Cuenta
Oscar Wilde que, cuando Narciso murió, las ninfas y el lago lloraban al
unísono. Ellas gemían: “¡Narciso, era tan hermoso!”. Al escucharlas, el
lago las interrumpió con sincero asombro: “¿Acaso Narciso era
hermoso?”. “¿Quién podría saberlo mejor que tú?”, respondieron ellas,
sorprendidas. “A nosotras nos despreciaba, pero a ti te buscaba y
reflejaba su rostro en tus aguas.” “Amaba a Narciso porque él se
inclinaba a mis orillas...”, dijo el lago, “y me miraba de tal modo que,
en el espejo de sus ojos, yo veía reflejada mi propia belleza”.
El juego del espejito posee experimentadas técnicas de construcción
de realidad y su reconocimiento resulta, periódicamente, saludable.
Rememoremos algunas.
Espejito, espejito...
La estratagema de reversión de pruebas, que sirve para obligar a
otra persona a malgastarse en explicaciones hasta perder confianza
propia y credibilidad ajena, es descripta por la sabiduría popular con
abrumadora sencillez: “Digamos que la hermana es puta y luego que
demuestre... que nunca tuvo hermana”. Si el adversario osa defenderse,
cabe redoblar la apuesta, hacerlo responsable del conflicto y de la
crispación social que produce y, con mayor perversidad, reclamarle que
pruebe la inexistencia de hermanas.
Además de la inmoralidad del autor, el procedimiento requiere redes
para difusión del rumor y cálculo profesional de tiempos, que permitirán
el cumplimiento de sus objetivos, cualquiera sean éstos, antes que la
víctima demuestre su inocencia.
Troyanos
El famoso caballo de Troya fue artilugio de vencidos. Odiseo fabricó
al precursor del arte pop, luego de la muerte de Aquiles y la deserción
de sus soldados. La estatua tenía al costado derecho la escotilla para
los guerreros y, del izquierdo, una leyenda: “Con la agradecida
esperanza de un retorno seguro a sus casas después de una ausencia de
nueve años, los griegos dedican esta ofrenda a Atenea”; fiel descripción
del cumplimiento de los deseos troyanos, la derrota enemiga y el fin
del sitio a su ciudad. Casandra y Laocoonte fueran ferozmente castigados
por sus conciudadanos por dudar de la ilusión de la victoria.
Hoy, aunque de Troya sólo queden ruinas, la artimaña continúa
mostrando su poder transformando a sus víctimas en agresores
informáticos, y cada vez que convence a un potencial triunfador, antes
de tiempo, de que su deseo ya ha sido cumplido.
La otra cara del espejo
La impunidad de los vendedores de espejitos de colores se funda en
la ignorancia popular de sus herramientas especulares y en el blindaje
oligopólico de los medios de comunicación.
Fue el siniestro aparato de propaganda nazi de Goebbels el que
sistematizó estas técnicas de terror y manipulación colectiva de las
conciencias y, con herramientas similares, convenció a pueblos enteros
de que los judíos eran los culpables de todos los problemas que sufría
Alemania: la pobreza, el desempleo e incluso de la derrota en la Primera
Guerra Mundial. Luego sumó opositores políticos, gitanos, homosexuales,
intelectuales.
También difamaron a los mejores jueces para disciplinar al resto.
La memoria acerca de las consecuencias históricas del “terrorismo
mediático” debería impedirnos más suicidios colectivos. Sin embargo, las
democracias continúan inermes frente a operaciones mediáticas similares
a las que permitieron a Hitler alcanzar el gobierno, por el voto
popular. Reiteremos: por el voto del pueblo.
Porque los pueblos, expuestos al terrorismo mediático, se equivocan.
Distribución de espejos
La convivencia democrática en el espacio comunicacional requiere el
registro y el respeto mutuo de la compleja densidad de nuestras miradas.
Desde que los laboratorios de marketing pueden legitimar productos y
personajes que violan los valores y significados originales que
presumen encarnar, los Estados democráticos tienen la obligación y el
derecho de establecer políticas anticíclicas que garanticen la reflexión
y la libre circulación de ideas. Por ello, las demoras en la aplicación
plena de la ley de medios vulnera los derechos de la ciudadanía toda,
jueces incluidos.
Como aquel profundo lago de Wilde, libre de automáticos espejos,
también el Poder Judicial cumplirá con mayor felicidad su trabajo cuando
escuche las múltiples voces de la ciudadanía.
* Antropóloga UNR.
Publicado en Página12
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