Para tomar decisiones legítimas, el lector
debe disponer de información veraz. Los diarios revelan, con un poco de
suerte, hechos aislados, criterios sesgados; ignoramos miles de cosas
que pasan. La realidad se recorta discrecionalmente; todos saben que los
multimedios falsean la verdad, es el negocio quien manda. Violan sus
reglas éticas para vigilar lo que un periodista tiene permitido decir.
Incluso lo que callan esconde un gran truco: omitir es su otra forma de
mentir, pues los medios hegemónicos negocian con poderosos del más alto
nivel para que sus lectores piensen que las corporaciones mediáticas les
relatan certezas.
Usualmente es un lector cautivo que teme equivocarse. Educado en el derecho a hablar y en el derecho a saber, cree devoto cuanto le narran. Pero ignora que cuando un patrón abre su billetera, cien periodistas sumisos se tiran de cabeza. Sólo un lector de gran carácter moral es capaz de cambiar de diario o de canal.
Usualmente es un lector cautivo que teme equivocarse. Educado en el derecho a hablar y en el derecho a saber, cree devoto cuanto le narran. Pero ignora que cuando un patrón abre su billetera, cien periodistas sumisos se tiran de cabeza. Sólo un lector de gran carácter moral es capaz de cambiar de diario o de canal.
Por ello, para defender el tejido social, es vital el rol regulador del Estado. Hoy le toca a la ley que garantiza la provisión de papel a un valor similar a todos los diarios del país. Quienes controlan el 71,50% de Papel Prensa dicen temer una “expropiación”. Los 168 medios que se disputan las sobras, no. Sorprende la regla de tres de ciertos propietarios: a más diarios del interior felices, según ADEPA más “se limita la libertad de expresión”. Atacan la “embestida contra” la empresa. Según los Graiver, allí faltan: “torturas” y un verbo, “el robo de”. Juristas critican la ley; quizás olvidan el Art. 42 de la Constitución: “Defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, y control de los monopolios naturales y legales.” ¿El muerto se asusta del degollado?
O fustigan “la prepotencia del
número” al aprobar leyes. Hay que excusarlos, son malos en matemáticas.
No les preocupó la prepotencia del número cuando Menem borraba las leyes
sociales. Ni las 82 que vetó Macri frente a sólo dos de Cristina. Su
taciturna psiquis siente toda tentativa popular como un “montaje”. La
presidenta les clavó un puñal al decir que trabaja “contra las
corporaciones que sólo quieren su beneficio sectorial”. Ellos buscan
rédito político diciendo que la nueva ley a favor del peón rural está
hecha “para castigar a la dirigencia agropecuaria”. Tal vez prefieren
atormentar aun más a los 800 mil peones en negro. ¿Qué sugieren, amén de
trabajar 14 horas diarias bajo sol o lluvia y sin baños, mientras sus
120 millones de aportes los usan sus patrones y Venegas? ¿Cadenas?
¿Almacén a precios gigantes, como en Las aguas bajan turbias?
Dicen amar la pluralidad, el libre mercado, pues el capitalismo no existe sin la “libre competencia”. Pero la excluyen con monopolios que suben su ganancia. Sin transparencia, ya que el monopolio impide la libre competencia. Europa certifica que, por sí solo, el mercado no subsana nada. El único mercado libre, para los núcleos concentrados, es el propio. Y la libertad de empresa. Llevar a la quiebra, absorber o destruir a las más débiles; y monopolizar 264 canales de cable, por ejemplo. Nada de regulación estatal, ni de inclusión social. Despido libre, como hicieron siempre los diarios. Lo que hurga el bolsillo de los grupos económicos es “populismo”. El egoísmo, fiel moral inaugural del capitalismo, es monopólico. Y no tolera control alguno. Excepto los K, todos los gobiernos cedieron subsidios y prebendas a los sectores agrícolas e industriales. Y luego a los financieros, para alto lucro. Así forjaron el aplauso del poder mediático.
Pobre “el sector
privado”. Lloriquea, pues la “presunción de que el periodismo es un
vocero de los intereses reaccionarios está muy arraigada”. A confesión
de parte… Y gesticula violento: “El Parlamento no debe ser una
escribanía del Ejecutivo.” Salvo si mandan Menem, De la Rúa, Duhalde. O
su amado Videla; no rindió cuentas de miles de casas saqueadas y 3200
apropiadas con el aval de escribanos. Si el pueblo legisla con
congresistas elegidos es “por decreto”. Vaya falacia. ¿Y sin Parlamento,
como su venerado Proceso? ¿Tiene nombre? ¿Hubo hombría, debates,
señores “juristas”? ¿Alguno de ustedes impugnó los 10 mil habeas corpus
rehusados? Cuando insisten con el “empleo del aparato represivo del
Estado” develan que su Alzheimer avanza. El terror fue cuando presidían
sus amigos, los que juraban que matarían “a todos los indiferentes” y
hace 30 años que envían cartas a La Nación. Deberían pedirle turno al
médico.
Ese relato del periodismo anti K es uniforme: un juego semántico sin matices, donde todo lo que hace Cristina es demagógico. Le responde una conspiración opositora llena de buenos modales: augurios fallidos de devaluación; sangría de reservas por rumores burdos; gente a la caza de dólares inducida por falsos gurúes; coleros, prestanombres, corrida que hizo perder fortunas. Al Estado le sobra resto para cancelar los 7000 millones del año 2012. En 2013 descienden bruscos sus compromisos, por una mengua de pagos que ocultan los grandes medios. Un editorial afirma que es “dictatorial” no poder comprar y depositar dólares en un país “más seguro”. Chicanas del nefasto populismo. Podrían ir a España o Italia e intentar sacar alguna moneda; les espera un par de esposas y una multa (“mucho”, en latín). Múdense al “seguro” Norte. Allí vivirán ciegos en la famosa caverna en tinieblas de Platón. Aquí vemos el sol, ilumina el día.
El monopolio mediático acusa al
gobierno de buscar el “discurso único”. Y las corporaciones discursean
que el “poder hegemónico” siempre fue de los K. En cambio, poseer el
monopolio de casi todos los medios es “democrático”. Hace al “derecho de
propiedad”, sin importar de qué manera se adquirieron. Habría que
volver a la escuela. La Constitución que invocan señala otra cosa. Y el
Art. 40 de la anulada de 1949 critica cuanto “tenga por fin ostensible o
encubierto dominar los mercados nacionales y eliminar la competencia”.
Si bien ampliar la presente libertad de expresión soporta la presión de
varios apropiadores, la clase política podrá en adelante decir lo que
piensa sin temor a no tener lugar donde hacerlo. Terminó su asfixia. A
sacar la cabeza del agua, opositores. La ley promueve “de interés
público” distribuir papel, no “de interés partidario”.
Es tan democrática que ustedes dudan, no se adaptan a otorgar justicia a otros. Apostamos que ya urden crisis contra el gobierno. Si bien la gente de derecha es tan avara que, al morir, querría dejarse todo el dinero a sí misma, la mortaja no tiene bolsillos. Una pena. No hay vuelta atrás, como si uno votó a Menem o De la Rúa. Tomó la decisión en cinco minutos y toda su vida deseó que volvieran esos cinco minutos, para borrarlos. Cuidemos a Cristina. El capitalismo jamás se propondrá a sí mismo reformas a favor de los más. No está en su naturaleza, como la fábula del escorpión que pica a la rana y se ahoga. Advertía el sutil Arthur Koestler que el capitalismo es un par de tijeras que se abren cada vez más y un día se cierran. Papel para todos significa poder defenderse de esto.
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