El
mundo económico va cambiando a una velocidad impactante, el proceso
político local fue ratificado en forma contundente en las urnas y la
economía doméstica se mantiene en un ciclo positivo histórico por su
extensión e intensidad. Pese a estos factores que obligarían a repensar
el escenario actual y futuro con otros elementos de análisis, el debate
sobre temas económicos que impone la ortodoxia, a la que cierta
heterodoxia se incorpora con entusiasmo, gira en círculo por casilleros
repetidos.
Como si tuvieran un tiempo para cada uno, los temas van
saltando periódicamente del atraso del dólar a la inflación, de la
supuesta crisis energética a las presiones salariales y el poder de los
sindicatos, del agotamiento del “modelo” a la necesidad-deseo del
“ajuste”, del fin del “viento de cola” a la sojadependencia, del impacto
de la debacle internacional a los peligros de una devaluación del real o
recesión brasileña, de la obsesión por la figura de Guillermo Moreno a
la presión impositiva que estaría ahogando al sector privado. A esto le
suman que durante estos años afirman que no ha habido
reindustrialización ni desendeudamiento ni mejoras en los indicadores
sociales de pobreza y empleo. Todo termina, apelando a la traumática
memoria colectiva, en una crisis que, pese a tantas veces anunciada, no
irrumpe para desazón de tantos pronosticadores frustrados. El comienzo
del segundo mandato de CFK exige una “sintonía fina” en el análisis
económico para eludir lo que ya se ha vuelto reiterativo. Otros temas
reclaman ocupar mayor relevancia en los próximos años, como el acceso al
suelo urbano y a la vivienda propia, el perfil de especialización
industrial y el modelo agropecuario, el alcance y democratización de la
atención médica de calidad, la calidad del empleo y la informalidad, la
integración de la cadena de valor industrial generando los eslabones
faltantes, la planificación del desarrollo, entre otras varias
cuestiones más sustanciales que las que tradicionalmente dominan el
espacio público.
De todos modos, la discusión sobre la agenda habitual merece ser
interpelada para desmalezar el terreno y permitir un abordaje más
contundente de esas demoradas transformaciones estructurales. Una manera
de hacerlo, puesto que con la fría evolución de indicadores parecería
que no fuera suficiente, es por el método del absurdo, que descoloca al
repetidor de frases hechas moldeadas por divulgadores del pensamiento
económico ortodoxo.
1 “La inflación es
por la fuerte emisión de dinero.” Si éste fuera el motor del aumento de
precios, idea que está basada en la ya vetusta teoría cuantitativa del
dinero, ¿por qué la tasa del IPC, ya sea la oficial o la de las
consultoras de la city, se han mantenido constante desde el 2007 para
cada una de esas series (promedio del 10 y 20 por ciento,
respectivamente) con diferentes tasas de expansión monetaria en cada uno
de esos años? Otra: ¿por qué la megaemisión de dólares y euros desde
2008 no ha derivado en un proceso inflacionario descontrolado en Estados
Unidos y en Europa?
2 “El dólar está
atrasado.” Si esta sentencia tantas veces coreada fuera indiscutible,
¿por qué el dólar en operaciones informales no se disparó muy por encima
de los 5 pesos, como dicen economistas de la city debería cotizar? En
el peor momento de la última corrida cambiaria se ubicó 10 por ciento
por encima del valor oficial y ahora se ubica apenas a un 5 por ciento.
3 Igual insisten:
“El dólar está barato”. Si así fuera, ¿qué deberían estar haciendo los
brasileños, que tienen la moneda más apreciada de la región? Si hay una
economía donde el atraso cambiario es notable es la brasileña y, por lo
tanto, el dólar sería lo más barato que cotiza en ese mercado. Pero en
esa plaza no se han montado shows de miedos sobre la paridad cambiaria
ni se han registrado corridas desesperadas para desprenderse de reales
para comprar dólares.
4 Otro lugar
común: “La gente compra dólares por la inflación”. Si así fuera, y lo
reiteran con suficiencia analistas del establishment, ese comportamiento
desde 2007 ha significado un importante quebranto financiero en
relación con la evolución de los precios que, según cálculos de las
propias consultoras de la city, fue muy superior al recorrido de la
cotización del dólar. El refugio no debería ser el dólar si la
preocupación fuera la inflación, sino cualquier otro bien que lo proteja
del alza de precios, como bienes durables o inmuebles.
5 Un poco más
sofisticados, embisten con lo mismo: “El tipo de cambio no es
competitivo”. Varios indicadores muestran que no es así, como el tipo de
cambio real multilateral o el tipo de cambio deflactado por la
evolución salarial, o el tipo de cambio real bilateral con Brasil, uno
de los principales socios comerciales.
6 Otra forma de
abordar la cuestión es sobre uno de los caballitos de batalla de la
ortodoxia: “La economía argentina creció por el ‘viento de cola’
internacional”. Esto implica que el superávit comercial sólo se explica
por los buenos términos de intercambio y la demanda de China y Brasil.
Si esas variables externas son los únicos motivos del saldo positivo de
la balanza comercial y del aumento del Producto, ¿por qué manifiestan
preocupación por la competitividad de la paridad cambiaria? Si todo lo
explica el “viento de cola”, como afirman, el tipo de cambio no habría
tenido ni tiene ninguna influencia. En realidad, cuando reclaman una
devaluación no están pensando en el sector externo, sino en licuar
salarios.
7 “Se reduce hasta
desaparecer el superávit comercial.” Esta afirmación embiste contra los
fríos números de las estadísticas del intercambio comercial, que este
año terminaría en unos 11 mil millones de dólares, bastante más de las
estimaciones realizadas por el propio Gobierno y mucho más arriba que
los pronósticos de los economistas de la city.
8 “Todos los
países acumularon reservas en 2011, menos la Argentina.” No es así. La
caída de reservas se ha registrado en muchos otros países, incluso en
potencias como China, Rusia y Brasil, debido a la crisis internacional,
según relevó la revista The Economist. Argentina, además de la fuga de
capitales y de cinco corridas cambiarias, según contabilizó CFK en el
discurso de ayer, ha utilizado reservas para cancelar deuda. Según el
Banco Central, entre enero y noviembre de este año se destinaron 7656
millones de dólares para el pago de vencimientos de deuda externa con
acreedores privados y organismos multilaterales. Si se excluyera la
política de desendeudamiento, la variación de reservas neta en ese
período sería positiva en 1500 millones de dólares, precisó la
presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont.
9 “El modelo está
agotado.” Sin ingresar en la definición sobre qué es un modelo, las
razones esgrimidas para esa sentencia es que la economía ya lleva varios
años con resultados positivos y, por lo tanto, es difícil que pueda
sostenerlos para adelante. Si así fuera, otros países con crecimiento
elevado durante varios años deberían haber abandonado sus políticas
exitosas porque se extendieron por mucho tiempo. Es una lógica de
análisis bastante rústica.
El aspecto más peculiar de estos debates circulares es que la propia
ortodoxia, en una circunstancia histórica mundial de desmoronamiento de
sus paradigmas económicos dominantes desde la década del ’70 y después
de la desastrosa experiencia de los ’90, se presenta como refugio del
saber para dar respuestas a desafíos de la economía argentina. Ventajas
de un país generoso.
*Publicado en Página12
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