Un poco de izquierda, mucho de derecha, un toque de mesianismo místico, una cucharada colmada de pasado vergonzante, una taza grande de desmemoria, una bolsa completa de traiciones, dos bolsas completas de mentiras, una pizca (ínfima) de sesos, todo aderezado con una gran cantidad de hipocresía. Se envuelve en la mayor cantidad posible de papel de diarios con falsos futuros y se lleva al horno de la insensatez destituyente.
Esta es la receta del terror, la que provocará toda clase de desmanes al organismo social que con tanto sufrimiento y esfuerzo hemos logrado sacar del coma, elevar sus signos vitales y preparar para por fin curar sus males más profundos.
Un terror que angustia al mirar el regreso de los muertos vivos de la política, todos juntos, los mismos que se tenían que “ir todos” del 2001, con sus sonrisas de placer morboso y perverso, sabiendo el daño que provocan y felices de hacerlo. Una foto del pasado que pretende ser futuro. Un futuro que quieren aún peor que ese pasado que esos muertos vivos crearon, y que provoca miedo sólo imaginarlo.
Hay fotos que conmueven por el dolor que expresan, pero llevan en sí la belleza de la humanidad siempre capaz de recuperarse de las peores desgracias. En estos días de terremotos hemos visto muchas de ellas, donde sus protagonistas, con todo el peso del dolor de las pérdidas encima, siempre mantienen una actitud de esperanza en un futuro mejor.
Las fotos de estas bestias que pretenden llamarse hombres (y mujeres) políticos, muestran a través de sus sonrisas de satisfacción por las revulsivas acciones que realizaron, una absoluta falta de futuro. Olvídense, no hay futuro con ellos. Sólo pasado. Cruel, destructor, avasallante, doloroso, criminal.
¡Cuanto desearían contar con las fuerzas armadas de sus épocas añoradas! No los detendría nada ni nadie. Pero lo peor es que no son lo peor. En realidad sólo son títeres, mercenarios bien pagos del imperialismo, cipayos eternos de la historia oscura de una Patria que no reconocen suya, aunque la declamen. Sólo defienden intereses, los de los destructores de la humanidad, los de los ladrones de soberanías, los de los asesinos del planeta.
Hay que abrir bien los ojos y los oídos, hay que esforzarse en recordar cada cosa que hizo cada cual en nuestra historia reciente (y no tanto). Hay que usar las neuronas para dilucidar las verdades y las mentiras. Hay que saber elegir a quien apoyar y a quien rechazar. Y sobre todo, hay que asegurarse de tener futuro.
Una cosa es segura: con esta receta del terror, no lo tendremos.
Arq. Roberto O. Marra - CEP
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