La crisis financiera detonada en el 2008 y el posterior rescate
financiero podrían ser el fraude más grande de la historia, un notorio inside job. Si
bien esto es evidente para la mayoría de la gente que se interesa por
el tema, documentos clasificados de la Reserva Federal de Estados
Unidos publicados por Bloomberg,
ejerciendo el derecho que otorga la ley de transparencia, muestran la
dimensión fraudulenta de este taimado autorrescate que expone a una
suerte de gobierno en la sombra conformado por la élite de los bancos.
Originalmente se suponía que el rescate finaciero aprobado, conocido
como TARP, era de un monto de 700 mil millones de dólares. Si esta cifra
ya era escandalosa -después de todo este era dinero de los
contribuyentes que se iba a los bancos privados- esto se vuelve
indignante al saber que los rescates secretos de Wall Street
totalizaron 7,77 billones (millones de millones) de dólares, 10 veces
más que la cantidad dada a conocer al público en primera instancia.
Les Leopold resume en Alternet algunos de los puntos de esta jugosa secrecía:
El conocimiento de los fondos secretos del rescate no se compartió
con el Congreso ni siquiera éste redactaba y debatía la legislación para
fraccionar los grandes bancos.
El financiamiento secreto suministrado a tasas inferiores al mercado
dio a Wall Street otros 13,000 millones de dólares de beneficios. (Es
suficiente dinero para contratar a más de 325,000 maestros de primaria).
Los fondos secretos financiaron fusiones de bancos de modo que los
principales bancos crecieron aún más. El dinero también permitió que los
bancos aumentaran sus trabajos de cabildeo.
Estos fondos secretos suministrados por la Reserva Federal de Estados
Unidos no fueron dados a conocer al Congreso. Más aún, mientras el
Congreso buscaba legislar para limitar el tamaño de los grandes bancos,
el entonces jefe de la Reserva Federal, Timothy Geithner, se opusó a
estos esfuerzos legislativos, argumentando que el tema era “demasiado
complejo para el Congreso y esas decisiones deberían ser manejadas por
gente que conoce los mercados”. Geithner en ese momento tenía
conocimiento ya de los gigantescos préstamos secretos que los bancos
estaban obteniendo de la Reserva Federal.
Los banqueros ocultaron cínicamente la naturaleza de estos préstamos.
El 26 de noviembre de 2008 el CEO del Bank of America, Kenneth D.
Lews, dijo públicamente a los accionistas que encabezaba “uno de los
bancos más fuertes y estables del mundo”. Olvidó compartirles que ese
día su banco le debía al banco central 86 mil millones de dólares.
En marzo del 2010, el CEO de JP Morgan Chase & Co., Jamie Dimon,
dijo a los accionistas que su banco había utilizado el programa de
préstamos de la Reserva Federal Term Auction Facility “a petición de la
Reserva Federal para motivar a otros a usar el sistema”. Olvidó
compartir que este banco neoyorkino, que une al linaje petrolero de JP
Morgan y la familia Rockefeller, había recibido casi el doble del dinero
que tenía disponible el banco en préstamos.
Cuando ya se sabía de la dimensión que tenía la crisis inmobiliaria,
el secretario del Tesoro, Hank Paulson, dijo al Congreso que solo se
requerían reformas menores para protegerse del colapso de Fann Mae y
Freddie Mac, y al mismo tiempo se reunía en secreto con ejecutivos de hedges funds
y sus ex colegas de Goldman Sachs (fue CEO de este poderoso banco antes
de ocupar su puesto en la administraciónd de George W. Bush) para
alertarlos sobre la inminente nacionalización de estas hipotecarias, lo
que anularía su valor bursátil. El valor de esta información
privilegiada es inestimable.
Los seis bancos más grandes de Estados Unidos (Goldman Sachs,
Citibank, Bak of America, JP Morgan, Wells Fargo y Morgan Stanley)
atravesaron la crisis financiera con un crecimiento fabuloso: de 6.8
billones de dólares en activos en el 2006 pasaron a 9.5 billones de
dólares en el 2011. Estos bancos gastaron 146 mil millones de dólares en
compensaciones en el 2010, un promedio de 126 mil dólares por empleado,
lo que significa un aumento de 20% en cinco años. Mientra tanto, en
solo meses, la crisis económica hizo que más de 8 millones de personas
perdieran su trabajo en Estados Unidos.
Esta información deja claro el motivo por el cual el movimiento
Occupy Wall Street ha generado la simpatía de tantas personas en el
mundo (el llamado 99%). Apunta, más allá de conspiraciones, a que existe de facto un
poder financiero supragubernamental en Estados Unidos y que quizás se
extienda a otras partes del mundo -lo cual se apuntala en el hecho de
que bancos como Goldman Sachs tienen una poderosa fuerza de influencia
en Europa o que el rescate financiero de Estados Unidos también dirigió
grandes cantidades de recursos a compañías extranjeras. Podemos decir
que el gobierno de Estados Unidos, y los gobiernos en general, funcionan
en la práctica como los operadores de las grandes corporaciones,
especialmente los bancos. El gobierno es la forma en la que estas
empresas hacen negocios, legalmente blindados y con un estructura que
les otorga ventajas para crecer y tender un abismo sobre el resto de las
pequeñas empresas que no forman parte de este club.
Anteriormente habíamos hecho referencia a una investigación realizada por una firma suiza
que determinó que existe una red de 147 empresas estrechamente
vinculadas que controlan la mayor parte de los recursos del mundo. Esta
especie de suprantidad, fundamentalmente compuesta de bancos, no solo
orquesta el complejo sistema global de especulación financiera y manejo
de información privilegiada en contuberio con miembros claves dentro del
gobierno (Goldman Sachs, por ejemplo, ha dominado el gabinete
financiero de Estados Unidos por más de 20 años), también participa en
el lavado de dinero de actividades clandestinas (Wells Fargo, por citar un ejemplo ha sido mínimamente penalizado por lavar dinero del narco mexicano). Todo esto hace que su riqueza y poder sean inconmensurables.
Una de las piezas sueltas en este oscuro puzzle de poder es la
Reserva Federal de Estados Unidos, el organismo que se encarga de
imprimir el dinero de Estados Unidos y que funciona como un banco
central que, sin embargo, no cuenta con un mecanismo transparente de
rendición de cuentas -en sus casi 100 años de historia nunca se le ha
realizado una auditoría completa. Una de las teorías conpiratorias más
difundidas, especialmente por los libros de Eustace Mullins (1983) y
Gary Kah (1991), es que la Reserva Federal de Estados Unidos es en
realidad una institución privada y perteneciente a los mismos dueños de
los grandes bancos (como Rockefeller, Morgan o Rothschild).
Esto es difícil de comprobar, algo que no es extraño, ya que el
funcionamiento de estas instituciones financieras es tan complejo que
resulta fácilmente sospechoso, como si fuera una forma de iluminismo. Y
es que, como dijera Geithner ante el Congreso, los capos de Wall Street
consideran que solo ellos son capaces de acceder al hermetismo del
capital, al líquido misticismo con el que fluye el dinero, como si fuera
el arcano verbo de Dios. Así se mueven en la sombra de oro, manipulando
las leyes y nuestra imagen de la realidad económica para su beneficio,
acaso pensando que tienen la privanza de una fuerza secreta que rige el
mundo más allá de la voluntad del hombre común, y que los ha elegido.
*Publicado en Cubadebate
No hay comentarios:
Publicar un comentario