Desde el pasado
verano se vienen sucediendo los acontecimientos que sitúan a Irán en el
centro de una estrategia que sitúan al país a las puertas de un
peligroso escenario bélico, e incluso ante una posible agresión militar
por parte de Estados Unidos e Israel. Durante estos meses la mayoría de
acusaciones contra Irán han estado basadas en hechos e informaciones que
con el paso del tiempo se han demostrado falsas, pero que han servido
para atacar dialécticamente o con sanciones a aquel país.
Posteriormente
el asalto a la embajada británica en Teherán ha provocado la expulsión
de los diplomáticos iraníes en Gran Bretaña, al tiempo algunas noticias
sin confirmar apuntaban a dos importantes explosiones en la ciudad de
Isfahan, que supuestamente habrían afectado a las instalaciones
nucleares próximas a esa ciudad iraní.
La última excusa que han utilizado Washington y sus aliados ha sido el informe de la OIEA sobre el programa nuclear iraní.
Importantes expertos y analistas de todo el mundo han puesto en
entredicho dicho informe, alegando que el sustento del mismo se ha
basado en informaciones procedentes de algunos servicios secretos de
países nada cercanos al régimen de Teherán. Además, algunas fotografías
aportadas son de principio de la actual década, o se hace mención a un
programa sobre misiles que Irán ha abandonado hace años, o se intenta
vincular al programa nuclear a un especialista ucraniano que trabajó en
el país en los años noventa.
Como señalan esas fuentes, la
mayor parte del informe hace referencia a actividades anteriores a 2003,
obviando lo que la propia inteligencia norteamericana reconoció en
2007, que el programa nuclear iraní ha “sido pacífico desde 2003” y
ocultando intencionadamente la colaboración que el gobierno iraní ha
estado manteniendo con la citada agencia. Todo hace indicar que la OIEA
no ha contrastado la información suministrada por algunos gobiernos
(desinformación le llaman algunos), pero su informe ha servido para
aumentar la presión en torno a Irán a través de sanciones (lo que
algunos definen como una verdadera guerra económica)
EEUU ha aprovechado con rapidez esta nueva coyuntura.
Las presiones de los llamados halcones de la política exterior
estadounidense, y del propio Congreso, junto a las elecciones
presidenciales del próximo año, han contribuido a que la administración
de Obama se decante por un nuevo paquete de medidas sancionadoras contra
Irán. El hecho de que en esta ocasión se haga hincapié en un supuesto
rechazo del crudo y gas iraní puede poner en una complicada situación a
terceros países, aliados de EEUU pero que dependen del suministro iraní
(en Europa, Grecia, Italia y el estado español, y en Asia, Japón, Corea
del sur o India, además del gas iraní que compra Turquía). Y todo ello
sin olvidar que China mantiene importantes acuerdos comerciales con
Teherán.
No ha tardado mucho tiempo Londres en sumarse a ese
guión contra Irán. Las sanciones financieras bajo la excusa del informe
de la OIEA han sido el detonante de los acontecimientos posteriores que
han traído consigo el cierre de su embajada en Teherán y la expulsión de
todos los diplomáticos iraníes del Reino Unido. Las posteriores
manifestaciones en Irán, asalto a la embajada incluido, hay que
enmarcarlas en ese contexto y en una historia de enfrentamientos y
desconfianzas entre ambos países. La población iraní no olvida el papel
que jugó Londres en su día “en el golpe de estado contra Mohammed
Mosaddeq y todos los crímenes del viejo colonialismo británico contra
Irán”.
Por ello son muchos los que ven en estas maniobras un
evidente intento de “cambio de régimen”, más todavía al hilo de lo que
ha acontecido en Libia, o lo que están intentado repetir en Siria. No
obstante, la mayoría de analistas coinciden en apuntar que la situación
no es la misma en Irán y difícilmente se podrá repetir el citado guión.
Al contrario, son cada vez más las voces que apuntan a que esta campaña
de aislamiento contra Teherán está encaminada a incrementar la
“iranofobia”, como previo paso para otro tipo de actuaciones contra el
país.
La campaña de guerra psicológica y bélica contra Irán está en marcha.
Por un lado está la parte más visible y retórica, con ataques y
acusaciones públicas y sobre todo con una constante amenaza de pasar de
las palabras a los hechos. Pero por otro lado está la guerra encubierta o
sucia que llevan practicando desde hace tiempo EEUU e Israel contra
Teherán. Sabotajes industriales, guerra cibernética o eliminación física
de personalidades iraníes ligadas al programa nuclear o al aparato
militar son algunos aspectos de esa estrategia.
Si bien la
respuesta de Irán está siendo comedida, evitando una escalada bélica o
una respuesta que sirva de excusa a una posterior agresión a mayor
escala, ello no ha evitado que el gobierno iraní haya desmantelado estos
meses una importante red de espías que trabajaban para EEUU, lo que ha
supuesto a su vez un duro golpe para la CIA en el país y en la región.
Los dirigentes iraníes barajan varios posibles escenarios en torno a una
agresión militar por parte de EEUU. Una ataque aéreo a gran escala,
seguido de una operación masiva terrestre; una agresión limitada para
forzar a Irán a unas negociaciones a la baja; o una guerra encubierta
para debilitar la capacidad operativa militar iraní. El tercer escenario
(una guerra de inteligencia) es el que barajan en Teherán, donde la
orquestación de una guerra psicológica buscaría “arrebatar algunas de
las cartas que a día de hoy tiene Irán” en una hipotética futura
negociación”.
También en los despachos norteamericanos llevan
tiempo analizando las consecuencias de una agresión militar contra Irán,
y la mayoría de los asesores de la administración coinciden en resaltar
que un ataque israelí “serían diez veces peor” que uno de EEUU. Las
hipotéticas respuestas de Irán inquietan en Washington, donde barajan
todo un abanico de escenarios. Un ataque iraní contra instalaciones
petrolíferas de Arabia Saudí (unido a un levantamiento chiíta en la
zona), bajo el pretexto de que Israel habría usado el espacio aéreo
saudí apara el ataque; ataques contra territorio israelí y contra
instalaciones militares, creando un clima de inseguridad en Israel;
convertir Iraq y Afganistán en un polvorín, con las dramáticas
consecuencias que ello traería para las fuerzas occidentales…son algunas
de las hipótesis que preocupan sobremanera a los impulsores del actual
guión contra Irán.
El escenario internacional está moviéndose en torno a estas hipótesis.
El dominio regional tiene muchos pretendientes (Irán, Arabia Saudí,
Turquía o Egipto) y las alianzas en ese contexto son evidentes. El pulso
que Irán mantiene con EEUU, Israel y Arabia Saudí se presenta en
diferentes lugares, desde Siria, al Líbano, pasando por Iraq o
Afganistán. La excusa actual, en torno a la capacidad nuclear de Irán,
se caería por sí misma, sobre todo si vemos el doble rasero ante Israel
(no ha firmado el tratado de no -proliferación de armas nucleares,
impide cualquier inspección internacional, y su capacidad cuantitativa
es mucho mayor y más peligrosa).
La caída de Siria debilitaría
a Irán, que perdería un aliado estratégico, y los sabotajes y la guerra
sucia buscarían una mayor vulnerabilidad de Teherán ante la
configuración del nuevo panorama regional. En un reciente informe, se
señalaba que EEUU tiene tres opciones: aceptar el programa nuclear
iraní, intentar un acuerdo sobre el uso pacífico del mismo, o una acción
bélica. Probablemente de los tres éste sea el que tenga las
consecuencias más terribles e impredecibles, y por ello sería la opción a
evitar. No obstante, la sombra bélica sigue planeando sobre Irán,
conforme a un guión elaborado hace tiempo en Washington o Tel Aviv.
*Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)Publicado en Rebelión
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