Por Roberto Marra
“Los chicos de la guerra”, “los héroes de Malvinas”, son recurrentes frases para nombrar a los actores principales de aquellas batallas derivadas de la brutalidad genocida de los gobernantes de aquellos tiempos, dictadura feroz y hambrienta de sangre del pueblo al que persiguió, desapareció y asesinó en nombre de “valores occidentales y cristianos”. Eran chicos, sin ninguna duda. Fueron héroes, con menos dudas todavía. Pero tuvieron que serlo por el empeño maléfico de un beodo y su séquito de incapaces, dispuestos a cualquier cosa antes que abandonar los cargos robados al soberano, en complicidad manifiesta con el imperio que, paradoja mediante, los dejó solos ante la capacidad militar de sus socios de la OTAN, nuestros enemigos desde hace 189 años.
Un enemigo muy particular la Gran Bretaña, nación a la que los gobiernos nacidos al calor de la batalla interna perdida ante los que deseaban una Argentina sumisa, se terminó otorgándo el predominio de su economía por décadas, hasta que el hegemón norteamericano se hizo cargo de estas “casi” colonias. Muy poco hubo de auténtica reivindicación durante nuestra historia sobre esos territorios y mares, salvo la ejercida por los pocos períodos de gobiernos de verdad populares. Mucho hubo si de entrega y sometimiento al pretendido amo imperial en decadencia, para ejercer el control geopolítico de la región y de esa inmensa fortuna económica latente en sus subsuelos y submares.
Pero la cuestión que aún perdura es la extraña estructura mental de los argentinos, avasallada por una sujeción a valores creados por los propios enemigos de entonces y de ahora. Esa pseudo-pertenencia a modos y costumbres anglosajones, esa cultura encaramada a las conciencias mayoritarias gracias al aparato comunicacional cooptado por el imperio y sus necesidades inventadas, han ido generando una actitud desvalorizante sobre aquellos sacrificados soldados que pusieron el cuerpo ante los invasores.
No basta entonces con entregarles unas medallas, pensiones graciables o aplaudirlos en algunos actos donde ellos concurren con el orgullo inalterable de sus esfuerzos por defendernos a todos y todas. No resultan suficiente los discursos engolados para relatarnos valentías y proezas que los “discurseros” casi ni sienten, salvo contadas y notables excepciones. Hace falta algo más, algo que no se dirija sólo a halagar sus pasiones patrióticas al empuñar las armas en aquellos días de horror y sangre, sino a comprender el profundo significado de lo que todo ello representaba.
Hay que reconstruir aquella epopeya inevitablemente frustrada, trayendo sus ejemplos de patriotas empedernidos, de sanmartines y belgranos sin galones ni birretes dorados ni caballos blancos, de maestros de la lealtad y el honor, de nacionalistas sin la “z” de los brutos asesinos de la historia. Es preciso hacer de sus figuras y sus acciones la base donde asentar el desarrollo de una Nación soberana de verdad, independiente por voluntad de todo su Pueblo, justa por imperio del fin del predominio de unos pocos sobre las mayorías eternamente sojuzgadas.
Ellos son los cimientos sobre los cuales nadie se ha atrevido a levantar los muros de la verdad popular, para no enojar al enemigo que sigue allí, dominándolo todo y a todos, provocando dolor y desesperanzas, haciendo retroceder los sueños que esos “chicos” se atrevieron a sostener enfrentando la adversidad con sus vidas por delante. De sus ejemplos deben renacer nuestras capacidades dormidas, de sus heroísmos deben partir nuestras nuevas-viejas pretensiones de verdadera libertad, para edificar la sociedad que tanta sangre derramada, allá y acá, merecen como rescate del olvido.
Entonces sí habrá valido la pena tanta gloria desvanecida en la bruma del mar que esconde las almas de nuestros compañeros eternos de la valentía infinita y el dolor irredento. Entonces sí, aquella locura suicida de un farsante con charreteras habrá sido superada por la gloria de los que quedaron bajo la tierra de nuestras islas, que nos conminan cada día para que asumamos con dignidad el orgullo de ser argentinos, y construir la Patria que ellos defendieron.
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