Por Claudio Comari *
En la última década hemos
asistido a la construcción por parte del mundo académico de la “generación
ni-ni” o los “ni-ni” a secas como categoría o grupo social que concita la
atención de medios de comunicación, dirigentes políticos y organismos
multilaterales. Dado que la indagación de la
participación en la fuerza de trabajo, así como en el sistema educativo formal,
se refieren a plazos muy cortos, llama la atención la pretensión de asignarle
el status de grupo social a situaciones coyunturales de las personas.
La cuestión de los ni-ni, siempre
acompañada por cuantificaciones destacadas, aparece asociada a escalas
valorativas, ya sea que se diga sobre este grupo que son un riesgo, o que están
en riesgo, o que están en riesgo de ser un riesgo, esos “otros” llamados los
ni-ni son asociados y convertidos en sinónimo de la inseguridad y el delito.
En las investigaciones que realizo
para mi tesis doctoral comprobé que la hipótesis de la generación ni-ni es
infundada o, mejor dicho, se basa en que quienes no trabajan y no estudian
(suficientemente) son los investigadores que instalan esta categoría de
análisis.
Entre los jóvenes de 15 a 24 años
la proporción de personas económicamente inactivas que no estudian es menor que
para las demás edades, como muestran datos de la Encuesta Anual de Hogares
Urbanos del Indec de 2012 (cuadro 1).
La Encuesta Permanente de
Hogares, al entrevistar en cuatro oportunidades a los mismos hogares, evidencia
que las situaciones ni-ni no son permanentes. Los mismos casos entrevistados
para la EPH en los segundos trimestres de 2011 y de 2012 muestran que no
estudian ni trabajan, ni buscan trabajo en las dos observaciones el 49,3 por
ciento de los jóvenes que eran ni-ni en la primera entrevista. El grupo de
quienes en la segunda observación trabajan son el 31,4 por ciento de los ex
ni-ni; el 15,8 se educa y el 6,4 sigue sin estudiar pero a la búsqueda de empleo.
El grupo ni-ni decrece a menos de la mitad para los casos con dos
observaciones: del 10,5 por ciento de los jóvenes al 5,2.
De los casos captados por las
muestras del año 2010 que fueron observados cuatro veces sólo se mantiene
siempre “sin estudiar y económicamente inactivo” entre el 2,5 y el 4,8 por
ciento de los casos; el 89,6 son mujeres y el 80 son personas casadas o unidas,
lo que permite suponer que las situaciones ni-ni persistentes se vinculan al
ciclo reproductivo. Entre 2006 y 2010, de los 729.043 nacimientos anuales
promedio, 290.005 se dan entre las madres de 15 a 24 años.
Nuestra sociedad, signada por la
división sexual del trabajo, devalúa el trabajo doméstico, la función
reproductiva y los trabajos de cuidados a tal nivel que parte de la comunidad
académica asume que una persona que no está escolarizada y no trabaja en el
mercado es necesariamente ociosa y socialmente improductiva.
La Encuesta Nacional de Personas
con Discapacidad de 2002 y 2003 indicó que la prevalencia de discapacidades entre
jóvenes de 15 a 29 años es del 3,2 por ciento, factor explicativo importante de
las situaciones ni-ni. Queda claro que no existe tal “generación ni-ni”.
Quienes transitan esa situación por períodos prolongados tienen razones tales
como la reproducción, la discapacidad o altas cargas de trabajo doméstico y
cuidados de personas.
La evidencia también contraría el
prejuicio de la predisposición al consumo de alcohol y de drogas. La Encuesta
Nacional sobre Prevalencias de Consumo de Sustancias Psicoactivas de 2011
muestra la menor incidencia de consumo entre los jóvenes económicamente
inactivos que no estudian (cuadro 2).
Los estudios de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación sobre homicidios dolosos en la CABA en 2010, 2011 y
2012 muestran un perfil demográfico entre los imputados opuesto a la
feminización que presentan los ni-ni: entre aquellos son varones el 85,7 por
ciento de los casos de 2010, el 97,3 en 2011 y el 95 en 2012, indicio contrario
a la asociación de los ni-ni con el delito.
En la actualidad se da el menor
porcentaje de jóvenes de 15 a 24 años que no trabajan ni estudian: en el cuadro
adjunto se muestran los datos del Gran Buenos Aires (máximo alcance de la EPH
hasta los ’80) de 1974 a 2012 (cuadro 3).
Nunca como hoy hubo tantos
jóvenes estudiando ni en el mercado de trabajo. Las connotaciones negativas que
acompañan las caracterizaciones de los jóvenes ni-ni, ¿no son una contribución
de la academia a la estigmatización y los repudiables “linchamientos”?
* Magister en Metodología de la Investigación Social de Untref y
Università Degli Studi di Bologna.
Publicado en Página12
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