alejados de la comprensión de tanta estulticia.
Desfilan, ante quienes ver, los enojos, las postergaciones, los desvaríos, las brutalidades, la violencia, la inmunda pobreza estructurada para satisfacción de la caterva de los poderosos encumbrados de siempre. Dale que dale a la matraca de la advertencia asesina y genocida de un gobierno sociópata, dependiente del máximo titiritero mundial, sin que se le oponga otra cosa que frase de enojos y posteos en las redes de la desinformación contumaz. La miseria material superada por la moral, pero no sólo de los causantes del daño, sino de quienes debieran estar sumados a la tarea de desmontar semejante oprobio.
Prefieren intentar demostrar superioridades vanas, elevar los tonos de las discusiones hasta el límite de una guerra semántica que conduce a la liquidación de la oportunidad de la victoria imprescindible sobre el diablo instalado en la Rosada. Prefieren entornar las aberturas de la unificación de criterios, para obtener ventajas circunstanciales, alejadas de los ruegos populares, empobrecidos de ideas relevantes, como supieron sí tenerlas hasta no hace demasiado.
Se acaba el tiempo y se requiere grandeza. Se agota la paciencia popular, que no encuentra otras salidas que las propuestas de odio interminable de los patanes gobernantes y sus medios ensobrados. Nos deslizamos hacia el abismo de la mutilación de la Patria, objetivo balcanizador de los amos coloniales y sus sirvientes locales, sin que se reaccione en la dimensión que semejante cosa significa para la destrucción de nuestra historia.
“No se aguanta más”, pero apretamos el acelerador de la disputa interna al son de una marcha peronista que no se comprende del todo. El “Viva Perón” se vacía de contenido, se liquida su correlato histórico y se ensombrece el destino elaborado por su líder. Queremos volver, pero empujamos al costado los compañeros que sí hacen, que sí valen, que sí necesitamos. La incoherencia le está ganando a la realidad, esa que parece haber dejado ya de ser la única verdad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario